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Consuelo en tiempos de crisisLa Atalaya 2002 | 1 de octubre
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Consuelo en tiempos de crisis
HOY día, las noticias no son alentadoras, ni mucho menos. Una persona escribió: “Están pasando cosas tan horribles, que a menudo nos cuesta reunir valor para ver el informativo de las seis”. El mundo está plagado de guerras, actos de violencia, sufrimiento, delito y enfermedades, males que tarde o temprano pudieran afectarnos directamente, si es que no lo han hecho ya.
La Biblia predijo con exactitud esta situación. Al describir nuestros días, Jesús reveló que habría grandes guerras, pestes, escasez de alimentos y terremotos (Lucas 21:10, 11). Asimismo, el apóstol Pablo indicó que vendrían “tiempos críticos, difíciles de manejar”, en los que las personas serían feroces, amadoras del dinero y sin amor del bien. El apóstol denominó a este período “los últimos días” (2 Timoteo 3:1-5).
Como se puede observar, las noticias sobre la situación mundial guardan cierta semejanza con las profecías bíblicas, pero no tienen mucho más en común. La Palabra inspirada de Dios, la Biblia, analiza la situación desde una perspectiva diferente. Gracias a ella, no solo podemos comprender por qué existe tanta maldad, sino saber qué nos deparará el futuro.
Cómo ve Dios la maldad
La Biblia explica cómo ve Dios el penoso estado en que hoy se halla el mundo. Aunque él predijo los problemas que nos afligen, ni le agradan ni piensa permitirlos indefinidamente, pues como escribió el apóstol Juan, “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Jehová se interesa profundamente por la gente y odia la maldad. Puesto que, además de ser bueno y compasivo, quiere eliminar de la Tierra la maldad y tiene el poder para hacerlo, es apropiado que acudamos a él en busca de consuelo. El salmista escribió respecto al Rey celestial nombrado por Dios: “Él librará al pobre que clama por ayuda, también al afligido y a cualquiera que no tiene ayudador. Le tendrá lástima al de condición humilde y al pobre, y las almas de los pobres salvará. De la opresión y de la violencia les redimirá el alma, y la sangre de ellos será preciosa a sus ojos” (Salmo 72:12-14).
¿Siente usted lástima por los que sufren? Lo más probable es que así sea, pues Jehová nos dotó de empatía. Y dado que nos creó a su imagen, podemos estar seguros de que él tampoco es indiferente al sufrimiento humano (Génesis 1:26, 27). Jesús, quien lo conoce mejor que nadie, enseñó que Dios está sumamente interesado en nosotros y siente tierna compasión por las personas (Mateo 10:29, 31).
La creación misma demuestra que Dios se preocupa por la humanidad. Jesús señaló que su Padre “hace salir su sol sobre inicuos y buenos y hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:45). Del mismo modo, el apóstol Pablo dijo a los habitantes de la ciudad de Listra: “[Dios] no se dejó a sí mismo sin testimonio, por cuanto hizo bien, dándoles lluvias desde el cielo y épocas fructíferas, llenando por completo sus corazones de alimento y de alegría” (Hechos 14:17).
¿De quién es la culpa?
Es de notar que Pablo le recordó también a la gente de Listra: “En las generaciones pasadas él permitió a todas las naciones seguir adelante en sus caminos”, lo cual indica que las naciones, es decir, las personas mismas, son en buena parte responsables de la mayoría de los aprietos en los que se encuentran. Dios no tiene la culpa (Hechos 14:16).
Pero ¿por qué permite Jehová la maldad? ¿Hará algo al respecto? Solo se puede hallar respuesta a dichas preguntas en la Palabra de Dios, ya que las razones están directamente relacionadas con la cuestión que otro ser espiritual planteó en la región celestial invisible.
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Halle consuelo en el conocimiento exacto de DiosLa Atalaya 2002 | 1 de octubre
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Halle consuelo en el conocimiento exacto de Dios
EN VISTA de lo que dice la Biblia acerca del amor y la misericordia de Dios, algunas personas se formulan preguntas inquietantes como: “Si Dios desea eliminar la maldad, sabe cómo hacerlo y tiene el poder para lograrlo, ¿por qué esta sigue aumentando?”. Se les hace difícil conciliar los siguientes enunciados: 1) Dios es todopoderoso; 2) Dios es amoroso y bueno, y 3) continúan sucediendo cosas terribles. Dado que el último enunciado es innegable, concluyen que al menos uno de los otros dos es falso. Por eso piensan que o bien Dios no puede acabar con la maldad, o no se preocupa por nosotros.
Algunos días después de la destrucción del World Trade Center de Nueva York, un destacado líder religioso de Estados Unidos admitió: “A lo largo de mi vida me han preguntado cientos de veces por qué permite Dios las tragedias y el sufrimiento. He de confesar que no tengo una respuesta del todo convincente, ni siquiera una que me satisfaga a mí mismo”.
A raíz de este comentario, un profesor de teología escribió que le había impresionado “la buena teología” que predicaba dicho guía religioso. También ratificó las palabras de cierto erudito, que escribió: “La incomprensibilidad del sufrimiento forma parte de la incomprensibilidad de Dios”. Pero ¿es realmente imposible comprender por qué permite Dios la maldad?
