¿Surgió por sí solo, o fue creado?
A MUCHOS científicos les incomoda la idea de que el cosmos sea obra de un Creador inteligente, por lo que arguyen que, de alguna manera, surgió por sí solo, aunque nadie logre explicar cómo.
Lo cierto es que, como indicó Investigación y Ciencia en su número de marzo de 1999, “la teoría de la gran explosión no describe el nacimiento del universo”. La revista añade: “Para explicar la creación original del universo se necesitará otra teoría que describa tiempos todavía anteriores”.
Ahora bien, ¿le parece lógico al lector que, de algún modo, el cosmos se haya creado a sí mismo? El físico Charles H. Townes dijo al respecto: “Es cierto que los físicos esperan remontarse a la fase previa a la ‘gran explosión’ e incluso explicar el origen del universo como un tipo de fluctuación, por ejemplo. Pero una fluctuación ¿de qué? ¿Y qué la originó? A mi juicio, todo indica que la cuestión del origen quedará siempre sin dilucidar si nos limitamos a analizarla desde una óptica científica”.
Hoy se acepta generalmente que hubo un tiempo en que no existió el universo, y que su nacimiento se produjo por un medio u otro. ¿Nos ayudarán las leyes cósmicas que conocemos a entender de qué manera pudo haber surgido?
“Dos caras de la misma moneda”
La citada frase se ha aplicado a la energía y la materia. “La materia no es más que una forma de energía”, señaló Investigación y Ciencia. Einstein explicó la relación existente entre ambas en su célebre fórmula E=mc2 (la energía es igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado). Esta ecuación revela que una pequeña masa (materia) alberga una cantidad descomunal de energía. “Así se explica que una bomba del tamaño de una naranja pueda devastar una ciudad entera”, dijo el profesor universitario Timothy Ferris.
Si miramos la otra cara de la moneda, según la teoría de Einstein, la energía también puede convertirse en materia. La formación del universo físico tal vez haya implicado lo que un cosmólogo denominó “la transformación más asombrosa de materia y de energía que hemos tenido el privilegio de vislumbrar”.
Pero ¿qué origen tuvieron la materia y la energía que se precisaron para tal “transformación”? Aunque la ciencia no aporta respuestas satisfactorias, es interesante lo que dice de Dios la Biblia: “Debido a la abundancia de energía dinámica, porque él también es vigoroso en poder, ninguna de [estas cosas, los cuerpos celestes] falta” (Isaías 40:26). Con independencia del medio utilizado para crear el universo, es patente que Dios cuenta con la energía y el poder necesarios para ello.
¿Hallamos en los datos científicos una base para creer que el cosmos sea creación de una Inteligencia Suprema? Como ayuda para obtener una respuesta, examinemos cómo nació el universo.
Comienzo ordenado
Repare en lo siguiente: La conversión descontrolada de materia en energía que tiene lugar cuando explotan bombas atómicas —como las que en 1945 destruyeron en Japón toda Hiroshima y buena parte de Nagasaki— causa el caos. Pero el universo dista de ser caótico, pues rebosa de armonía y belleza; como nuestro fascinante planeta, con su prodigiosa variedad de vida. Es patente que no pudo haber llegado a existir sin dirección ni control inteligentes.
La revista Newsweek (9 de noviembre de 1998) reseñó las implicaciones de algunos descubrimientos relativos a la creación del universo. Según señaló, los hechos “indicaban que la materia y el movimiento surgieron de forma muy parecida a como se presentaba en [el libro bíblico del] Génesis, ex nihilo (de la nada), en un extraordinario estallido de luz y energía”. Examinemos las razones que adujo Newsweek para comparar el comienzo del universo con la descripción bíblica de ese acontecimiento.
