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El cambiante mundo de la moda¡Despertad! 2003 | 8 de septiembre
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El cambiante mundo de la moda
NOS demos cuenta o no, cada vez que decidimos lo que nos vamos a poner, tenemos que atenernos —al menos hasta cierto punto— a lo que dicta la moda. Al fin y al cabo, es ella la que finalmente determina qué se va a vender en las tiendas.
Incluso algunas prendas que hoy se consideran comunes y corrientes fueron en su día el último grito de la moda. Por ejemplo, la camisa de vestir masculina y la corbata causaron furor hace más de un siglo, y el suéter femenino se puso en boga en la década de 1920.
La industria de la moda se nutre de dos deseos elementales: el de tener cosas nuevas y el de ser aceptado. A casi todos nos gusta llevar ropa nueva. A veces la compramos por el mero hecho de cambiar, no porque esté gastada la que tenemos. Por otro lado, no queremos sentirnos fuera de lugar; de ahí que adquiramos prendas de un estilo más o menos parecido al de las personas que nos rodean. A lo largo de los siglos, la industria de la confección ha satisfecho —y a veces ha explotado— el deseo de tener cosas nuevas y el de ser aceptado.
Breve historia de la moda
A fin de crear un determinado estilo, los diseñadores se valen de cinco elementos básicos: el color, la forma, la caída, la textura y el equilibrio de la línea (que incluye todos aquellos rasgos de la prenda que embellecen la silueta). Las opciones que ofrecen estos cinco factores a los diseñadores y modistos se han multiplicado a lo largo de los años. En el antiguo Egipto, por ejemplo, se producía lino transparente, un tejido ideal para los climas cálidos y que gozaba de gran popularidad. Como resultaba difícil teñirlo, solía ser blanco, color que obtenían mediante un proceso de blanqueado. Los egipcios hacían pliegues en la tela para crear prendas con agradables drapeados y formas. Así nació uno de los estilos más duraderos de la historia.
En el siglo primero de la era común ya se disponía de tejidos de distintos tipos y colores. Los romanos acaudalados importaban sedas de la India o de la China, pese a que el transporte encarecía tanto la tela que se vendía al mismo precio que el oro. Otro género muy apreciado era la lana teñida de Tiro, que podía llegar a costar 2.000 denarios el kilo, lo que equivalía al salario de seis años de un trabajador de término medio. Gracias a los nuevos tintes y tejidos, las mujeres romanas adineradas podían llevar estolas —túnicas largas y amplias— de algodón azul de la India o seda amarilla de la China.
Aunque cada cierto tiempo surgían nuevos estilos, antiguamente era fácil que una prenda costosa estuviera de moda toda una vida. Los cambios se producían con lentitud y, por lo general, afectaban solo a la nobleza. Sin embargo, con la llegada de la revolución industrial, la moda empezó a influir también en el modo de vestir del pueblo.
Durante el siglo XIX surgieron industrias que vestían tanto a ricos como a pobres. Además, se multiplicaron las fábricas de tejidos de algodón y de lana, por lo que los precios de las telas bajaron. La invención de la máquina de coser abarató mucho la producción, y los nuevos tintes sintéticos ofrecieron una gama de colores mucho más amplia.
Los cambios sociales y tecnológicos facilitaron aún más a la gente la adquisición de ropa. En Europa occidental y en Norteamérica había más dinero para gastar. Hacia la mitad del siglo XIX se publicaron las primeras revistas femeninas, y poco después, los grandes almacenes comenzaron a vender ropa de confección de tallas estándar. En ese mismo siglo, Charles Frederick Worth organizó por primera vez desfiles de modelos con el fin de despertar el interés de posibles clientes.
La aparición en el siglo XX de nuevas fibras sintéticas como el rayón, el nailon y el poliéster ofreció a los manufactureros una selección de tejidos más variada. El diseño asistido por computadora facilitó la creación de nuevos estilos, y la globalización hizo posible que las tendencias más recientes se observaran simultáneamente en las calles de Tokio, Nueva York, París y São Paulo. Al mismo tiempo, los diseñadores y los fabricantes han hallado nuevos modos de promocionar sus productos.
En la actualidad son los jóvenes, y no los ricos, los más apasionados de la moda; de hecho, millones de ellos se compran ropa todos los meses. La industria de la confección produce anualmente vestimenta por valor de cientos de miles de millones de dólares.a Ahora bien, ¿oculta la moda alguna trampa?
[Nota]
a Según cálculos, en un año reciente se produjeron prendas por un valor total de 335.000 millones de dólares.
