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  • Contribuciones que regocijan el corazón
    La Atalaya 1986 | 1 de diciembre
    • En el mismísimo día que fue formada la congregación cristiana en el año 33 E.C., los 3.000 recién bautizados se sintieron movidos a “compartir unos con otros, a tomar comidas y a [hacer] oraciones”. ¿Con qué propósito? Para fortalecer su fe tierna por medio de ‘continuar dedicándose a la enseñanza de los apóstoles’. (Hechos 2:41, 42.)

      Los judíos y los prosélitos habían ido a Jerusalén con planes de quedarse sólo durante la fiesta del Pentecostés. Pero los que llegaron a ser cristianos deseaban quedarse por más tiempo para aprender más y poder fortalecer su nueva fe. Esto creó una emergencia con relación al alimento y alojamiento. Algunos de los visitantes no tenían suficientes fondos, mientras que a otros les sobraban. De manera que se hizo un fondo común temporal y se distribuyeron cosas materiales entre los que estaban en necesidad. (Hechos 2:43-47.)

      ¿Cómo se administraron los asuntos para proveerles alimento y alojamiento? Los apóstoles, actuando como cuerpo gobernante, dirigieron la recolección y distribución de los bienes contribuidos. Por lo tanto, los primeros cuadros de la congregación cristiana muestran que sus miembros no consideraban sus posesiones materiales como si fueran suyas, sino, más bien, como si fueran algo para ser usado en beneficio de la entera congregación. (Hechos 2:44; 4:32.) Adicionalmente, “todos los que eran poseedores de campos o de casas los vendían, y traían los valores de las cosas vendidas y los depositaban a los pies de los apóstoles. A su vez, se efectuaba distribución a cada uno, según tuviera necesidad”. (Hechos 4:34, 35.)

      La venta de propiedades y la distribución en común de todas las cosas era estrictamente voluntaria. Nadie estaba obligado a vender o a donar algo; esto tampoco promovía la pobreza. La idea que se expresa no es que los miembros más ricos vendieron todas sus propiedades y se hicieron pobres. Más bien, movidos por la compasión que sentían por sus compañeros de creencia que estaban en aquellas circunstancias, vendieron propiedades y contribuyeron todas las ganancias para proveer lo que se necesitaba para el adelantamiento de los intereses del Reino. (Compárese con 2 Corintios 8:12-15.)

  • Contribuciones que regocijan el corazón
    La Atalaya 1986 | 1 de diciembre
    • Unos 20 años después del Pentecostés de 33 E.C., el apóstol Pablo le recordó a la congregación corintia la necesidad de dar cierta contribución. Él escribió: “Ahora bien, respecto a la colecta que es para los santos: así como di órdenes a las congregaciones de Galacia, háganlo de esa manera ustedes también”. Luego pasa a dar el siguiente consejo: “Cada primer día de la semana, que cada uno de ustedes en su propia casa ponga algo aparte en reserva según vaya prosperando, para que cuando yo llegue no se hagan colectas entonces. Pero cuando llegue yo allá, a cualesquiera hombres que ustedes aprueben por cartas, a éstos los enviaré para que lleven su bondadoso don a Jerusalén”. El decidir cuánto dar parece haber estado a cargo de la entera familia, sea que fueran ricos o pobres, puesto que esto tenía que realizarse en “su propia casa”. (1 Corintios 16:1-3.)

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