“Las fuerzas desatadas estuvieron —y están— maravillosamente (¿milagrosamente?) equilibradas: Si la Gran Explosión hubiese sido un poco menos violenta, la expansión del universo habría sido menos veloz, de modo que rápidamente (en pocos millones de años, o hasta en pocos minutos) se habría colapsado y habría entrado en recesión; pero si hubiera sido un poco más potente, tal vez se hubiese dispersado hasta formar un caldo tan ralo que no habría podido condensarse para formar las estrellas. Las probabilidades que teníamos en contra eran, haciendo plena justicia al término, astronómicas. En el momento de la Gran Explosión, la relación existente entre la materia y la energía con respecto al volumen del espacio debe de haberse desviado menos de una milbillonésima del 1% del ideal.”
Newsweek indicó que existía, por así decirlo, un “Regulador” del cosmos: “Quitemos tan solo un grado (véase la milbillonésima del 1% mencionada antes como margen de error) [...] y lo que sigue no es solo desbarajuste, sino entropía y hielo por toda la eternidad. Así pues, ¿qué —o quién— fue el gran Regulador?”.
El astrofísico Alan Lightman reconoció que a los científicos “les parece misterioso el hecho de que el universo fuera creado con este elevado grado de orden”. Agregó que “cualquier teoría cosmológica viable debería explicar en última instancia esta contradicción de la entropía”, es decir, que el universo no se halle en estado caótico.
Por qué se resisten a creer
¿Opina usted que un “elevado grado de orden” debe de ser obra de un Organizador? Aunque la mayoría de la gente suscribe esta opinión, los adeptos al ateísmo son reacios a aceptarla. ¿Por qué? Por razones de fe. Como escribió el profesor Ferris, “el ateísmo es, no lo neguemos, una religión más”. Y afirmó que sería mejor “si excluyéramos por completo a Dios de la cosmología”.
Así actúan muchos, aunque les resulte difícil. Por ejemplo, George Greenstein, profesor de Astronomía, reconoció primero que el cosmos tiene muchos detalles que pueden considerarse muestras de diseño, y luego dijo: “Me convencía de que era muy difícil que tales ‘coincidencias’ se hubieran producido por casualidad”. Con todo, Greenstein asevera: “Dios no es una explicación”. Por lo tanto, algunos científicos sacrifican el razonamiento lógico para mantener su ortodoxia científicamente religiosa.
Pero la “fe” del famoso físico Fred Hoyle, según explicó él mismo, se conmocionó con los años. En la década de los ochenta confesó: “Una interpretación juiciosa de los hechos nos induce a pensar que un superintelecto ha intervenido en la física, la química y la biología, y que en la naturaleza no hay fuerzas ciegas dignas de mención. Las cifras obtenidas a partir de los hechos me parecen tan rotundas que convierten esta conclusión en casi incuestionable”.
Es de interés que cuando la investigación científica moderna se hallaba en sus albores, sir Isaac Newton, movido por sus hallazgos, escribió en la misma línea: “Tan elegante combinación de Sol, planetas y cometas sólo pudo tener origen en la inteligencia y poder de un ente inteligente y poderoso”.
Examinemos una consecuencia de los descubrimientos de Newton y Johannes Kepler sobre las leyes del movimiento.
¿Qué posibilita los vuelos espaciales?
A comienzos del siglo XVII, Kepler enunció las leyes del movimiento planetario, que, como dice The World Book Encyclopedia, “se emplean para trazar las órbitas de los satélites artificiales y planear los vuelos espaciales”. En 1687, Newton publicó sus famosas leyes del movimiento, que, como indica la citada enciclopedia, “constituyen, al igual que las de Kepler, uno de los pilares de la planificación de los vuelos espaciales”. ¿De qué modo?
Estas leyes nos permiten calcular la posición que ocupará en el espacio un cuerpo en un momento dado. Tales operaciones son posibles porque el movimiento de los cuerpos celestes, entre ellos la Luna y la Tierra, es regular y siempre predecible. Así, la Luna orbita en torno a la Tierra a una velocidad media de 3.700 kilómetros por hora y completa su trayectoria en poco menos de un mes, de forma asombrosamente previsible. Igual de pronosticable es el recorrido anual de la Tierra alrededor del Sol a 107.200 kilómetros por hora.
