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Leales y constantes: ayer y hoyLa Atalaya 2004 | 15 de octubre
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“Negarse a efectuar el servicio militar —explica Andrzej Szalbot, a quien la Gestapo arrestó en 1943— significaba acabar en un campo de concentración, por lo general, Auschwitz. Yo aún no me había bautizado, pero era consciente de las palabras tranquilizadoras de Jesús en Mateo 10:28, 29. Sabía que si moría por mi fe en Jehová, él me podía resucitar.”
A principios de 1942, los nazis detuvieron a diecisiete hermanos de Wisła. Al cabo de tres meses, quince de ellos murieron en Auschwitz. ¿Cómo repercutió esto en los Testigos que quedaban en Wisła? En vez de hacer que abandonaran su fe, los animó a aferrarse fielmente a Jehová. Durante los siguientes seis meses, el número de publicadores de Wisła se duplicó. Al poco tiempo hubo más arrestos. En total, 83 hermanos, personas interesadas y niños resultaron víctimas del terrible ataque nazi. Cincuenta y tres de ellos fueron enviados a campos de concentración (principalmente a Auschwitz) o a campos de trabajos forzados en las minas y canteras de Polonia, Alemania y Bohemia.
Leales y constantes
En Auschwitz, los nazis trataron de tentar a los Testigos con la perspectiva de conseguir libertad inmediata. Cierto guardia de las SS le dijo a un hermano: “Si solo firma un documento renunciando a la fe de los Estudiantes de la Biblia, lo pondremos en libertad y se podrá ir a su casa”. Aunque le hicieron esa oferta muchas veces, el hermano no transigió en cuanto a su lealtad a Jehová. A raíz de esto, recibió palizas y burlas y debió realizar trabajos forzados, tanto en Auschwitz como en Mittelbau-Dora (Alemania). Justo antes de su liberación, estuvo a punto de morir durante el bombardeo del campo donde se hallaba.
Paweł Szalbot, un Testigo que murió hace poco, recordó en cierta ocasión: “Durante los interrogatorios, la Gestapo me preguntaba vez tras vez por qué no me unía al ejército alemán y por qué me negaba a decir ‘Heil Hitler’”. Tras explicarles la base bíblica de su neutralidad cristiana, fue sentenciado a trabajar en una fábrica de armamentos. “Obviamente, mi conciencia no me permitía aceptar ese trabajo, así que me enviaron a una mina”, relató el hermano. Con todo, se mantuvo fiel.
Quienes no fueron encarcelados —las mujeres y los niños— enviaban comida a los que estaban en Auschwitz. “En el verano recogíamos arándanos del bosque y los cambiábamos por trigo —dice un hermano que era joven en aquel tiempo—. Las hermanas horneaban panecillos y los empapaban en manteca de cerdo. Luego los enviábamos en cantidades pequeñas a los hermanos encarcelados.”
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Leales y constantes: ayer y hoyLa Atalaya 2004 | 15 de octubre
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[Ilustración de la página 27]
Aunque algunos hermanos fueron enviados a Auschwitz y murieron allí, la obra no dejó de progresar en Wisła
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