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Dios es mi refugio y fortalezaLa Atalaya 1997 | 1 de mayo
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Cuando cumplí la condena, en vez de salir libre, pasé a manos de la Gestapo, pues se suponía que firmara un documento en el que dijera que ya no sería miembro activo de los testigos de Jehová. Como me negué rotundamente, el oficial, furibundo, se levantó de un salto y ordenó nuevamente mi encarcelamiento. La orden de detención aparece en la fotografía. Sin que me dejaran ver a mis padres, me llevaron de inmediato a un pequeño campo de concentración para mujeres en Lichtenberg, a orillas del río Elba. Poco después me encontré con Käthe. Ella había estado internada en el campo de concentración de Moringen desde diciembre de 1936, pero cuando lo cerraron pasó con otras hermanas a Lichtenberg. Mi padre también se hallaba detenido, y no volví a verlo hasta 1945.
En Lichtenberg
No me permitieron unirme al grupo de las Testigos inmediatamente, pues estaban castigadas por alguna razón. En uno de los comedores observé dos grupos de prisioneras: las mujeres que se sentaban a la mesa y las Testigos, que tenían que sentarse todo el día en banquillos sin nada que comer.b
Yo aceptaba todo trabajo sin rechistar con la esperanza de encontrarme con Käthe de algún modo; y así sucedió. Ella se dirigía al trabajo con otras dos prisioneras cuando nos cruzamos. Rebosante de alegría, le di un gran abrazo; sin embargo, la guardia que nos vigilaba nos delató inmediatamente. Después de interrogarnos, nos mantuvieron separadas a propósito. Aquello fue en extremo doloroso.
Otros dos incidentes ocurridos en Lichtenberg quedaron grabados en mi memoria. En cierta ocasión mandaron que las prisioneras se congregaran en el patio para escuchar un discurso político de Hitler por la radio. Las testigos de Jehová no acudimos, pues la reunión llevaba aparejada ceremonias patrióticas. Entonces los guardias dirigieron hacia nosotras las mangueras contra incendios y, lanzándonos el poderoso chorro de una toma de agua, nos persiguieron a nosotras, mujeres indefensas, desde el cuarto piso hasta el patio. Allí tuvimos que permanecer de pie, caladas hasta los huesos.
En otra ocasión nos ordenaron a Gertrud Oehme, Gertel Bürlen y a mí que decoráramos con luces la comandancia con motivo del cumpleaños de Hitler, que ya estaba próximo. Las tres jóvenes nos negamos, pues vimos en ello una táctica de Satanás para quebrantar nuestra integridad haciéndonos ceder en asuntos pequeños. Como castigo, pasamos tres semanas cada una encerrada sola en una celda pequeña y oscura. Pero Jehová se mantuvo cerca de nosotras y fue un refugio aun en aquel lugar tan horrible.
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Dios es mi refugio y fortalezaLa Atalaya 1997 | 1 de mayo
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b En la página 10 del número del 1 de mayo de 1940 de la revista Trost (Consolación), editada por la Sociedad Watch Tower de Berna (Suiza), se informó de que en una ocasión se dejó sin almuerzo durante catorce días a las testigos de Jehová de Lichtenberg porque se negaban a hacer un ademán de honor cuando sonaban los himnos nazis. Había 300 testigos de Jehová en aquel lugar.
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