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    Anuario de los testigos de Jehová 2002
    • [Ilustración de la página 85]

      Parte superior: Eugene Richardson, bautizado con 17 años, fue un celoso precursor

  • Curazao
    Anuario de los testigos de Jehová 2002
    • Eugene Richardson, un joven simpático, comenzó a aprender de Jehová con 15 años; aunque no recibía formalmente clases bíblicas, su progreso fue constante gracias a que iba a todas las reuniones, y se bautizó a la edad de 17 años. En 1956 lo nombraron precursor regular y se enfrentó a lo que le parecía un enorme problema: carecía de transporte. “El territorio estaba a más de 20 kilómetros [15 millas] de casa —dice—, así que cambié mi piano por una bicicleta a fin de tener con qué ir. A mi familia le horrorizó el canje, y aún hablan de ello cuarenta años después. Pero para mí fue muy práctico, sobre todo porque cuatro meses más tarde me nombraron precursor especial y me destinaron a un territorio no asignado, Banda Abao.”

      Se abre un nuevo territorio

      La campiña de Banda Abao, que en Curazao recibe el nombre de kunuku, se encuentra en el lado occidental de la isla y abarca casi la mitad de ella. El terreno es ligeramente ondulado y algo más verde que en el resto. Las casas están diseminadas por el campo, por lo que predicar en este territorio consume mucho tiempo. Clinton Williams, otro joven y celoso precursor, se reunió con Eugene, y juntos emprendieron la tarea de abrir esta nueva frontera. “No era un territorio fácil, comparado con el resto de la isla —recuerda Eugene—. Las personas eran muy cordiales y daba gusto hablar con ellas, pero por lo general no mostraban verdadero interés. Pese a todo, lo trabajamos durante dos años y tuvimos experiencias maravillosas. El primer mes encontré a un señor que me dijo que se haría Testigo si podía probarle que el Reino de Dios se había establecido en 1914. Y sí que se hizo Testigo, pero no solo él, sino también su esposa e hijos. Tiempo después hablé con una señora que me contó que a su sobrino le interesaba mucho la Biblia. Esa misma tarde regresé y le di testimonio. Se llamaba Ciro Heide.”

      Ciro, un hombre extrovertido, nos relata su versión de la historia: “Yo era un católico muy devoto y me sabía tan bien el catecismo que lo enseñaba en la escuela. Pero había algo que me desconcertaba. No lograba entender por qué razón quien se perdía la misa se hacía culpable de pecado mortal e iba al infierno si no se confesaba enseguida. Un día llegó a casa un joven montado en una bicicleta, y le habló a mi tía de la Biblia. Como ella estaba al tanto de mi interés por la religión, lo invitó a visitarme cuando me encontrara en casa. Yo estaba deseando conocerle, porque creía que sabía más que él de religión. Aquella misma tarde regresó Eugene. Me quedé mudo cuando me señaló que según el credo de los apóstoles, el cual yo recitaba todos los días, Jesús había ido al infierno. Como yo lo decía de un tirón, sin pensar, no captaba su significado. Pero lo que más me sorprendió fue que Eugene usaba la Biblia para explicarme todo, mientras que yo no era capaz de encontrar ni un solo texto. Desde ese momento, mi vida cambió de manera drástica, pues comencé a estudiar de inmediato”. Pasado algún tiempo, Ciro se bautizó a pesar de la oposición de su esposa, quien, finalmente, gracias a su buen ejemplo, también dedicó su vida a Jehová. Ambos han servido leales a Dios por treinta años, y Ciro ha sido anciano por veinticinco.

      Eugene asistió a la Escuela de Galaad en 1958 y fue destinado de nuevo a Banda Abao, donde seguía existiendo un problema de transporte. Dejemos que nos lo cuente: “En ocasiones, nos juntábamos trece hermanos para salir al servicio del campo, pero solo teníamos un automóvil, el mío, lo que me obligaba a hacer dos viajes de unos 30 kilómetros [20 millas] por trayecto: dejaba al primer grupo en el territorio y me iba rápidamente a buscar el segundo. A última hora de la tarde tenía que hacer lo mismo que por la mañana para llevarlos de regreso a casa. Aun así, pasábamos todo el día en el ministerio. Era agotador, pero sentíamos mucho gozo”. Eugene también tuvo el privilegio de ser superintendente viajante durante algunos años.

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    Anuario de los testigos de Jehová 2002
    • Siempre fue difícil encontrar alojamiento para los precursores, y Eugene recuerda que tuvo que renovar una casa abandonada que habían ocupado las cabras. Pasó semanas tratando de que se fuera su “perfume”.

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