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  • La lucha contra el delito
    ¡Despertad! 1996 | 8 de octubre
    • Tentativas gubernamentales

      Según una encuesta realizada en 1990 por la ONU, los países más desarrollados dedican del 2 al 3% de su presupuesto anual a combatir el delito, mientras que las naciones en desarrollo, del 9 al 14%. Hay zonas en que se da prioridad a tener más policías y mejor equipo. Pero los resultados difieren. Algunos ciudadanos húngaros plantean esta queja: “Nunca hay suficientes policías para atrapar a los malhechores, pero sí para poner multas de tránsito”.

      Muchos gobiernos han visto necesario endurecer las leyes contra el delito. Así, dado que “los secuestros están en auge en toda Latinoamérica”, señala la revista Time, los gobiernos de la zona reaccionan con leyes “tan estrictas como ineficaces. [...] Dictar leyes es una cosa —admite—; hacerlas cumplir es otra”.

      Se calcula que en 1992 había en Gran Bretaña más de cien mil planes para la vigilancia vecinal, los cuales abarcaban a un mínimo de 4.000.000 de hogares. En Australia se instauraron programas parecidos a mediados de los años ochenta. Según el Instituto Australiano de Criminología, pretendían reducir la delincuencia “sensibilizando aún más a la ciudadanía sobre el tema de la seguridad pública, mejorando la actitud del residente y su comportamiento a la hora de denunciar los delitos y los sucesos sospechosos observados en su comunidad, y reduciendo la vulnerabilidad al crimen con la identificación debida de las posesiones y la adopción de sistemas de seguridad eficaces”.

      Hay zonas donde los comercios están conectados por circuito cerrado con las comisarías. La policía, los bancos y las tiendas usan videocámaras como elemento disuasivo y para identificar a los infractores.

      En Nigeria se realizan controles policiales en las carreteras a fin de capturar a los asaltantes y ladrones de vehículos. El gobierno ha creado un equipo que investiga las irregularidades comerciales para combatir el fraude. Hay comités de enlace, integrados por representantes de la comunidad, que avisan a la policía cuando se cometen delitos o ven individuos sospechosos.

      Si viaja a Filipinas, verá que los hogares no se dejan sin vigilancia y que mucha gente tiene perros guardianes. Los comerciantes contratan vigilantes para proteger sus negocios. Los dispositivos antirrobo son todo un éxito de ventas. Quienes pueden permitírselo se mudan a apartamentos o urbanizaciones de acceso controlado.

      El diario londinense The Independent comentó: “Al haber disminuido la confianza en el imperio de la ley, un creciente número de ciudadanos se organiza para defender su comunidad”. Y cada vez más personas adquieren armas. En Estados Unidos, por ejemplo, se calcula que 1 de cada 2 hogares posee al menos un arma de fuego.

      Los gobiernos conciben sin cesar nuevas medidas contra el delito. Sin embargo, V. Vsevolodov, de la Academia de Asuntos Interiores de Ucrania, indica que, de acuerdo con fuentes de la ONU, muchísimas personas con talento hallan “formas singulares de delinquir” con las que no puede mantenerse al paso “la formación de los agentes de policía”. Muchos maleantes astutos lavan grandes sumas de dinero en negocios y servicios sociales, y así se mezclan con la sociedad y “obtienen altos cargos en ella”.

      Pérdida de confianza

      En algunos países está cada día más generalizada la idea de que el gobierno forma parte del problema. Asiaweek incluyó el siguiente comentario del jefe de un grupo que combate el delito: “Un 90% de los sospechosos que detenemos está integrado por policías o militares”. Sean ciertos o no, informes de este tipo suscitaron el siguiente comentario de un legislador: “Si quienes juran sostener la ley son quienes la infringen, nuestra sociedad se halla en un grave problema”.

      Los escándalos sobre la corrupción que implican a altos cargos sacuden a gobiernos del mundo entero y contribuyen a minar la maltrecha confianza del ciudadano. Si antes no creía que los gobiernos pudieran frenar el delito, ahora duda que deseen hacerlo. Cierto educador dijo: “¿Cómo van a combatir el delito unas autoridades que están sumidas hasta el cuello en el fango?”.

      Los gobiernos van y vienen, pero el delito persiste. Sin embargo, muy pronto ya no habrá delito.

  • Por fin un gobierno que acabará con el delito
    ¡Despertad! 1996 | 8 de octubre
    • LA BIBLIA predijo que en nuestra época los hombres serían “amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin autodominio, feroces, [y] sin amor del bien” (2 Timoteo 3:2, 3); estas son características propias del delincuente.

      Como son las personas quienes cometen actos ilícitos, la delincuencia disminuirá al grado que estas se reformen. Pero enmendarse no es fácil, y hoy menos que nunca, pues desde 1914, año señalado por la cronología bíblica, vivimos en “los últimos días” del actual sistema de cosas. Como vaticinó la Biblia, afrontamos “tiempos críticos, difíciles de manejar”. El culpable de esta coyuntura es Satanás, el Diablo, el mayor criminal de la historia, quien siente “gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo”. (2 Timoteo 3:1; Revelación [Apocalipsis] 12:12.)

      Lo anterior explica el apogeo actual del delito. Satanás sabe que él y su sistema serán destruidos en breve. En el poco tiempo que le queda, intenta de toda forma concebible fomentar en el ser humano los vicios enumerados en el capítulo 3 de Segunda a Timoteo. Por lo tanto, el gobierno que elimine el delito tendrá que deshacerse primero de la influencia satánica y ayudar a la gente a cambiar, a abandonar la conducta mencionada arriba. Pero ¿hay algún gobierno capaz de labor tan sobrehumana?

      No, no hay ningún gobierno humano que pueda lograrlo. J. Vaskovich, profesor de Derecho en Ucrania, señala la necesidad de disponer de “un organismo común que sea competente para unificar y coordinar los esfuerzos de todas las corporaciones estatales y públicas”. A su vez, el presidente filipino Fidel Ramos declaró en una conferencia mundial sobre el delito: “Dado que la modernización ha achicado el mundo, la delincuencia ha logrado traspasar las fronteras, y se ha convertido en un problema internacional; de ahí que las soluciones deban ser, así mismo, internacionales”.

      “Tragedia mundial”

      La ONU es una entidad internacional que desde su fundación procura combatir el delito. Sin embargo, no brinda más soluciones que los gobiernos nacionales. El libro The United Nations and Crime Prevention (Las Naciones Unidas y la prevención del delito) comenta: “La delincuencia nacional se ha escapado del control de la mayoría de los países, y el delito internacional se ha disparado hasta quedar lejos del alcance de la comunidad internacional. [...] El crimen organizado crece alarmantemente, con funestos efectos en lo relativo a violencia física, intimidación y corrupción de las autoridades. El terrorismo mata a decenas de miles de inocentes. El rapaz narcotráfico es una tragedia mundial”.

      James Madison, cuarto presidente de Estados Unidos, dijo: “Al instaurar un gobierno en el que unos hombres administran a otros, lo más difícil es esto: primero, prepararlo para controlar a los gobernados, y luego, obligarlo a controlarse”. (Compárese con Eclesiastés 8:9.) Así pues, la solución sería cambiar los gobiernos en los que “unos hombres administran a otros” por un sistema gobernado por Dios. Pero ¿es una solución realista?

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