[Ilustración y recuadro de las páginas 4 y 5]
Los creadores de imagen
Durante cientos de años fueron los monarcas y los nobles los que marcaron las pautas de la moda. En el siglo XVII, Luis XIII, rey de Francia, decidió ocultar su calvicie con una peluca. Al poco tiempo, los nobles europeos comenzaron a afeitarse la cabeza y seguir su ejemplo, imponiendo un estilo que duró más de una centuria.
En el siglo XIX, las revistas femeninas comenzaron a promocionar las nuevas tendencias e incluso a ofrecer patrones económicos para que las mujeres pudieran confeccionarse su propia ropa. Con la llegada del siglo XX y la popularidad del cine y la televisión, las estrellas de la pantalla se convirtieron en ídolos internacionales y empezaron a imponer la moda. Lo mismo sucedió con los músicos famosos, los cuales pusieron en boga estilos radicales que la juventud no tardó en imitar. Hoy día, la situación apenas ha cambiado. Los anunciantes se valen eficazmente de desfiles de modelos, atractivas revistas de papel satinado, carteleras, escaparates y anuncios televisivos para crear una demanda de prendas nuevas.
[Ilustración]
Luis XIII
[Reconocimiento]
Del libro The Historian’s History of the World
[Ilustración de la página 4]
Las antiguas prendas egipcias de lino constituyeron una de las modas más duraderas de la historia
[Reconocimiento]
Foto tomada por cortesía del Museo Británico
[Ilustración de la página 4]
Las mujeres de la antigua Roma llevaban estolas
[Reconocimiento]
Del libro Historia del Traje (1917)
[Ilustración de las páginas 4 y 5]
El quimono, que empezó a usarse alrededor del año 650 E.C., ha sobrevivido hasta nuestros días
[Reconocimiento]
Del periódico La Ilustración Artística, volumen X (1891)
[Ilustración de la página 5]
Antiguamente era fácil que una prenda costosa estuviera de moda toda una vida
[Reconocimiento]
EclectiCollections
[Ilustración de la página 5]
La revolución industrial hizo posible que la gente estuviera más al tanto de la moda
[Reconocimiento]
EclectiCollections
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El lado oscuro del glamour¡Despertad! 2003 | 8 de septiembre
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El lado oscuro del glamour
SIN lugar a dudas, seguir las tendencias de la moda puede ayudarnos a mejorar nuestro aspecto y hacer que nos sintamos más seguros de nosotros mismos. El atuendo apropiado logra disimular algunas imperfecciones físicas y destacar los rasgos atractivos que tengamos. Asimismo, nuestro modo de vestir a menudo influye en cómo nos ven los demás.
Sin embargo, el mundo de la moda oculta un lado oscuro que no debe pasarse por alto. Los compradores pueden verse atrapados en un ciclo interminable de comprar y desechar en su afán por actualizar su guardarropa. Al fin y al cabo, la industria sigue creando nuevos estilos a más no poder. Esto no es casualidad, pues las grandes firmas ganan más dinero cuando la ropa queda anticuada rápidamente. Como dijo la diseñadora Gabrielle Chanel, “la moda se crea para que pase de moda”. De esta forma, los consumidores incautos se sienten obligados a comprarse ropa solo para mantenerse al día con las nuevas tendencias.
También existe el peligro de sucumbir a la sutil presión de la publicidad. Las casas de modas gastan millones de dólares en promocionar sus productos, a menudo proyectando cierto estilo de vida despreocupado, del que supuestamente disfrutan quienes llevan su marca de ropa. Estos mensajes suelen tener un poderoso efecto. “Nada es más traumatizante para un adolescente que el no tener el calzado de la marca ‘debida’”, dice un maestro de escuela español.
El señuelo de las modas pasajeras
Ciertos grupos se caracterizan por su forma de vestir. Su ropa bien puede reflejar un estilo de vida liberal, cierto rechazo a la sociedad o incluso una ideología racista o violenta. Aunque algunas de esas formas de vestir sean extravagantes o escandalosas, suele existir una gran uniformidad entre los miembros del grupo. Incluso es posible que personas que no están de acuerdo con su ideología se sientan atraídas por el estilo de su vestimenta. Sin embargo, el hecho de que se vistan como ellos quizá dé la impresión de que comparten sus creencias fundamentales y las promueven.