Así, cuando se envía una nave a la Luna, se dirige a un punto en el espacio que dista miles de kilómetros de nuestro satélite; pero los cálculos permiten determinar la ubicación exacta que tendrá la Luna en el momento del encuentro. Por lo tanto, si la nave va bien dirigida y tiene la potencia precisa, llegará al mismo punto y podrá alunizar.
¿Por qué es tan predecible el movimiento de los cuerpos celestes? El primer astronauta estadounidense que estuvo en órbita alrededor de la Tierra, John Glenn, dijo acerca del orden cósmico: “¿Podría haber surgido por que sí? [...] No lo creo”. Luego añadió: “Algún Poder puso todo esto en órbita y lo mantiene allí”.
Imbuido de asombro ante las leyes que rigen el universo, el doctor Wernher von Braun, científico aeroespacial, tuvo que comentar: “Los vuelos espaciales tripulados [...] tan solo nos han abierto, hasta la fecha, una diminuta puerta por la que vemos la impresionante extensión del espacio. La perspectiva que nos brinda esta mirilla no hace sino confirmar nuestra creencia en su creador”.
El famoso físico P. A. M. Dirac, que fue profesor de Matemáticas de la Universidad de Cambridge, coincidió en su valoración: “Podríamos describir la situación diciendo que Dios es un matemático sublime, y que al formar el universo se valió de cálculos matemáticos avanzadísimos”.
¿Quién es el Matemático Magistral, el Supremo Intelecto, a quien debemos las maravillas de la creación?
¿Quién creó el cosmos?
Si pasáramos por una región desconocida y nos encontrásemos con un hermoso chalé rodeado de espléndidos jardines de cuidado césped, ¿pensaríamos que todo aquello había surgido por sí solo? Sería una conclusión totalmente absurda. Más bien, nos resultaría obvia la intervención de un magnífico constructor y un jardinero perito.
Así mismo, es patente que el grandioso universo, que es infinitamente más complejo, tuvo un Creador, que en la Biblia se revela con su nombre: “Yo soy Jehová. Ese es mi nombre” (Isaías 42:8). En la Biblia se recoge esta exclamación de un grupo de personas que valora las obras divinas: “Digno eres tú, Jehová, nuestro Dios mismo, de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y a causa de tu voluntad existieron y fueron creadas” (Revelación [Apocalipsis] 4:11).
Además de revelar a los hombres su nombre propio, elegido por él mismo, Jehová también indica en su Palabra escrita el propósito con que preparó la Tierra para que la poblara el ser humano. Y Jesucristo, su propio Hijo, garantizó que la Palabra de Dios es fidedigna, pues dijo: “Tu palabra es la verdad” (Juan 17:17).
Hace unos años, una revista de ciencia dijo: “A diferencia de todas las generaciones anteriores, sabemos cómo llegamos aquí, pero al igual que todas las generaciones anteriores, aún no sabemos por qué”. Sin embargo, la pregunta ¿por qué? tiene respuesta: la brinda la Palabra de Dios. Examinémosla en el siguiente artículo.
[Ilustración de la página 6]
En la explosión atómica de Hiroshima, un poco de materia liberó una enorme energía
[Reconocimientos]
Hiroshima Peace and Culture Foundation from material returned by the United States Armed Forces Institute of Pathology
Foto USAF
[Ilustración de la página 7]
La energía se transformó en maravillosas galaxias ordenadas
[Reconocimiento]
Cortesía de Anglo-Australian Observatory, foto de David Malin
[Ilustraciones de las páginas 8 y 9]
¿Qué leyes posibilitan los alunizajes?
[Ilustración de la página 9]
“Algún Poder puso todo esto en órbita y lo mantiene allí.”—John Glenn.
[Reconocimiento]
Foto NASA