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  • Los antiguos escribas y la Palabra de Dios
    La Atalaya 2007 | 15 de marzo
    • Los antiguos escribas y la Palabra de Dios

      LAS Escrituras Hebreas se completaron a finales del siglo V antes de nuestra era. En los siglos que siguieron hubo eruditos judíos —sobre todo los soferim y, posteriormente, los masoretas— que fueron meticulosos custodios del texto hebreo, compilado en rollos. Sin embargo, los libros más antiguos de la Biblia se remontan a los días de Moisés y Josué, mil años antes del tiempo de los soferim. Como se escribieron sobre materiales perecederos, tuvieron que copiarse muchas veces. ¿Qué se sabe sobre la profesión de escriba en aquella época remota? ¿Había copistas capacitados en el antiguo Israel?

      Los manuscritos bíblicos más antiguos de que disponemos hoy figuran entre los Rollos del mar Muerto, algunos de los cuales datan de los siglos tercero y segundo antes de nuestra era. El profesor Alan R. Millard, experto en lenguas y arqueología del Oriente Medio, explica: “Aunque no contamos con copias más antiguas de ninguna parte de la Biblia, las culturas vecinas nos muestran cómo trabajaban los escribas, y esa información nos ayuda a evaluar el texto hebreo y su historia”.

  • Los antiguos escribas y la Palabra de Dios
    La Atalaya 2007 | 15 de marzo
    • Los escribas en el antiguo Israel

      Hallamos un primer ejemplo en Moisés, quien creció en el seno de la casa de Faraón (Éxodo 2:10; Hechos 7:21, 22). Según los egiptólogos, tuvo que aprender a dominar la escritura egipcia y por lo menos algunas habilidades de los escribas. En su libro Israel in Egypt, el profesor James K. Hoffmeier señala: “Hay razones para creer en la tradición bíblica que afirma que Moisés era capaz de registrar sucesos, llevar un diario de viaje y encargarse de otras tareas propias de los escribas”.b

      La Biblia también habla de otros israelitas de la antigüedad que tenían habilidades semejantes. Según la obra The Cambridge History of the Bible, Moisés “nombró funcionarios [...] para que dejaran constancia escrita de las decisiones que se tomaban y de los niveles jerárquicos”. Esta conclusión se basa en Deuteronomio 1:15, que dice: “De modo que [yo, Moisés,] tomé los cabezas de sus tribus [...] y los puse como cabezas sobre ustedes: jefes de millares y jefes de centenas y jefes de cincuentenas y jefes de decenas y oficiales de sus tribus”. ¿Quiénes eran estos oficiales?

      La palabra hebrea para “oficial” aparece varias veces en textos bíblicos referentes a los días de Moisés y Josué. Distintos expertos indican que dicho término significa “secretario escribano”, “uno que ‘escribe’ o ‘registra’” y “escribano de tribunal”. Las apariciones de esta palabra hebrea muestran que en Israel existía una cantidad considerable de tales secretarios y que se les encomendaron muchas responsabilidades de peso en la temprana administración de la nación.

      Un tercer ejemplo es el de los sacerdotes de Israel. La Encyclopaedia Judaica llega a la conclusión de que sus “deberes religiosos y seglares les exigían saber leer y escribir”. Por ejemplo, Moisés dio este mandato a los hijos de Leví: “Al cabo de cada siete años [...] leerás esta ley enfrente de todo Israel”. Los sacerdotes llegaron a ser los custodios de la copia oficial de la Ley, y ellos autorizaban y supervisaban la elaboración de otras copias (Deuteronomio 17:18, 19; 31:10, 11).

      Veamos cómo se realizó la primera copia de la Ley. En el último mes de su vida, Moisés les dijo a los israelitas: “En el día que crucen el Jordán a la tierra que Jehová tu Dios te da, entonces tienes que erigirte grandes piedras y blanquearlas con cal. Y tienes que escribir sobre ellas todas las palabras de esta ley” (Deuteronomio 27:1-4). Tras la destrucción de Jericó y de Hai, los israelitas se congregaron en el monte Ebal, situado en el centro de la Tierra Prometida, y Josué escribió en las piedras de un altar “una copia de la ley de Moisés” (Josué 8:30-32). Aquellas inscripciones exigieron que hubiera tanto escritores como lectores, lo que indica que los antiguos israelitas tenían las capacidades y destrezas necesarias para preservar con exactitud sus textos sagrados.

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