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  • ¿Es sacrificio su contribución?
    La Atalaya 1987 | 1 de diciembre
    • Diferentes puntos de vista

      El relato bíblico muestra que la gente fue muy liberal y generosa en los tiempos de Moisés y de David y, posteriormente, durante el reinado de Jehoás y Josías. (Éxodo 36:3-7; 1 Crónicas 29:1-9; 2 Crónicas 24:4-14; 34:9, 10.) Se alegró de participar en la construcción y el mantenimiento de la casa de Jehová y en dar adelanto a la adoración verdadera. Estas palabras de David expresaron bien cómo pensaban: “Me regocijé cuando estuvieron diciéndome: ‘Vamos a la casa de Jehová’”. (Salmo 122:1.)

      Sin embargo, no toda persona tenía ese espíritu generoso. Por ejemplo, leemos que en los días de Malaquías los sacerdotes ofrecían a Jehová “algo arrancado, y al cojo y al enfermo”. En vez de regocijarse por su privilegio de servicio, decían: “¡Mira! ¡Qué aburrimiento!”. (Malaquías 1:13.)

      Algo similar pasaba en el tiempo de Jesús: algunos se aprovechaban de la situación para el adelanto de sus propios intereses. Por ejemplo, los notorios cambistas del templo no estaban allí solo para suministrar cambio monetario. Más bien, se aprovechaban de que solo se aceptaran como ofrenda siclos hebreos, y que todos los que tenían dinero romano o griego tenían que conseguir cambio. Según Alfred Edersheim, autoridad en historia judía, “se permitía que los banqueros cambiaran un meah de plata, o aproximadamente la cuarta parte de un denario [el denario era el pago de un día de trabajo para el obrero] por cada medio siclo”. Si eso es correcto, no es difícil ver lo lucrativo que tiene que haber sido aquel negocio, y por qué los líderes religiosos se indignaron tanto cuando Jesús echó del templo a los cambistas.

      “De su indigencia”

      Todo esto simplemente da énfasis a la ilustración de Jesús sobre la pequeña contribución que la viuda pobre echó, sin duda, en una de las cajas marcadas “Ofrendas voluntarias”. Por ser viuda, no se exigía que ella diera la capitación, y debido a sus recursos limitados lo probable era que no podía satisfacer los requisitos mínimos para las ofrendas quemadas de la madera ni de las ofrendas de incienso. Sin embargo, quería hacer algo para mostrar su amor a Jehová. No quería que la excluyeran, o solo dejar que contribuyeran los que ‘podían darse tal lujo’. Jesús dijo: “Ella, de su indigencia, echó cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir”. (Marcos 12:44.)

      De este relato podemos aprender muchas lecciones valiosas. Quizás la más sobresaliente es que, aunque todos tenemos el privilegio de apoyar la adoración verdadera mediante las posesiones materiales, lo que en verdad es precioso a la vista de Dios no es que demos o contribuyamos lo que, de todos modos, no nos hace falta, sino que demos lo que es valioso para nosotros. En otras palabras ¿estamos dando algo que en realidad no echaremos de menos, o es un verdadero sacrificio nuestra contribución?

  • ¿Es sacrificio su contribución?
    La Atalaya 1987 | 1 de diciembre
    • ¿Cómo ve usted todas estas diversas maneras de contribuir? Como para personas de los días de Malaquías, ¿son para usted estas contribuciones una carga que cansa, y quizás diga en su corazón: “¡Mira! ¡Qué aburrimiento!”, o, como la “viuda pobre” ve estas ocasiones como oportunidades de demostrar su celo e interés en la adoración verdadera y su deseo de honrar a Jehová con sus cosas valiosas? No olvide la pregunta pertinente: ¿Es sacrificio su contribución?

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