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  • La confianza plena en Jehová nos hace sentir seguros
    La Atalaya 2011 | 15 de mayo
    • 1, 2. a) ¿Qué peligrosa situación afronta David? b) ¿Qué salmos vamos a examinar?

      DAVID lleva décadas reinando en Israel cuando se enfrenta a una peligrosa situación. Como su hijo Absalón ha dado un golpe de estado y le ha arrebatado el trono, se ve obligado a abandonar Jerusalén. Por si fuera poco, es traicionado por uno de sus más estimados consejeros. Acompañado por un puñado de hombres fieles, camina descalzo y llorando por el monte de los Olivos. Luego, para colmo de males, sufre humillaciones a manos de Simeí, un pariente de Saúl que se pone a lanzarle piedras, polvo y maldiciones (2 Sam. 15:30, 31; 16:5-14).

      2 ¿Le llevarán a la tumba todas estas desgracias y penas? No, pues confía en Jehová, tal como lo revela el Salmo 3, donde David habla de esta ocasión en la que salió huyendo.

  • La confianza plena en Jehová nos hace sentir seguros
    La Atalaya 2011 | 15 de mayo
    • “Están levantándose muchos contra mí”

      3. Según muestra Salmo 3:1, 2, ¿qué situación atravesaba David?

      3 “El corazón de los hombres de Israel ha llegado a estar tras Absalón”, le comunica un mensajero a David (2 Sam. 15:13). Este, sorprendido de que su hijo haya conseguido reunir tantos partidarios, exclama: “Oh Jehová, ¿por qué se han hecho muchos mis adversarios? ¿Por qué están levantándose muchos contra mí? Muchos están diciendo de mi alma: ‘No hay para él salvación por Dios’” (Sal. 3:1, 2). Como vemos, entre los israelitas está muy extendida la opinión de que Jehová no librará a David de las garras de Absalón y sus secuaces.

      4, 5. a) ¿De qué está convencido David? b) ¿Qué da a entender la frase “Aquel que levanta mi cabeza”?

      4 Pero David se siente seguro, ya que confía en Dios con toda su alma. Por eso canta: “Sin embargo, tú, oh Jehová, eres un escudo alrededor de mí, mi gloria y Aquel que levanta mi cabeza” (Sal. 3:3). Está convencido de que Jehová lo protegerá, tal como el escudo resguarda al soldado. Es cierto que el anciano rey está huyendo con la cabeza gacha y cubierta en señal de humillación, pero el Altísimo cambiará su desdicha en gloria. Le permitirá volver a caminar derecho, con la cabeza bien en alto. Por eso invoca a Jehová, sin la menor duda de que oirá su ruego. ¿Qué puede decirse de nosotros? ¿Demostramos la misma confianza?

      5 Al hablar de Jehová como “Aquel que levanta mi cabeza”, David lo reconoce como su Fuente de ayuda. La Palabra de Dios para Todos (2008) traduce así el versículo: “Tú, Señor, eres mi escudo. Tú me honras y me animas”. Notemos cómo explica un diccionario bíblico la expresión “Aquel que levanta mi cabeza”: “Cuando Dios nos levanta [...] la ‘cabeza’, nos llena de esperanza y de confianza”. Al haber sido depuesto del trono, David tiene motivos para estar deprimido. Pero como Jehová le “levanta [la] cabeza”, se renueva su valor, se fortalece su fe y se siente más seguro.

      “Él me responderá”

      6. ¿Por qué dice David que Jehová contestará su ruego desde su santa montaña?

      6 Con la seguridad que le infunde su confianza plena en Jehová, David prosigue así el salmo: “Con mi voz clamaré a Jehová mismo, y él me responderá desde su santa montaña” (Sal. 3:4). El arca del pacto —la cual simboliza la presencia de Dios— se encuentra en el monte Sión, tal y como dispuso el propio David (léase 2 Samuel 15:23-25). Por este motivo, es muy apropiado que él señale que Jehová contestará sus oraciones desde su santa montaña.

      7. ¿Por qué no siente miedo David?

      7 David sabe que sus oraciones no serán en vano, y por eso no tiene miedo, tal como indica en su cántico: “En cuanto a mí, yo ciertamente me acostaré para dormir; de seguro despertaré, porque Jehová mismo sigue sosteniéndome” (Sal. 3:5). No teme acostarse ni siquiera de noche, cuando más riesgo hay de que lo ataquen por sorpresa. Está seguro de que verá la luz de un nuevo día, pues ha experimentado tantas veces el apoyo constante de su Padre celestial que confía plenamente en él. Nosotros podemos tener esa misma certeza siempre y cuando sigamos “los caminos de Jehová” y nunca nos apartemos de su lado (léase 2 Samuel 22:21, 22).

