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  • La toma de decisiones: un reto ineludible
    La Atalaya 2003 | 15 de octubre
    • La toma de decisiones: un reto ineludible

      “NADA es más difícil y más precioso que saber decidirse”, dijo en cierta ocasión Napoleón Bonaparte, emperador de Francia en el siglo XIX. Es muy probable que estemos de acuerdo con esta afirmación, dado que por lo general valoramos la capacidad de controlar nuestra propia vida. Al mismo tiempo, muchos hemos aprendido que a veces no resulta nada fácil tomar una decisión.

      Sea que nos resulte fácil o difícil, tomar decisiones es una tarea cotidiana inevitable. Cada mañana nos levantamos y hemos de decidir qué ropa ponernos, qué desayunar y cómo ocuparnos de otros muchos asuntos durante el día. La mayoría de esas decisiones son de menor importancia. Rara vez volvemos a pensar en ellas, y casi nunca nos quita el sueño si fueron acertadas o no.

      Por otra parte, algunas decisiones son trascendentales. En el mundo en que vivimos, muchos jóvenes deben decidir a qué se dedicarán, y determinar el tipo y la duración de sus estudios. Más tarde o más temprano, la mayoría tendrán que optar por casarse o permanecer solteros. Los que se quieran casar deben plantearse: “¿Tengo la edad y la madurez necesarias para casarme? ¿Qué clase de cónyuge deseo, o lo que es más importante, qué clase de cónyuge necesito?”. Pocas decisiones en la vida influyen en nosotros más profundamente que la elección de cónyuge.

      Es esencial que tomemos buenas decisiones en los asuntos más importantes, pues nuestra felicidad depende en gran manera de que lo hagamos. Hay quienes creen que son totalmente capaces de tomarlas y si se les brinda ayuda, la rechazan. ¿Es sensato hacerlo? Veamos.

  • ¿Cómo puedes tomar buenas decisiones?
    La Atalaya 2003 | 15 de octubre
    • ¿Cómo puedes tomar buenas decisiones?

      “EL SABIO escucha y absorbe más instrucción”, afirmó Salomón, rey del antiguo Israel. La mayoría de nosotros hemos tomado malas decisiones en alguna ocasión, simplemente por no hacer caso de los consejos que otros nos dan (Proverbios 1:5).

      Estas palabras de Salomón, junto con los “tres mil proverbios” compuestos por él, quedaron registradas posteriormente en la Biblia (1 Reyes 4:32). ¿Podemos beneficiarnos de prestar atención a sus sabios consejos? Sí, pues son útiles “para conocer [...] sabiduría y disciplina, para discernir los dichos del entendimiento, para recibir la disciplina que da perspicacia, justicia y juicio y rectitud” (Proverbios 1:2, 3). Analizaremos cinco pautas basadas en la Biblia que pueden ayudarnos a tomar decisiones sabias.

      Piensa en las consecuencias a largo plazo

      Algunas decisiones tendrán consecuencias importantes. Por lo tanto, intenta determinar de antemano cuáles serán estas. Procura evitar que el atractivo de los beneficios a corto plazo te impida ver las posibles consecuencias no deseadas a largo plazo. “Sagaz es el que ha visto la calamidad y procede a ocultarse, pero los inexpertos han pasado adelante y tienen que sufrir la pena”, advierte Proverbios 22:3.

      Quizás sea práctico anotar en un papel la lista de consecuencias a corto y a largo plazo. Puede que si escoges cierto trabajo, consigas un buen sueldo y una ocupación agradable. Pero ¿pudiera suceder que a la larga ese trabajo no llegara a satisfacer tus expectativas? ¿Podría requerir que con el tiempo te mudaras a otro lugar, quizás lejos de tus amigos o familiares? ¿Te verías expuesto a un ambiente malsano o sería tan monótono que te sintieras profundamente frustrado? Analiza las ventajas e inconvenientes, y entonces podrás determinar a qué debes darle prioridad.

