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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 2012 | 15 de diciembre
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Preguntas de los lectores
Antes de estudiar la Biblia, mi esposa y yo nos sometimos a un tratamiento de fecundación in vitro, pues deseábamos tener un bebé. Algunos de los óvulos fecundados —o embriones— no se utilizaron, por lo que fueron congelados y almacenados. ¿Deberíamos seguir conservándolos, o estaría bien deshacernos de ellos?
Esta es una de las muchas cuestiones morales y éticas a las que se enfrenta un matrimonio que decide recurrir a la fecundación in vitro. Como cada pareja es responsable ante Jehová de las decisiones que toma, conviene entender en qué consiste esta técnica de reproducción asistida.
En 1978, una mujer de Inglaterra que no podía tener hijos debido a una obstrucción en las trompas de Falopio se convirtió en la primera persona en dar a luz a un bebé probeta. Para lograrlo, los médicos le extrajeron un óvulo maduro y, en una placa de laboratorio, lo fecundaron con el esperma del esposo. El nuevo embrión se colocó en nutrientes para facilitar su desarrollo, y luego fue implantado en la matriz de la madre. Con el tiempo nació una niña. Este procedimiento y sus variantes llegaron a conocerse como fecundación in vitro (que significa “en cristal”).
Aunque los detalles varían de país a país, por lo general la fecundación in vitro implica básicamente lo mismo. Primero, a la mujer se le administran potentes medicamentos durante varias semanas a fin de estimular la producción de óvulos. Luego, se solicita al esposo una muestra de semen, la cual se obtiene por masturbación. En el laboratorio se unen el esperma preparado y los óvulos. Es probable que varios de estos logren fecundarse, comiencen a dividirse y se conviertan en embriones. Al día siguiente se examinan cuidadosamente con el fin de separar los defectuosos de los que parecen saludables y con mayores oportunidades de adherirse al útero. Más o menos al tercer día suelen transferirse dos o tres de los mejores embriones a la matriz de la mujer. De esta forma aumentan sus posibilidades de quedar embarazada. Si uno o más de los embriones se fija al útero, comienza el embarazo y se espera que a los nueve meses dé a luz.
Ahora bien, ¿qué se hace con el resto de los embriones, entre ellos los que parecen menos saludables o hasta defectuosos? Puesto que es imposible que sobrevivan por sí solos, los que no se utilizan pueden congelarse en nitrógeno líquido. ¿Para qué? Pues bien, si el primer procedimiento falla, algunos de los embriones guardados pueden usarse en un segundo intento a un costo menor. No obstante, esta práctica presenta cuestiones éticas. Como le sucede al matrimonio que planteó la pregunta citada al principio, a muchas personas les cuesta decidir qué hacer con los embriones congelados. Tal vez no deseen tener más hijos, o no puedan darse ese lujo debido a su edad o circunstancias económicas. O quizás teman los riesgos asociados a los embarazos múltiples.a Y la situación se complica cuando uno o ambos cónyuges mueren o se casan con otra persona. En efecto, hay muchos factores implicados, y algunas parejas siguen pagando año tras año los gastos de conservación.
En 2008, un destacado embriólogo señaló en el periódico The New York Times que muchos pacientes realmente no saben qué hacer con los embriones sobrantes. El artículo declaró: “Hay por lo menos 400.000 embriones congelados en clínicas de todo el país, y la cifra sigue creciendo [...]. Si se conservan correctamente, pueden seguir siendo viables después de una década o más. Sin embargo, cuando se descongelan, no todos sobreviven” (cursivas nuestras). Este último dato da a algunos cristianos mucho en que pensar. Veamos por qué.
Los matrimonios cristianos que se enfrentan a los dilemas provocados por la fecundación in vitro hacen bien en reflexionar en las implicaciones de otra situación médica. Tal vez un cristiano tenga que decidir qué hacer con un ser querido en estado terminal que depende de un respirador u otros medios artificiales para prolongar su vida. Los cristianos verdaderos no rechazan la asistencia médica, pues en armonía con Éxodo 20:13 y Salmo 36:9 tienen la vida en alta estima. La revista ¡Despertad! del 8 de agosto de 1974 dijo: “Debido a que ellos respetan el punto de vista de Dios de la santidad de la vida, en consideración por sus propias conciencias y en obediencia a las leyes gubernamentales, los que desean amoldar su vida a los principios bíblicos nunca recurrirían a la eutanasia positiva”, que no es otra cosa que provocar a propósito la muerte de un paciente. En algunas ocasiones, sin embargo, las máquinas son lo único que mantiene viva a una persona, y sus familiares tienen que decidir si seguirán prolongando su vida por medios artificiales.
Por supuesto, esta no es la misma situación que afronta una pareja que recurrió a la fecundación in vitro y ahora tiene embriones almacenados. No obstante, una de las opciones que tal vez se les ofrezca sea sacarlos del refrigerador de nitrógeno y dejar que se descongelen. Fuera del ambiente artificial del refrigerador, se deteriorarán hasta que ya no sean viables. Los cónyuges deben decidir si permitirán dicho procedimiento (Gál. 6:7).
Los matrimonios que se sometieron a un tratamiento de fecundación in vitro con la esperanza de ser padres pueden optar por mantener los embriones congelados pagando el costo que ello supone, y quizás decidan usarlos en el futuro para tener un hijo. Sin embargo, también pueden poner fin a su mantenimiento si consideran que solo siguen vivos gracias a medios artificiales. Los cristianos que se enfrentan a esta decisión asumen ante Dios la responsabilidad de seguir los dictados de su conciencia educada por la Biblia. Su deseo debe ser tener la conciencia tranquila y respetar la de los demás (1 Tim. 1:19).
Los cristianos que se enfrentan a esta decisión asumen ante Dios la responsabilidad de seguir los dictados de su conciencia educada por la Biblia
Un experto en endocrinología reproductiva comentó que la mayoría de las parejas “no solo se sienten confundidas, sino también profundamente preocupadas por la decisión de qué hacer con los embriones que tienen [congelados]”. Y concluyó: “A muchas de ellas, ninguna opción les parece buena”.
Es evidente que, antes de siquiera pensar en recurrir a la fecundación in vitro, los verdaderos cristianos deben evaluar las graves implicaciones de esta técnica. La Biblia aconseja: “El prudente ve el peligro y lo evita; el insensato sigue adelante y recibe el daño” (Prov. 22:3, La Palabra de Dios para Todos).
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 2012 | 15 de diciembre
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a ¿Qué sucede si el feto parece tener deformaciones o si varios embriones se adhieren a la pared del útero? Poner fin deliberadamente a un embarazo sería abortar. Los embarazos múltiples (de gemelos, trillizos, etc.) son frecuentes en la fecundación in vitro, lo cual aumenta el riesgo de que se produzcan complicaciones, como nacimientos prematuros y hemorragias. Cuando una mujer lleva en la matriz varios fetos, tal vez se le sugiera efectuar una reducción selectiva, es decir, matar a uno o más de ellos. Esto es un aborto deliberado y equivale a un asesinato (Éx. 21:22, 23; Sal. 139:16).
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