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  • Las armas. Una forma de morir
    ¡Despertad! 1990 | 22 de mayo
    • Consideremos ahora algunos hechos abrumadores. En los “relativamente pocos tiroteos que se producen entre amos de casa y ladrones, lo más fácil es que el ladrón resulte más diestro con su arma y que el amo de casa termine en el depósito de cadáveres”, informó la revista Time del 6 de febrero de 1989. Por muy disuasiva que sea un arma a la hora de impedir que se cometa un acto delictivo, su poder disuasorio queda mucho más que compensado por otros factores devastadores. Piense por ejemplo en el caso de los suicidios. Tan solo en Estados Unidos, en un período de doce meses más de dieciocho mil personas se quitaron la vida de un tiro.

      No es posible determinar cuántos de estos suicidios fueron actos impulsivos que quizás no hubiesen ocurrido de no haber tenido un arma en el bolso o en un cajón. De lo que podemos estar seguros es de que a algunas de las víctimas tener un arma a mano les impidió disponer del tiempo suficiente para pensar de manera racional y quizás salvar su vida.

  • Las armas. Una forma de morir
    ¡Despertad! 1990 | 22 de mayo
    • Los padres que tienen armas deben cargar con la responsabilidad si sus hijos las utilizan para suicidarse o para matar a alguien. “El aumento en la cantidad de suicidios entre gente joven durante 1988 —mencionó un periódico— puede tener cierta relación con la mayor disponibilidad de las armas de fuego, debido a que cada vez más personas acumulan tales armas para proteger sus viviendas, dijo la policía. [...] Si usted tiene un arma en casa, siempre existe la posibilidad de que caiga en manos de un niño.” En un informativo estadounidense que se televisó en junio de 1989 se dijo: “El año pasado [1988], más de tres mil niños dispararon contra otros niños”.

      Padres, ¿saben ustedes dónde guardan sus armas? Cierto padre lo sabía, pero también lo sabía su hijo de diez años. “Cargó la escopeta de caza de gran potencia de su padre —informó el New York Times del 26 de agosto de 1989— y mató a una niña que había alardeado de ser mejor que él jugando a los videojuegos.” ¿Saben ustedes lo que lleva su hijo o su hija al colegio además de bocadillos o galletas? ¿Se creería usted que lleva un arma? ¿Qué pensarían los padres de un niño de cinco años que iba a párvulos cuando les llamaron del colegio para notificarles que a su hijo le habían quitado de las manos una pistola cargada del calibre 25 cuando estaba en una atestada cafetería mientras centenares de otros escolares tomaban sus bocadillos, leche y galletas?

      También en 1989, y poco después de este suceso, sorprendieron a un niño de seis años que cursaba el primer año de enseñanza primaria presumiendo de llevar una pistola cargada. Ese mismo mes se detuvo a otro niño de doce años por llevar a la escuela una pistola cargada. Todo esto sucedía en el mismo distrito escolar. En Florida, una estudiante no fue lo suficiente afortunada como para escapar de la catástrofe provocada por un arma de fuego cargada en manos de una niña de once años. Una bala le dio en la espalda cuando a la niña se le disparó por accidente el arma que había llevado a la escuela para enseñarla a sus amigas.

      “Nuestros niñitos de seis años van a casa y casi todos saben que allí hay un arma”, dijo el director de una escuela. “Muchos de ellos saben cuáles son los efectos de un arma —dijo un profesor de tercer curso de enseñanza primaria—. Puede que incluso hayan perdido a su padre, un tío o un hermano por causa de un arma.” Algunos sistemas escolares hasta han visto la necesidad de instalar detectores de metales para localizar las armas que introducen en la escuela los niños pequeños, por no mencionar los que no son tan pequeños. ¿No deberían los padres cargar con la responsabilidad de las acciones de sus hijos, en especial aquellos que ven conveniente tener armas en casa, donde sus hijos pueden encontrarlas?

      Tal vez los padres se tranquilizan pensando que sus armas están escondidas en algún lugar donde ni sus hijos ni nadie puede encontrarlas. Sin embargo, es lamentable que la muerte de algunos niños haya demostrado que sus padres estaban equivocados. Y hay otro factor lógico que debe tomarse en cuenta. Un jefe de policía dijo: “Si usted esconde tanto su arma para que en su casa ningún inocente —sean sus hijos, alguna visita o cualquier otra persona— pueda hacerse daño con ella, entonces no la tendrá a mano [cuando se presente] la clase de emergencia para la que la compró”.

      La policía calcula que si alguna vez se utiliza un arma doméstica, “hay seis veces más probabilidades de dispararla contra un miembro de la familia o un amigo que contra un intruso”, informó la revista Time. “Una esposa o madre cree que oye a un ladrón y termina por disparar contra su marido o contra su hijo que llega a casa tarde”, dijo un funcionario dedicado a la seguridad pública. Cuando se le preguntó cómo deberíamos proteger nuestra casa, él dijo: “Quizás la mejor manera de protegerse es arriesgando sus propiedades en lugar de su vida. La mayoría de los ladrones están ahí para robar, no para matar. La mayor parte de las muertes que se producen en las casas por disparos de armas de fuego las causa el arma del amo de casa.

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