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  • Dos “milagros” en una asamblea de Georgia
    La Atalaya 2007 | 1 de agosto
    • En enero comenzó la búsqueda de un lugar adecuado en Tiflis, la capital, a fin de reunir a los miles que se esperaban para la mayor de las asambleas. Desde allí se transmitiría el programa por teléfono a los demás locales.

      En el pasado, los testigos de Jehová de Georgia han enfrentado seria oposición. No obstante, en los últimos años se les ha concedido de forma gradual mayor libertad religiosa. De modo que los miembros del Comité de Asamblea se dispusieron a trabajar con empeño, seguros de que encontrarían un lugar en la capital donde realizar la asamblea. Los georgianos son gente hospitalaria y amigable por naturaleza; sin embargo, algunos funcionarios del Estado tienen prejuicios religiosos muy arraigados. ¿Se dejarían influir por sus sentimientos, o permitirían que los Testigos alquilaran el local que necesitaban?

      Los hermanos visitaron varios estadios y complejos deportivos. Aunque en un principio los administradores aceptaban alquilarles las instalaciones, a la hora de fijar la fecha, siempre se retractaban. Por eso, los hermanos se sorprendieron cuando la junta directiva de la Filarmónica de Tiflis accedió a alquilarles su sala de conciertos. Y no era para menos: el recinto se encuentra en el corazón de la capital, y en él tienen lugar los espectáculos más importantes.

      Entusiasmados al ver que sus esfuerzos por fin habían rendido fruto, los miembros del comité se dieron a la tarea de organizar tanto la asamblea de Tiflis como las que se celebrarían en Cnori, Kutaisi, Zugdidi, Kaspi y Gori. Como se deseaba presentar el programa de forma simultánea en todas las localidades, se decidió conectarlas por vía telefónica, lo cual requirió mucho trabajo. Finalmente, todo quedó listo. Sin embargo, justo una semana antes de la asamblea, la junta canceló el contrato sin explicación alguna.

      El primer “milagro”

      ¿Qué se podría hacer con tan poco tiempo? La única salida era celebrar la asamblea en Marneuli, una comunidad agrícola ubicada a 40 kilómetros (25 millas) de Tiflis. Ya antes se habían efectuado allí asambleas, en la propiedad de una familia de Testigos. De hecho, este terreno —que alguna vez fuera una huerta— es el único lugar que han podido utilizar con este fin las congregaciones de Tiflis por los últimos diez años. Sin embargo, también ha sido escenario de violentos ataques contra los testigos de Jehová.

  • Dos “milagros” en una asamblea de Georgia
    La Atalaya 2007 | 1 de agosto
    • Aquel lamentable episodio podía repetirse, y el comité organizador de la asamblea lo sabía. Sin embargo, esta no era su única preocupación; también tenían que acomodar a 5.000 personas en un terreno en el que apenas cabían 2.500. ¿Qué podrían hacer? Estaban tratando de salir de este aprieto cuando los dueños de dos sembradíos de papa que colindaban con la propiedad vinieron a ofrecer sus terrenos en alquiler. ¡Fue un verdadero milagro!

      Claro, acondicionar los terrenos no sería nada sencillo, pues primero había que arrancar las papas. Por si fuera poco, llovió toda la semana previa a la asamblea. Aun así, los voluntarios no se desanimaron y se pusieron a cosechar bajo una lluvia torrencial. Luego desmontaron las cercas que dividían los terrenos, construyeron armazones con techos de lona para proteger del sol y el agua a los concurrentes, fabricaron más bancos de madera e instalaron dispositivos de sonido adicionales. Algunos casi no durmieron esa semana; día y noche se les podía ver cortando, clavando y taladrando.

      “¿Y si nos llueve durante la asamblea? —se preguntaban todos—. ¿No nos tragará el lodo?” Por si acaso, el terreno mojado se recubrió con paja. Pero de repente... ¡salió el sol! Y durante toda la asamblea, su cálida luz resplandeció sobre la campiña.

      Cuando finalmente llegaron los asambleístas, se encontraron con un paisaje tan hermoso y apacible que se sintieron como en el nuevo mundo. Ya en sus cómodos asientos, observaron que se había cubierto el fondo de la plataforma con una enredadera de vid. Había higueras y otros árboles frutales todo en derredor, así como sembradíos de tomate y maíz. Aquí y allá se escuchaba el canto de los gallos, y las gallinas cacareaban mientras los granjeros recogían sus huevos. Con todo, estos y otros sonidos característicos del campo resultaron ser tan solo una alegre serenata, apenas perceptible para los concurrentes; así de atentos estaban a la magnífica instrucción bíblica.

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