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Mantuve integridad en la Alemania nazi¡Despertad! 1993 | 8 de febrero
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Mantuve integridad en la Alemania nazi
UN FRÍO día de abril de 1939 me enviaron al campo de concentración alemán de Sachsenhausen. Con un grupo de nuevos prisioneros comparecí ante el comandante del campo, un hombre de aspecto cruel apodado Cuadrangular debido a su gran corpulencia. En el “discurso de bienvenida” nos censuró con dureza y describió las brutales torturas que podíamos esperar.
“¡De mí podrán conseguir lo que quieran —gritó—, un tiro en la cabeza, en el pecho o en el estómago!” Después advirtió: “Mis hombres son buenos tiradores. ¡Pueden enviarlos derechitos al cielo! Solo saldrán de aquí como cadáveres”.
Después me enviaron a un lugar de aislamiento, una zona vallada dentro del campo donde tenían a los testigos de Jehová y a otros prisioneros considerados peligrosos. Allí, un oficial de las SS (la guardia de elite de Hitler) me abofeteó varias veces por negarme a firmar una declaración repudiando mi fe.
Otto Kamien, de Herne, entabló amistad conmigo y hasta me ayudó a coser a mi uniforme mi número de prisionero y el triángulo púrpura por el que se identificaba a los testigos de Jehová en el campo. También me enseñó a hacer la cama: a algunos prisioneros les habían pegado y a otros los habían matado por no hacer la cama como se esperaba.
Otto me advirtió: “De vez en cuando te preguntarán si aún eres testigo de Jehová. Sé firme y constante, diles en voz alta y clara: ‘Aún soy testigo de Jehová’. Si eres firme y constante, el Diablo te dejará tranquilo”. (Santiago 4:7.) El ánimo que me infundió Otto me ayudó a mantener integridad a Dios durante los siguientes seis años, los cuales pasé en tres campos de concentración.
Cuando pienso en aquellos duros años me doy cuenta —ahora más que antes— de que mantuve integridad sólo gracias a la ayuda de Dios. ¿A qué se debió que el 20 de enero de 1938 me arrestaran?
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Mantuve integridad en la Alemania nazi¡Despertad! 1993 | 8 de febrero
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Cumplida mi condena, la Gestapo de Königsberg me interrogó repetidas veces. Como me negué a cambiar de decisión, me condujeron al campo de concentración de Sachsenhausen. Allí me asignaron a trabajar en la construcción de un garaje desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde. Debido al trato inhumano, hubo prisioneros que intentaron escapar, aunque sabían que si los atrapaban los matarían de un tiro. En una ocasión vi a un prisionero suicidarse arrojándose sobre el cercado electrificado del campo.
Se intensifica la presión
En septiembre de 1939 estalló la II Guerra Mundial, y como consecuencia se intensificó la presión sobre nosotros en el campo de Sachsenhausen. Se nos impuso más trabajo y se nos quitó la ropa de lana, que era la de más abrigo. El 15 de septiembre los nazis iban a aprovechar el caso de nuestro hermano cristiano August Dickmann, que se había negado a hacer el servicio militar, para dar una lección ejemplar. Convocaron una concentración especial para su ejecución.
Centenares de nosotros, compañeros Testigos, vimos con nuestros propios ojos el fusilamiento de August. Tras esto, se hizo marchar a todos los demás prisioneros, excepto a los testigos de Jehová. Entonces, Cuadrangular preguntó quién estaba dispuesto a firmar la renuncia de su fe, expresando así su deseo de hacerse soldado. Ni uno solo firmó. Cuadrangular estaba furioso.
El invierno de 1939 fue crudo. La poca ropa que teníamos no abrigaba mucho, y estábamos mal alimentados: la muerte pasó factura. Muchos de nuestros hermanos mayores murieron, pero el porcentaje de muertes entre nosotros fue pequeño en comparación con otros grupos de prisioneros. Incluso el robusto Cuadrangular cayó en cama, y murió en febrero de 1940.
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