      Tómate el tiempo necesario

      Es fácil que las decisiones precipitadas resulten insensatas. Proverbios 21:5 aconseja: “Los planes del diligente propenden de seguro a ventaja, pero todo el que es apresurado se encamina de seguro a la carencia”. Por ejemplo, los adolescentes que se enamoran ciegamente de alguien deberían pensarlo con detenimiento antes de consolidar una relación que los lleve al matrimonio. De otro modo, quizás experimenten la veracidad de las palabras de William Congreve, dramaturgo inglés del siglo XVIII, que dijo: “Los que con prisa se casan, tiempo tendrán de arrepentirse”.

      No obstante, no se debe confundir el tomarse el tiempo necesario para pensar las cosas con aplazar las decisiones. Algunas son tan importantes que la sabiduría dicta que se tomen tan pronto como sea razonablemente posible. Retrasarlas sin necesidad puede costarnos muy caro, ya sea a nosotros o a otros. Posponer una decisión también puede constituir una decisión de por sí, una que tal vez resulte poco sensata.

      Acepta los consejos

      Dado que no hay dos situaciones del todo iguales, es probable que dos personas que se enfrenten a problemas similares no siempre tomen la misma decisión. Aun así, conviene saber cómo otros han resuelto problemas parecidos a los nuestros. Pregúntales cómo valoran ellos su decisión en la actualidad. Por ejemplo, a la hora de escoger una profesión, pide a quienes se dedican a ella que te hablen de sus aspectos positivos y negativos. Pregúntales cuáles han sido las ventajas de su elección, y cuáles los inconvenientes o posibles riesgos.

      “Resultan frustrados los planes donde no hay habla confidencial —se nos alerta—, pero en la multitud de consejeros hay logro.” (Proverbios 15:22.) Por supuesto, cuando pedimos consejo y aprendemos de la experiencia de otros, deberíamos comprender plenamente que somos nosotros quienes hemos de tomar la decisión final y también afrontar las consecuencias de hacerlo (Gálatas 6:4, 5).

      Sigue los dictados de una conciencia bien educada

      La conciencia puede ayudarnos a tomar decisiones acordes con los principios básicos por los que regimos nuestra vida. Los cristianos debemos educar la conciencia para que refleje los pensamientos divinos (Romanos 2:14, 15). La Palabra de Dios nos dice: “En todos tus caminos tómalo en cuenta, y él mismo hará derechas tus sendas” (Proverbios 3:6). Por supuesto, hay asuntos en los que dos personas —ambas con una conciencia bien educada— llegarán a diferentes conclusiones y, en consecuencia, tomarán decisiones distintas.

      No obstante, la persona que ha educado bien su conciencia sabe que no existe ese margen de flexibilidad cuando se trata de acciones que la Palabra de Dios condena directamente. Por ejemplo, a un hombre y a una mujer que no rigen sus conciencias por los principios bíblicos, quizás les parezca apropiado poner a prueba su compatibilidad viviendo juntos antes de casarse. Tal vez piensen que han tomado una decisión sabia y razonen que así evitarán precipitarse en un matrimonio imprudente. Es probable que sus conciencias no los condenen. No obstante, quien concuerda con el punto de vista divino sobre las relaciones sexuales y el matrimonio no aceptará dicha convivencia inmoral de prueba (1 Corintios 6:18; 7:1, 2; Hebreos 13:4).

      Piensa en cómo afectan tus decisiones a los demás

      A menudo, tus decisiones afectan a otras personas. Por eso, nunca tomes deliberadamente una decisión poco sensata —o incluso estúpida— que podría poner en peligro relaciones valiosas con amigos y parientes o, sobre todo, con Dios. Proverbios 10:1 observa: “El hijo sabio es el que regocija a un padre, y el hijo estúpido es el desconsuelo de su madre”.

      Por otra parte, debes comprender que a veces es necesario optar por unas amistades en vez de por otras. Para ilustrarlo, quizás decidas desechar opiniones religiosas que tenías anteriormente porque ahora sabes que son contrarias a las Escrituras. O tal vez hagas cambios importantes en tu personalidad porque deseas que tu vida se rija por las normas divinas que has aceptado. Puede que tu decisión no sea del agrado de algunos de tus amigos o parientes, pero si le agrada a Dios, es sensata.

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