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¿Quiénes habitan el mundo de los espíritus?¡Despertad! 1996 | 22 de noviembre
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Millones de personas del continente africano y de otros lugares creen que la muerte no le pone fin a la vida, sino que es sencillamente una transición de la vida al mundo de los espíritus, el dominio de las divinidades y los antepasados. El erudito John Mbiti, especialista en religiones africanas, escribe con relación a la creencia en los antepasados, a quienes llama los “muertos vivientes”: “Son los ‘espíritus’ que más preocupan a los pueblos africanos [...]. Están al tanto de lo que sucede en la familia [de la Tierra] y se interesan en ello. [...] Son los guardianes de los asuntos, las tradiciones, la ética y las actividades de la familia. Cualquier transgresión en estas cuestiones representa en el fondo una ofensa contra los ancestros, quienes, como tales, sirven de policías invisibles de las familias y comunidades. Como todavía son ‘personas’, los muertos vivientes constituyen el mejor grupo de intermediarios entre Dios y los hombres: conocen las necesidades de los seres humanos, pues estuvieron ‘recientemente’ entre ellos, y, a la vez, tienen pleno acceso a los canales de comunicación con Dios”.
¿Qué dice la Biblia, sin embargo, respecto a la condición de los muertos? Esta muestra que los “muertos vivientes” no existen. O se está vivo o se está muerto, pero nunca ambas cosas al mismo tiempo. La Palabra de Dios enseña que los difuntos ni oyen ni ven ni hablan ni piensan. No están en condiciones de vigilar a los vivos. La Biblia dice: “Los muertos [...] no tienen conciencia de nada en absoluto, [...] su amor y su odio y sus celos ya han perecido [...;] no hay trabajo ni formación de proyectos ni conocimiento ni sabiduría en el Seol [la sepultura], el lugar adonde vas”. (Eclesiastés 9:5, 6, 10.) “[El hombre] vuelve a su suelo; en ese día de veras perecen sus pensamientos.” (Salmo 146:4.)
La vuelta al polvo
Si esta idea le parece difícil de aceptar, piense en lo que le sucedió al primer hombre, Adán. Jehová lo formó “del polvo del suelo”. (Génesis 2:7.) Cuando Adán desobedeció el mandato de Jehová, se le sentenció a muerte. Dios le dijo: “[Volverás] al suelo, porque de él fuiste tomado. Porque polvo eres y a polvo volverás”. (Génesis 3:19.)
Antes de que Jehová lo creara del polvo, Adán no existía. De modo que cuando ‘volvió al suelo’, retornó a un estado inerte, como el del polvo. No pasó al mundo de los espíritus ancestrales. No fue ni al cielo ni al infierno. Cuando murió, dejó de existir.
¿Les sucede lo mismo a otros seres humanos al morir? En efecto. La Biblia afirma: “Todos [tanto hombres como animales] van a un solo lugar. Del polvo han llegado a ser todos, y todos vuelven al polvo”. (Eclesiastés 3:20.) Es cierto que la Biblia promete que Dios resucitará a los muertos en una Tierra paradisíaca, pero todavía no ha llegado el momento. (Juan 5:28, 29; Hechos 24:15.) Mientras tanto, no debemos temer a los muertos ni hacerles sacrificios, pues no pueden ni ayudarnos ni perjudicarnos.
Satanás y sus demonios quieren engañar a la gente respecto a la condición de los antecesores muertos, así que fomentan la mentira de que se sigue viviendo después de la muerte. Uno de los métodos que utilizan para ello es el de promover historias falsas. (1 Timoteo 4:1.) También se valen de visiones, sueños y médium espiritistas para hacer creer a las personas que se han comunicado con los muertos. Pero, en realidad, estas no se ponen en contacto con los difuntos, sino con demonios que se hacen pasar por ellos. De ahí que Jehová condene tajantemente a quienes consultan a los muertos, ya sea directamente, o indirectamente a través de diversos medios, como la adivinación. (Deuteronomio 18:10-12.)
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Nuestro mejor amigo está en el mundo de los espíritus¡Despertad! 1996 | 22 de noviembre
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Puesto que los muertos están inertes, no sirve de nada adorarlos. Los sacrificios que se les ofrecen en realidad fomentan las mentiras de Satanás y los demonios.
¿Desean los ángeles de Dios nuestra adoración? De ningún modo. Los ángeles fieles dan gloria a Dios y animan a los seres humanos a hacer lo mismo. En dos ocasiones el apóstol Juan trató de adorar a ángeles, pero estos lo reprendieron con las palabras: “¡Ten cuidado! ¡No hagas eso! [...] Adora a Dios”. (Revelación 19:10; 22:8, 9.)
A diferencia de los ángeles fieles, Satanás y sus demonios desean adoración y gloria, como se demostró cuando, siendo Jesús un hombre en la Tierra, Satanás lo tentó. La Biblia relata: “El Diablo lo llevó consigo a una montaña excepcionalmente alta, y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: ‘Todas estas cosas te las daré si caes y me rindes un acto de adoración’”. (Mateo 4:8, 9.)
Jesús replicó: “¡Vete, Satanás! Porque está escrito: ‘Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado’”. (Mateo 4:10.) Jesús conocía la Ley de Jehová, y se negó a transgredirla. (Deuteronomio 6:13.)
Aunque Satanás no logró que Jesús lo adorara, con otros sí ha tenido éxito. Obviamente, pocas personas adoran a Satanás a sabiendas. No obstante, valiéndose de artimañas, engaños, mentiras y del temor, Satanás y los demonios han apartado a tantas personas de la adoración pura de Jehová que el apóstol Juan escribió: “El mundo entero yace en el poder del inicuo”. (1 Juan 5:19.) Los que rinden adoración de manera contraria a la Palabra de Dios honran a Satanás, no a Jehová. La Biblia advierte: “Las cosas que las naciones sacrifican, a demonios las sacrifican, y no a Dios”. (1 Corintios 10:20.)
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