      8. ¿Cómo expresa David su confianza en Dios en Salmo 27:1-4?

      8 En otro de sus salmos inspirados, David refleja esos mismos sentimientos de seguridad y confianza absoluta en Dios: “Jehová es mi luz y mi salvación. ¿De quién he de temer? Jehová es la plaza fuerte de mi vida. ¿De quién he de sentir pavor? [...] Aunque arme [sus] tienda[s] contra mí un campamento, mi corazón no temerá. [...] Una cosa he pedido a Jehová... es lo que buscaré, que pueda morar en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la agradabilidad de Jehová y para mirar con aprecio a su templo” (Sal. 27:1-4). ¿Cómo demostramos que compartimos el sentir de David? Asistiendo a todas las reuniones cristianas, a menos que nos lo impidan causas ajenas a nuestra voluntad (Heb. 10:23-25).

      9, 10. ¿Por qué podemos decir que las palabras de Salmo 3:6, 7 no indican que David fuera una persona vengativa?

      9 Aunque David sufre la traición de su hijo y la deslealtad de muchos de sus súbditos, asegura: “No tendré miedo de diez millares de personas que se hayan puesto en formación contra mí en derredor. ¡Levántate, sí, oh Jehová! ¡Sálvame, oh Dios mío! Porque tendrás que golpear a todos mis enemigos en la mandíbula. Los dientes de los inicuos tendrás que quebrar” (Sal. 3:6, 7).

      10 David no es vengativo. Si alguien ha de “golpear [...] en la mandíbula” a sus enemigos, no es él, sino Dios. El fiel rey ha escrito su copia personal de la Ley y sabe que en ella Jehová declara: “Mía es la venganza, y la retribución” (Deu. 17:14, 15, 18; 32:35). También sabe que el Todopoderoso se ocupará de “quebrar” simbólicamente “los dientes de los inicuos”. O, lo que es lo mismo, impedirá que puedan hacer daño. Dios sabe muy bien quiénes son malvados, pues “ve lo que es el corazón” (1 Sam. 16:7). ¡Qué agradecidos estamos de que él nos dé la fe y la fortaleza que necesitamos para enfrentarnos al más vil de los malvados, Satanás! Pronto, Jehová hará que su gran adversario sea arrojado al abismo. Para entonces no será más que un león rugiente, pero desdentado, al que solo le aguarda la destrucción (1 Ped. 5:8, 9; Rev. 20:1, 2, 7-10).

      “La salvación pertenece a Jehová”

      11. ¿Por qué debemos orar por nuestros hermanos?

      11 David comprende que Jehová es el único capaz de darle la liberación que tanto necesita. Pero no piensa solo en sí mismo, sino en todo el pueblo de Dios, y por ello concluye su cántico inspirado con las siguientes palabras: “La salvación pertenece a Jehová. Tu bendición está sobre tu pueblo” (Sal. 3:8). Es cierto que David se enfrenta a enormes problemas, pero aun así tiene presente a toda la nación y está seguro de que Jehová la bendecirá. ¿No deberíamos hacer nosotros lo mismo por nuestros hermanos en la fe? Debemos tenerlos siempre presentes en nuestras oraciones, y solicitarle a Jehová que les conceda su espíritu para que puedan proclamar las buenas nuevas con confianza y valentía (Efe. 6:17-20).

      12, 13. ¿Qué le sucedió a Absalón, y cómo reaccionó David?

      12 La vida de Absalón tiene un final vergonzoso, lo cual constituye una advertencia para quienes de un modo u otro maltratan a sus semejantes, y particularmente, para quienes atacan a siervos ungidos de Dios, como el rey David (léase Proverbios 3:31-35). Cuando el ejército rebelde es derrotado en combate, el propio hijo de David tiene que salir huyendo a lomos de un mulo. No obstante, se le enreda su larga cabellera en una rama baja de un gran árbol, y allí se queda colgando —vivo pero indefenso— hasta que Joab le clava tres dardos en el corazón (2 Sam. 18:6-17).

      13 ¿Se alegra David al enterarse de su muerte? Ni mucho menos. Por el contrario, deambula de un lado a otro llorando y gritando: “¡Hijo mío, Absalón, hijo mío, hijo mío, Absalón! ¡Oh, que yo pudiera haber muerto, yo mismo, en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!” (2 Sam. 18:24-33). Tan solo Joab, con sus palabras, consigue calmar al angustiado monarca. ¡Qué final tan trágico! El propio Absalón se lo había buscado, pues, ciego por la ambición, tuvo el atrevimiento de luchar contra un rey que no solo era su propio padre, sino el ungido de Jehová (2 Sam. 19:1-8; Pro. 12:21; 24:21, 22).

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