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ZambiaAnuario de los testigos de Jehová 2006
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Sacrificios para asistir
Casi todas las asambleas de distrito se celebraban en lugares de difícil acceso, lejos de las carreteras principales. Robinson Shamuluma recuerda una asamblea a la que asistió en 1959: “Unos quince fuimos en bicicleta hasta Kabwe, en la provincia Central. Para comer, llevábamos harina de maíz y pescado seco, y por las noches dormíamos en el bosque. En Kabwe tomamos un tren, y por fin llegamos a la asamblea después de casi cuatro días de viaje”.
Lamp Chisenga no olvida a un hermano que recorrió unos 130 kilómetros a pie y en bicicleta con sus seis hijos a fin de asistir a una asamblea de distrito. “Para el viaje —relata el hermano Chisenga— llevaron mandioca (yuca) asada, maní y mantequilla de maní. Muchas veces tuvieron que acampar a la intemperie en el bosque.”
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ZambiaAnuario de los testigos de Jehová 2006
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Cierto año, durante la temporada de las asambleas de distrito, estábamos viajando en auto por el norte del país, región en la que hay pocas carreteras, solo caminos de tierra. A varios kilómetros de una aldea vimos un grupo de personas caminando hacia nosotros. Nos llamó la atención un anciano, encorvado en ángulo recto, que se apoyaba en un bastón. Colgadas a la espalda tenía las botas (atadas por los cordones) y una bolsita con sus pertenencias. Al acercarnos, nos dimos cuenta de que tanto él como los demás llevaban puesta la tarjeta de solapa de la asamblea. Nos detuvimos para preguntarles de dónde eran, a lo que el hermano mayor respondió, enderezándose un poco: “¿Ya se han olvidado?, estuvimos juntos en Chansa para la asamblea. Ya vamos llegando a casa”.
—¿Cuándo partieron de la asamblea? —preguntamos.
—El domingo, cuando terminó el programa.
—Pero estamos en la tarde del miércoles. ¿Llevan tres días caminando?
—Sí, y anoche oímos leones.
—Desde luego, todos ustedes merecen encomio por el magnífico espíritu que manifiestan y todos los sacrificios que hacen para asistir a las asambleas.
El hermano mayor recogió sus cosas, comenzó a andar y se despidió diciendo: “Eso no es nada. Den ustedes las gracias a la sucursal por haber escogido este nuevo lugar para la asamblea. El año pasado tuvimos que caminar cinco días, pero este año... solo tres”.
Muchos se acuerdan de que 1992 fue un año de sequía en Zambia. En una asamblea que celebramos a la orilla del río Zambeze, a unos 200 kilómetros [120 millas] río arriba de las cataratas Victoria, aprovechábamos las noches para visitar a las familias, la mayoría de las cuales se reunían en torno a una fogata frente a su pequeña cabaña. Vimos a un grupo de unos veinte que entonaban cánticos del Reino. Nos enteramos de que habían caminado ocho días para llegar a la asamblea. Utilizaron sus animales para cargar a los niños pequeños, la comida, los utensilios para cocinar y otros artículos necesarios, y habían parado a dormir donde les alcanzaba la noche, pero no les parecía que todo aquello hubiera sido algo excepcional.
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