Hitler tuvo tanto éxito que declaró la guerra, como bien había predicho el ángel. “Y habrá brazos que se levantarán, procedentes de él; y realmente profanarán el santuario, la plaza fuerte, y removerán el rasgo constante.” (Daniel 11:31a.)

La implacable persecución del resto ungido y sus compañeros en los países dominados por el rey del norte profanó el patio terrestre del templo. La persecución fue tan severa que se removió el rasgo constante, es decir, el sacrificio de alabanza público al nombre de Jehová. (Hebreos 13:15.) No obstante, la historia muestra que, a pesar del terrible sufrimiento, los fieles cristianos ungidos siguieron predicando en la clandestinidad junto con las “otras ovejas”. (Juan 10:16.)