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  • El rey David y la música
    La Atalaya 2009 | 1 de diciembre
    • El rey David y la música

      SI EXISTE un personaje que nos hace pensar en la música de tiempos bíblicos, ese es David, un hombre destacado que vivió hace unos tres mil años. La realidad es que mucho de lo que sabemos sobre la música de entonces proviene de los relatos de David, desde que era un joven pastor hasta que se convirtió en rey y hábil organizador.

      ¿Qué aprendemos a través de él sobre la música de su época? ¿Qué instrumentos y canciones eran comunes? ¿Qué lugar ocupaba la música en la vida de David y su nación?

  • El rey David y la música
    La Atalaya 2009 | 1 de diciembre
    • Un músico virtuoso

      David se destacó por ser tanto músico como poeta. Más de la mitad de los salmos se le atribuyen a él. Fue pastor desde jovencito, y en su mente impresionable se grabaron muchas escenas pastorales de Belén. Sabía de los placeres sencillos de la vida, como oír el sonido de los arroyos y los balidos de los corderos que respondían a su voz. Inspirado por la hermosura de esa “música” del mundo que lo rodeaba, tomó su arpa y alzó la voz en alabanza a Dios. ¡Qué conmovedora debió ser la melodía que compuso para el Salmo 23!

      De joven, David tocaba el arpa tan bien que se habló de él al rey Saúl, y este le dio la comisión de tocar en su casa. Cuando Saúl se sentía muy angustiado, David interpretaba con su arpa hermosas melodías que calmaban el corazón del rey. Los malos pensamientos que asaltaban a Saúl desaparecían junto con su angustia (1 Samuel 16:16).

      Pero la música —que tanto amaba David y que lo llenaba de felicidad— a veces le causó problemas. Cierto día, mientras él y Saúl regresaban tras vencer a los filisteos, este último oyó al pueblo celebrar con alegre música. Las mujeres cantaban: “Saúl ha derribado sus miles, y David sus decenas de miles”. Ante esto, Saúl se enojó mucho y se puso tan celoso que “estuvo mirando a David de continuo con sospecha desde aquel día en adelante” (1 Samuel 18:7-9).

      Inspirado por la música

      Las composiciones divinamente inspiradas de David sobresalen por muchas razones. Sus canciones incluyen tanto salmos contemplativos como pastorales y abarcan desde expresiones de alabanza hasta relatos históricos, desde el regocijo de la época de la vendimia hasta el esplendor de la inauguración del palacio, desde recuerdos hasta esperanza y desde peticiones hasta súplicas (véanse los Salmos 32, 23, 145, 8, 30, 38, 72, 51 y 86, así como sus encabezamientos). Cuando Saúl y su hijo Jonatán murieron, David compuso una canción triste llamada “El arco”, que empieza así: “La hermosura, oh Israel, fue muerta sobre tus lugares altos”. David sabía expresar una amplia variedad de sentimientos tanto con palabras como con la música de su arpa (2 Samuel 1:17-19).

      David era un hombre efusivo a quien le gustaba la música alegre y rítmica. Cuando llevó el arca del pacto a Sión, saltó y bailó con todas sus fuerzas para celebrar aquel acontecimiento. El relato da a entender que la música era muy animada. ¿Se imagina la escena? Su esposa Mical lo recriminó por dicho comportamiento. Pero a David no le afectó. Él amaba a Jehová, y aquella música lo hacía saltar de alegría (2 Samuel 6:14, 16, 21).

      Por si fuera poco, David también se distinguió por crear nuevos instrumentos musicales (2 Crónicas 7:6). Parece que era un artista excepcionalmente talentoso, pues además de fabricante de instrumentos, era poeta, compositor e intérprete. Con todo, hizo cosas mayores.

      El canto y la música en el templo

      Una de las aportaciones de David fue organizar a los cantores y los músicos de la casa de Jehová. Formó un grupo de 4.000 siervos y puso a cargo de este a Asaf, Hemán y Jedutún (probablemente llamado también Etán). Y por disposición del rey, 288 peritos colaboraron con aquellos tres hombres al adiestrar y supervisar al resto del grupo. Los 4.000 cantores y músicos estaban presentes en el templo durante las tres grandes fiestas anuales. ¿Se imagina cómo debió sonar aquel magnífico coro? (1 Crónicas 23:5; 25:1, 6, 7.)

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