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Fui probado en el horno ardiente de la aflicciónLa Atalaya 2003 | 1 de febrero
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En la ciudad cercana de Sitía se estableció un grupo de entusiastas Testigos. Este hecho preocupó al obispo, quien por haber vivido en Estados Unidos conocía de primera mano lo eficaces que podían ser como predicadores. Por tanto, se resolvió a erradicar aquella “herejía” de sus dominios. A instigación suya, la policía arrastraba a los Testigos a la prisión y ante los tribunales bajo diversas alegaciones falsas.
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Fui probado en el horno ardiente de la aflicciónLa Atalaya 2003 | 1 de febrero
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Mi hermano Demóstenes estaba convencido de que los testigos de Jehová enseñaban la verdad, y en febrero de 1945 me dio el folleto Consolad a todos los que lloran.d Su contenido me impresionó. Inmediatamente dejamos de asistir a la Iglesia Ortodoxa, nos unimos al pequeño grupo de Sitía y dimos testimonio a nuestros propios hermanos sobre la fe que acabábamos de hallar. Todos ellos aceptaron la verdad bíblica. Tal como esperaba, mi decisión de abandonar la religión falsa me acarreó el rechazo y la hostilidad de mi esposa y su familia. Durante algún tiempo, mi suegro ni siquiera me dirigió la palabra, y en casa había desacuerdos y continuas tensiones. Pese a ello, Demóstenes y yo nos bautizamos el 21 de mayo de 1945, y el bautismo lo llevó a cabo el hermano Minos Kokkinakis.e
Por fin pude cumplir mi sueño y convertirme en un verdadero ministro de Dios. Aún recuerdo mi primer día en el ministerio de casa en casa. Sin más compañía que la de treinta y cinco folletos que llevaba en la cartera, viajé en autobús hasta un pueblo y tímidamente comencé a ir de puerta en puerta. Con cada nueva visita cobraba más valor, de modo que cuando se presentó un enfurecido sacerdote, pude afrontar la situación con denuedo y hacer caso omiso de sus continuas exigencias de que lo acompañara al cuartel de policía. Le dije que no me marcharía hasta que hubiera visitado todo el pueblo, y eso fue exactamente lo que hice. Estaba tan feliz que ni siquiera esperé el autobús, sino que recorrí a pie los 15 kilómetros que me separaban de casa.
En manos de matones despiadados
En septiembre de 1945 se me concedieron mayores responsabilidades en la recién formada congregación de Sitía.
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