Las modas suelen ser pasajeras: nacen con algún cantante famoso u otro personaje popular y al cabo de unos meses se desvanecen. No obstante, ciertas prendas han llegado a formar parte permanente de nuestro vestuario. Por ejemplo, los pantalones vaqueros ganaron popularidad entre los jóvenes manifestantes de los años cincuenta y sesenta, pero hoy en día los lleva gente de distintas edades en diferentes ocasiones.
En busca de la figura perfecta
Quienes se toman la moda demasiado en serio a veces se preocupan en exceso por su aspecto. Las modelos de las pasarelas por lo general son altas y delgadas, y se nos bombardea con su imagen constantemente.a El físico “perfecto” lo vende todo, desde automóviles hasta dulces. Según cálculos del Social Issues Research Centre (Centro de investigaciones sociológicas) de Gran Bretaña, “las jóvenes de la actualidad ven más imágenes de mujeres extraordinariamente hermosas en un día que las que vieron nuestras madres en toda su adolescencia”.
Este aluvión de imágenes puede resultar perjudicial. Por ejemplo, una encuesta mencionada en la revista Newsweek reveló que el 90% de las adolescentes de raza blanca de Estados Unidos están descontentas con su físico. Algunas de ellas harán casi cualquier cosa con tal de lograr la figura perfecta. Sin embargo, el instituto de investigación ya citado señala que menos del 5% de la población femenina puede alcanzar el peso y la talla ideales que promueven los medios de comunicación. Con todo, el culto a la delgadez extrema tiene esclavizadas a millones de jóvenes y ha empujado a otras a la anorexia nerviosa, un trastorno muy difícil de superar.b La modelo española Nieves Álvarez, quien padeció dicho trastorno, admite: “Tenía más miedo a ser gorda que a morirme”.
Si bien es cierto que la anorexia y la bulimia pueden deberse a diversos factores, los doctores Michel Laxenaire y Anne Guillemot afirman: “El culto a la delgadez tiene parte de la culpa”.
Como hemos visto, la moda tiene su lado bueno y su lado malo. Aunque satisface nuestro deseo de lucir bien y de estrenar ropa, también promociona estilos radicales que pudieran dar una falsa impresión de nosotros. Además, si atribuimos una importancia excesiva a la apariencia, pudiéramos caer en el error de pensar que nuestro valor como individuos depende de nuestra imagen y no de las cualidades internas que poseamos. “Habría que empezar a valorar más la eficacia de las personas y su interior que el simple envoltorio”, dice Nieves Álvarez, citada anteriormente. Sin embargo, es probable que eso tarde en suceder. Entonces, ¿cómo podemos tener un punto de vista equilibrado de la moda?
[Notas]
a Normalmente se espera que las modelos sean “al menos de 1,74 metros de altura, muy delgadas, con labios gruesos, pómulos elevados, ojos grandes, piernas largas y una nariz recta y no muy prominente”, informa la revista Time.
b La National Association of Anorexia Nervosa and Associated Disorders de Estados Unidos calcula que, solo en ese país, 8.000.000 de personas padecen anorexia y que algunos casos graves resultan mortales. La gran mayoría de los anoréxicos (el 86%) comenzaron a sufrir trastornos alimentarios antes de cumplir 21 años.
[Ilustración y recuadro de las páginas 8 y 9]
¿Habrá quien se ponga eso?
Cada primavera y otoño, las casas de modas de Nueva York, París y Milán exhiben en sus desfiles de modelos trajes exclusivos de grandes diseñadores. Además de su elevadísimo precio, muchos de ellos son muy poco prácticos, por no decir inllevables. “Los extravagantes y estrafalarios diseños que se ven no se han creado pensando en el público —comenta el diseñador español Juan Duyos—. El principal propósito de los desfiles de modas no es vender las prendas que se presentan, sino dar publicidad a ciertos diseñadores o marcas comerciales. Por ejemplo, una impactante colección que suscite muchos comentarios por parte de los medios de comunicación pudiera contribuir a la venta de un perfume de ese mismo diseñador.”
[Ilustración de la página 7]
Vestir siempre a la última moda puede resultar costoso
[Ilustración de la página 7]
La moda ha empujado a algunas personas a la anorexia, un trastorno muy difícil de superar
[Ilustración de la página 7]
Seguir ciertas tendencias pudiera identificarnos con un determinado grupo de individuos
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Un punto de vista equilibrado de la moda¡Despertad! 2003 | 8 de septiembre
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Un punto de vista equilibrado de la moda
LA Biblia dice que Dios “todo lo ha hecho bello a su tiempo” (Eclesiastés 3:11). Solo tenemos que mirar a nuestro alrededor para comprobarlo. De hecho, también percibimos esa belleza en los seres humanos.