El origen de la maldad
En contraste con lo que los líderes religiosos puedan decir, la Biblia no enseña que la tolerancia divina de la maldad sea algo incomprensible. Una de las claves para entender esta cuestión es reconocer que Jehová no creó un mundo malvado. A la primera pareja humana la hizo perfecta, sin pecado. Cuando contempló su creación, Jehová vio que era ‘muy buena’ (Génesis 1:26, 31). Su propósito era que Adán y Eva convirtieran toda la Tierra en un paraíso como el jardín de Edén y que la poblaran de personas felices bajo la protección de Su amorosa soberanía (Isaías 45:18).
La maldad comenzó cuando una criatura espiritual, que había sido leal a Dios en un principio, cultivó el deseo de que se le adorara (Santiago 1:14, 15). Su rebelión se hizo manifiesta en la Tierra cuando influyó en los primeros humanos para que también se opusieran a Dios. En vez de obedecer el claro mandato divino de no comer ni tocar el fruto del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, Adán y Eva lo comieron (Génesis 3:1-6). Al hacerlo, no solo desobedecieron a Dios, sino que demostraron su deseo de independizarse de él.
Se plantea una cuestión moral
La rebelión que tuvo lugar en Edén hizo surgir una cuestión de índole moral, un desafío de importancia universal. Los rebeldes humanos pusieron en duda que Jehová gobernara bien a sus criaturas. ¿Tenía el Creador derecho a exigir obediencia absoluta a la humanidad? ¿Les iría mejor si se independizaban de Dios?
Jehová respondió a este desafío a su gobernación demostrando que existe un perfecto equilibrio entre sus principales cualidades: poder, justicia, amor y sabiduría. Pudo haber utilizado su poder para aplastar aquella rebelión inmediatamente, lo cual tal vez hubiera parecido justo, pues él tenía todo el derecho a hacerlo. Pero eso habría impedido que se contestaran las preguntas de carácter moral que se habían planteado. Por otra parte, Dios pudo haber pasado por alto su pecado, algo que a algunas personas de hoy podría parecerles amoroso. Sin embargo, perdonarlos no hubiera permitido que se refutara la alegación de Satanás de que a la humanidad le iría mejor si se gobernaba a sí misma. Además, dicho proceder pudiera haber impulsado a otras personas a desviarse del camino de Jehová, lo que habría ocasionado un sufrimiento interminable.
En su sabiduría, Jehová permitió que, por algún tiempo, los seres humanos siguieran su propio camino. Aunque esto haya significado que se tolerara temporalmente la maldad, el hombre ha tenido así la oportunidad de demostrar si puede o no gobernarse a sí mismo con éxito prescindiendo de Dios y rigiéndose por sus propias normas morales. ¿Cuáles han sido los resultados? La historia de la humanidad ha estado siempre marcada por la guerra, la injusticia, la opresión y el sufrimiento. El fracaso total de la rebelión contra Jehová zanjará de una vez por todas las cuestiones que surgieron en Edén.
Mientras tanto, Dios ha demostrado su amor a la humanidad entregando a su Hijo, Jesucristo, quien dio su vida humana como sacrificio redentor. Dicho sacrificio hizo posible que las personas obedientes sean libertadas de la esclavitud al pecado y la muerte ocasionada por la desobediencia de Adán. Además, abrió el camino para que todos los que ejerzan fe en él tengan vida eterna (Juan 3:16).
Jehová nos asegura que el sufrimiento humano es temporal, lo cual es muy reconfortante. “Solo un poco más de tiempo, y el inicuo ya no será —escribió el salmista—; y ciertamente darás atención a su lugar, y él no será. Pero los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz.” (Salmo 37:10, 11.)
Un futuro seguro y feliz
El cumplimiento de las profecías bíblicas indica que el día en que Dios pondrá fin a las enfermedades, el dolor y la muerte está a las puertas. Observe qué maravilloso anticipo de ese día recibió el apóstol Juan en una visión. Escribió: “Vi un nuevo cielo y una nueva tierra; porque el cielo anterior y la tierra anterior habían pasado, y el mar ya no existe. [...] Y Dios mismo estará con [la humanidad]. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. Destacando la veracidad de esta promesa, Dios le dijo a Juan: “Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas” (Revelación [Apocalipsis] 21:1-5).
¿Qué será de los miles de millones de personas inocentes que han muerto desde que tuvo lugar la rebelión en Edén? Jehová ha prometido resucitar a quienes se hallan dormidos en la muerte. El apóstol Pablo afirmó: “Tengo esperanza en cuanto a Dios [...] de que va a haber resurrección así de justos como de injustos” (Hechos 24:15). Estos tendrán la perspectiva de vivir en un mundo en el que “la justicia habrá de morar” (2 Pedro 3:13).
Así como un padre amoroso permitiría que su hijo se sometiera a una operación dolorosa si esta fuera a producirle beneficios perdurables, Jehová ha permitido que los seres humanos sufran temporalmente las consecuencias de la maldad. Sin embargo, a los que procuran hacer la voluntad divina les aguarda una eternidad llena de bendiciones. Pablo explicó: “La creación fue sujetada a futilidad, no de su propia voluntad, sino por aquel que la sujetó, sobre la base de la esperanza de que la creación misma también será libertada de la esclavitud a la corrupción y tendrá la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Romanos 8:20, 21).
Estas sí que son buenas noticias, no como las que aparecen en la televisión o el periódico. Son las mejores noticias que pudiéramos recibir, y vienen del “Dios de todo consuelo”, quien realmente se interesa por nosotros (2 Corintios 1:3).
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