Ahora, cuando los fariseos no pueden responder a la vigorosa censura de Jesús, él llama a la muchedumbre para que se acerque. “Escúchenme, todos ustedes —dice—, y capten el significado. Nada hay que entre en el hombre de fuera de él que pueda contaminarlo; mas las cosas que proceden del hombre son las cosas que contaminan al hombre.”

Parece que Jesús se sorprende cuando, hablando por los discípulos, Pedro le pide una aclaración en cuanto a lo que contamina al hombre. “¿También ustedes están aún sin entendimiento? —responde Jesús—. ¿No se dan cuenta de que todo lo que entra en la boca va pasando de allí a los intestinos, y se expele en la cloaca? Sin embargo, las cosas que proceden de la boca salen del corazón, y esas cosas contaminan al hombre. Por ejemplo, del corazón salen razonamientos inicuos, asesinatos, adulterios, fornicaciones, hurtos, testimonios falsos, blasfemias. Estas son las cosas que contaminan al hombre; mas el tomar una comida con las manos sin lavar no contamina al hombre.”

Aquí Jesús no está oponiéndose a la higiene normal. No está diciendo que no es necesario que uno se lave las manos antes de preparar alimento o comer. Más bien, está condenando la hipocresía de los líderes religiosos que mañosamente tratan de evadir las leyes justas de Dios insistiendo en tradiciones que no son bíblicas. Sí; lo que contamina a un hombre son los hechos inicuos, y Jesús muestra que estos salen del corazón de la persona.