Por eso, los diseñadores de ropa tratan de realzar nuestro atractivo con sus creaciones. Sin embargo, como se ha visto en el artículo anterior, la industria de la moda ha cambiado el concepto de belleza. La profesora de Psicología Ruth Striegel-Moore observa: “Nos hemos acostumbrado tanto a ver mujeres extremadamente delgadas que hemos llegado a pensar que ese es el ideal de belleza”.
Está claro, pues, que no es sensato permitir que el actual concepto de belleza del mundo nos presione para que nos adaptemos a él. En su libro Always in Style (Siempre a la moda), Doris Pooser señala que “la mujer de hoy no tiene por qué cambiar o camuflar su cuerpo cada vez que surja un nuevo ‘ideal’”. Así es, ¿por qué permitir que los medios de comunicación nos impongan su propio estereotipo? “Es mucho más fácil ser uno mismo que tratar desesperadamente de cambiar”, añade la citada autora.
Una belleza incorruptible
El que nos sintamos seguros de nosotros mismos y satisfechos en la vida no depende exclusivamente de que seamos bien parecidos. Judy Sargent, que en el pasado sufrió de anorexia, escribe: “La verdadera felicidad proviene del interior. No se puede obtener leyendo los números de una báscula”. La Biblia va aún más allá. “Que su belleza —escribió el apóstol Pedro— sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios.” (1 Pedro 3:4, Nueva Versión Internacional.)
Así es, la belleza incorruptible a la que alude Pedro es mejor que el encanto físico, pues es permanente y valiosa a los ojos de Dios. Hace muchos siglos, un rey sabio dijo: “El encanto puede ser falso, y la belleza puede ser vana; pero la mujer que teme a Jehová es la que se procura alabanza” (Proverbios 31:30).
Aunque la belleza física quizás atraiga más la atención hoy en día, mucha gente todavía respeta a quienes demuestran cualidades cristianas. El apóstol Pablo exhortó a los cristianos: “Vístanse de la nueva personalidad, [...] de los tiernos cariños de la compasión, la bondad, la humildad mental, la apacibilidad y la gran paciencia” (Colosenses 3:10, 12).
La moda es efímera por naturaleza. Incluso en el mejor de los casos, las nuevas tendencias solo nos embellecen por un tiempo. Es más, cualquier buena impresión que podamos causar se desvanecerá rápidamente si nuestra personalidad no complementa nuestro aspecto. Recordemos que “el fruto del espíritu” —con cualidades como el amor, el gozo, la paz, la gran paciencia, la bondad y el autodominio— nunca pasa de moda (Gálatas 5:22, 23; 1 Timoteo 2:9, 10).
Ahora bien, hay que admitir que nuestra vestimenta merece atención. Aline, de Francia, reconoce que ser equilibrado a este respecto constituye un desafío. “Cuando era una adolescente —comenta—, me interesaba mucho por la ropa. Quería ir a la última moda porque así me sentía segura de mí misma. Y si podía comprarme ropa de marca, mejor que mejor.
”Pero al llegar a adulta, cuando tuve que mantenerme a mí misma y empecé a dedicar gran parte de mi tiempo al ministerio cristiano —añade Aline—, me di cuenta de que si quería vivir de acuerdo con mis posibilidades, ya no podía ser esclava de la moda. Así que comencé a comprar en época de rebajas y a acudir a tiendas que ofrecen precios más asequibles. Todavía podía vestir bien, pero por una cuarta parte de lo que antes pagaba. El secreto está en comprarte ropa que te quede bien, que sea práctica, que combine con lo que ya tienes y que no pase de moda enseguida. En vez de permitir que la moda me dicte lo que tengo que comprar, trato de ver qué estilo me sienta bien. No es que la ropa haya dejado de importarme, pero ahora sé que mi valor como persona no depende exclusivamente de mi aspecto.”
En una sociedad donde la imagen a menudo cuenta más que el yo interno, los cristianos deben tener presente este sensato recordatorio bíblico: “Cuanto hay de malo en el mundo —pasiones carnales, turbios deseos y ostentación orgullosa—, del mundo procede y no del Padre. Pero el mundo y sus pasiones se desvanecen; sólo el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:16, 17, Traducción interconfesional).
[Ilustración de la página 9]
La verdadera belleza depende de nuestro yo interno, no de la ropa que llevamos
[Ilustración de la página 10]
Escoja prendas que sean prácticas y que le combinen con lo que ya tiene
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