-
SueciaAnuario de los testigos de Jehová 1991
-
-
Durante los años inmediatos a la fecha crucial de 1914, varios proclamadores del Reino se sintieron impulsados a cambiar sus vidas de forma radical. Unas cuantas hermanas jóvenes —en una época en la que se pensaba que las mujeres jóvenes tenían la obligación de casarse y tener hijos—, emprendieron sin dudar el servicio a tiempo completo y siguieron en él hasta su muerte. Su trabajo ha producido una rica bendición, ya que algunos Testigos igualmente celosos de nuestros días pueden considerarlas como sus madres, abuelas e incluso bisabuelas espirituales. (Joel 2:28.)
Una joven enfermera, Ebba Palm, tenía tanto interés en ayudar a personas espiritualmente enfermas, que llevaba su uniforme de enfermera cuando iba a predicar. El uniforme la vinculaba a la prestigiosa escuela de enfermeras Sophiahemmet, por lo que se le abrían las puertas de muchos hogares distinguidos. Durante sus primeros tres meses de repartidora, colocó 1.085 libros de cubierta dura y muchísimos folletos.
La hermana mayor de Ebba, Ellen, dejó su trabajo de empleada de banco y emprendió el servicio de repartidora. Su celo fue notorio. Después de casarse, su marido y ella tripulaban un barco de vapor para visitar a las personas que vivían a la orilla de los fiordos y calas del mar Báltico.
Anna Wickbom, hija de un jefe de policía, había sido institutriz en la corte del zar de Rusia y después profesora particular en el hogar de un conde. Dejó su trabajo bien pagado para poder ser repartidora en el territorio cercano a su hogar. Por ser quien era, los vecinos la recibían respetuosamente. Su buen dominio de idiomas le abrió muchas puertas.
En una ocasión, llamó a la puerta de una mansión impresionante. Vivía allí una condesa que envió a su mayordomo para que intimidara a Anna. El mayordomo anunció a bombo y platillo: “La condesa utilizará exclusivamente el francés para sus audiencias de hoy”. Anna replicó: “Será un verdadero placer”. Cuando la condesa, que en realidad no hablaba bien ese idioma, se percató del excelente francés de Anna, se sintió tan avergonzada que le rogó: “¿Podría hablar en sueco, por favor?”. La condesa quedó tan impresionada que durante muchos años aceptó las publicaciones de los Testigos cuando estos la visitaban.
Otra joven, Maja Lundquist, sirvió como ayudante voluntaria en las proyecciones del Foto-Drama durante tres años. Disfrutó tanto de este privilegio que se animó a emprender el servicio a tiempo completo, en el que permaneció cincuenta y tres años, hasta su muerte. Era especialmente hábil testificando en los barcos extranjeros. Durante muchos años, se vio a esta mujercita alegre y resuelta en los muelles y las cubiertas de los barcos, hablando con los capitanes y sus tripulaciones sobre el Reino de Dios y colocando enormes cantidades de publicaciones en muchos idiomas. Solía decir: “El puerto es mi mejor territorio”.
La energía, fe y perseverancia de estas precursoras eran extraordinarias. El difunto Johan H. Eneroth, que fue coordinador del Comité de Sucursal, comentó una vez: “Es enternecedor ver cómo mujeres frágiles y débiles caminan, a veces muchos kilómetros, por bosques sin caminos definidos, cargadas con bolsos llenos de libros, para encontrar algún pueblecito aislado donde llevar un mensaje de esperanza, consuelo y ánimo a las personas que viven bajo condiciones difíciles”.
-
-
SueciaAnuario de los testigos de Jehová 1991
-
-
Se colocaron toneladas de libros. La gente aceptaba con presteza los folletos Millones que ahora viven no morirán jamás y ¿Dónde están los muertos? A veces los repartidores necesitaban publicaciones con tanta urgencia que telegrafiaban a la sucursal para que les enviara “500 millones” o “200 muertos” (mensajes que han dejado perplejo a más de un operario de telégrafos).
-