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Se revivifica a los dos testigosApocalipsis... ¡se acerca su magnífica culminación!
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“Y cuando hayan terminado de dar su testimonio, la bestia salvaje que asciende del abismo hará guerra contra ellos y los vencerá y los matará. Y sus cadáveres estarán en el camino ancho de la gran ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también el Señor de ellos fue fijado en el madero. Y los de los pueblos y tribus y lenguas y naciones mirarán sus cadáveres por tres días y medio, y no permiten que sus cadáveres sean puestos en una tumba. Y los que moran en la tierra se regocijan sobre ellos y gozan, y se enviarán regalos los unos a los otros, porque estos dos profetas atormentaron a los que moran en la tierra”. (Revelación 11:7-10.)
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Se revivifica a los dos testigosApocalipsis... ¡se acerca su magnífica culminación!
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Desde 1914 hasta 1918 las naciones se envolvieron en la I Guerra Mundial. El nacionalismo hervía, y en la primavera de 1918 los enemigos religiosos de los dos testigos aprovecharon aquella situación. Manipularon el sistema legal del Estado de tal manera que ministros de los Estudiantes de la Biblia con puestos de responsabilidad fueran enviados a prisión bajo acusaciones falsas de sedición. Sus fieles colaboradores quedaron perplejos. La actividad del Reino casi se detuvo. Fue como si la obra de predicar hubiera muerto. En los tiempos bíblicos era una terrible indignidad el que no se enterrara a un muerto en una tumba conmemorativa. (Salmo 79:1-3; 1 Reyes 13:21, 22.) Por eso, el que se dejara sin enterrar a los dos testigos significaría gran vituperio para ellos. En el candente clima de Palestina, un cadáver en la calle, en público, realmente empezaría a heder después de tres días y medio literalesc. (Compárese con Juan 11:39.) Así, este detalle de la profecía indica la vergüenza que tuvieron que soportar los dos testigos. Las personas que ya hemos mencionado, que fueron enviadas a prisión, ni siquiera pudieron pagar fianza mientras los casos estaban bajo apelación. Fueron denunciados públicamente por suficiente tiempo como para que llegaran a ser un hedor a los habitantes de “la gran ciudad”.
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