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¿Es posible atravesar la brecha cultural?¡Despertad! 1988 | 22 de agosto
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Fuentes de irritación
Muy probablemente, una de las mayores fuentes de irritación para la recién casada sea la falta de intimidad, algo que quizás se respete mucho en su país natal. Aprenderá que el casarse con alguien de Oriente Medio significa aceptar a toda una familia de parientes políticos —compuesta de tías, tíos, primos carnales, primos segundos y hasta primos terceros— llenos de una gran curiosidad. Tanto estos como los vecinos pueden hacer preguntas muy directas y personales, algo que en otros países sería considerado una falta de educación. Sin embargo, en esos países, las personas no se ofenden ante esas preguntas; al contrario, es posible que sean ellas las que se sientan heridas si usted no les hace preguntas tan personales como las suyas. Como opinan que los matrimonios deben ser fructíferos, cabe esperar constantes indagaciones para saber si van a tener descendencia.
Suele decirse que el casado casa quiere, pero en el Oriente Medio, más que una casa, lo que tiene es un hotel. En cualquier momento aparecen amigos y parientes sin previo aviso, y muchas veces pasan la noche en la casa. Si la alacena no está suficientemente abastecida, hará falta bastante ingenio a fin de que la comida llegue para todos.
En el Oriente Medio, el lugar de la mujer está en la casa. Es cierto que en algunos de estos países orientales las mujeres quizás trabajen fuera de casa, pero todavía se espera que además hagan todos los quehaceres domésticos. El hombre es, sin ninguna duda, el cabeza de familia, y su palabra es ley. En algunos estados del golfo Pérsico, a las mujeres ni siquiera se les permite salir solas de casa. Si salen, tienen que cubrirse de pies a cabeza, incluso el rostro.
Algo que puede frustrar a la persona que no está familiarizada con esta forma de vida oriental es la falta de organización y los alborotos que se forman en las colas de los autobuses, a la hora de pagar en los supermercados, al conducir en medio de un tráfico denso y al tratar con los que ocupan puestos gubernamentales. La persona que está acostumbrada a que el primero que llega es el primero en ser servido sufrirá muchos desengaños en un sistema donde el tener influencias es de principal importancia.
Otras posibles fuentes de irritación tienen que ver con el diferente sentido del humor, la rápida manifestación de emociones —sea cólera o simpatía— y el volumen generalmente más elevado al que se mantienen las conversaciones cotidianas.
Evite ser un motivo de irritación
Por otro lado, la propia recién casada puede ser una fuente de irritación para las personas de su nuevo país si no sigue las costumbres locales. En estos países orientales se espera que las mujeres se vistan con modestia. No está bien visto llevar la espalda descubierta. En los países o comunidades musulmanes están prohibidas las bebidas alcohólicas.
Cuando una persona entra en una habitación, todos los presentes se ponen de pie para saludarla y le dan la mano. Un simple saludo con la cabeza equivaldría a una bofetada. También es costumbre invitar a todos los visitantes, hasta a los más inesperados, a que tomen algo. De modo que sería descortés preguntar primero a la visita si desea una taza de café; la persona siempre dirá que no, sin importar cuánto le apetezca. Y aun cuando la invitación para tomar algo se extienda de manera espontánea, es posible que el visitante rehúse aceptar y haya que insistir para que diga que sí, ya que no desea parecer un aprovechado. Pero si no se le insiste, entonces se considera que el anfitrión es un tacaño.
Estas son solo unas cuantas de las nuevas costumbres a las que la recién casada tendrá que enfrentarse al trasladarse al Oriente Medio.
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¿Es posible atravesar la brecha cultural?¡Despertad! 1988 | 22 de agosto
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No haga constantes comparaciones entre su nueva situación y la vida que dejó atrás. Acepte el hecho de que su manera anterior de hacer las cosas no es la única. Quizás resulte más familiar y cómoda para usted, pero todos los que le rodean están acostumbrados a hacer las cosas de una forma diferente. Por ejemplo: en el Oriente Medio la comida principal se hace al mediodía, mientras que en su país quizás la comida principal sea la cena. De modo que en lugar de dejar que el marido se coma un bocadillo por su cuenta al mediodía, se espera que una esposa prepare una comida caliente, y por lo general el marido quiere que la coman juntos. Todo lo que se necesita es adaptabilidad por parte de los dos cónyuges.
Hablando de comidas, también es útil cultivar el gusto por los platos locales. El intentar cocinar un nuevo plato “solo una vez” para agradar a su cónyuge puede producirle una satisfacción inesperada. El perfeccionarlo y añadirlo a la lista de platos que prepara regularmente ayudará a que se consolide el matrimonio. Lo mismo puede decirse de cultivar el oído por la música de Oriente.
Además, invierta tiempo en aprender las costumbres sociales de la localidad. Algunas se pueden aprender en seguida con solo observar. En el Oriente Medio, por ejemplo, es costumbre conversar cortésmente hasta con los repartidores que vienen a la casa, ofrecer una taza de café o una bebida fresca incluso a los visitantes desconocidos y levantarse para saludar a las visitas con un fuerte apretón de manos y a los parientes, con un beso en la mejilla.
Pregunte a su cónyuge lo que se espera de usted en cualquier nueva situación. A una recién casada su marido le dijo que es costumbre que los hijos, aunque ya sean adultos, besen la mano de sus padres y suegros cuando los saludan. En esa zona se considera una señal de respeto. Las primeras veces que ella llevó a cabo esa práctica no le salía con mucha naturalidad, pero después llegó a acostumbrarse, y aparte de agradar mucho a sus suegros, contribuyó a unas buenas relaciones familiares.
La importancia de una actitud apropiada
El que sus vecinos quizás demuestren más interés en sus asuntos personales de lo que tal vez le parezca apropiado tiene su lado positivo, y es que siempre están a mano en momentos de necesidad. Por ejemplo: un día una americana casada con un libanés llegó a casa después de hacer las compras y se la encontró llena de vecinos. Lo que había ocurrido es que su marido se había puesto enfermo en el trabajo; apenas había conseguido llegar a la puerta, cuando un vecino notó que se encontraba mal y le ayudó a entrar en casa y acostarse. El vecino corrió la voz por todo el vecindario, y mientras algunos fueron a buscar al médico, otros atendieron al marido y después fueron a comprar los medicamentos recetados. ¡Qué contenta estaba esa mujer de tener unos vecinos tan atentos!
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