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Se resuelve el misterio¡Despertad! 1986 | 22 de agosto
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Los humanos no son la forma de vida más elevada que existe. La Biblia revela que mucho tiempo antes de que Dios creara al hombre y la mujer, él creó una multitud de hijos espíritus, ángeles invisibles. (Job 38:4, 7.) Más adelante, uno de estos comenzó a oponerse a Dios, hasta lo calumnió, convirtiéndose así en Satanás (opositor) y el Diablo (calumniador). Con el tiempo, otras criaturas espíritus se unieron a Satanás el Diablo en su rebelión y formaron una organización de ángeles rebeldes, o demonios. ¿Son estos demonios los causantes de los fenómenos paranormales del ocultismo?
¡Sí lo son! Antes del Diluvio, estos “hijos [espíritus] del Dios verdadero” se materializaron en cuerpos de carne para vivir en la Tierra. (Génesis 6:1, 2; Judas 6.) Pero desde que regresaron a la región de los espíritus, los contactos que han tenido con los humanos han estado limitados a causar los fenómenos paranormales que han sido tan comunes a través de la historia humana.
Los demonios se han comunicado particularmente con parientes y amigos de los muertos, causando que estas personas crean la mentira de que los muertos aún viven en alguna parte del mundo de los espíritus. Los demonios no tienen problemas para imitar a los muertos ya que pueden observar a la gente de cerca mientras todavía está con vida. Por eso, los detalles íntimos de la vida de la persona, incluso el sonido de la voz y la manera de expresarse, pueden reproducirse con exactitud.
Pero puede que usted se pregunte: ¿qué hay de los ángeles leales? Quizás ellos se comuniquen con humanos en la actualidad. Es cierto que en tiempos remotos Dios utilizó a ángeles para comunicarse con humanos. Hoy día, no obstante, ya tenemos la Biblia completa que es el medio adecuado que Dios usa para comunicarse directamente con nosotros los humanos. (2 Timoteo 3:16, 17.) En ella Jehová Dios específicamente prohíbe que los humanos traten de comunicarse con los espíritus.
Dios dijo por medio de su profeta Isaías: “Sin duda la gente les dirá a ustedes: ‘Consulten a los espíritus de los muertos y a esos adivinos que cuchichean y susurran. ¿Acaso no debe un pueblo consultar a sus dioses, y pedir consejo a los muertos acerca de los vivos para recibir una instrucción o un mensaje?’ Sin duda que hablarán así, pero lo que dicen es una tontería”. (Isaías 8:19, 20, Versión Popular.)
No es de extrañar que Dios diera a la nación de Israel instrucciones detalladas sobre cómo evitar las prácticas ocultistas. Al tiempo que ellos entraron en la Tierra Prometida, él les advirtió que no se envolvieran en las “costumbres detestables” de los cananeos. (Levítico 18:3, 30.) En Deuteronomio 18:10, 11 se da una lista de estas costumbres o prácticas que incluyen el empleo de la adivinación, el practicar la magia, el buscar agüeros, la hechicería, el atar a otros con maleficios, el consultar a pronosticadores profesionales de sucesos y el preguntar a los muertos.
¡Evite el ocultismo!
A primera vista, puede que esas “costumbres detestables” parezcan bastante inofensivas. Pero en esto hay un peligro. ¿Cómo es eso? Es debido a que esas prácticas pueden hacer que uno se envuelva con los demonios. La depravación de los cananeos y su obsesión con las prácticas sexuales y la violencia sirvieron como evidencia de esto.
En la actualidad existe un peligro similar si uno desarrolla interés en lo paranormal. Bien pudiera ser el cebo que lo lleve a uno a ser entrampado por fuerzas demoníacas. No es difícil hallar informes de delitos de carácter sexual o de violencia en conexión con prácticas ocultistas de nuestro día.
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Los demonios me controlaban¡Despertad! 1986 | 22 de agosto
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YO ERA médium espiritista, hechicero y brujo. Empleaba la adivinación y buscaba agüeros. Ataba a otras personas con maleficios y practicaba la magia negra y el vudú. Participaba en la mayoría de las prácticas espiritistas condenadas en la Biblia en Deuteronomio 18:10-12.
Lucas, el compañero de viaje del apóstol Pablo, escribió: “Nos encontró cierta sirvienta que tenía un espíritu, un demonio de adivinación. Ella proporcionaba mucha ganancia a sus amos practicando el arte de la predicción”. (Hechos 16:16.) Tal como en el caso de esa sirvienta, un demonio también me proveía a mí conocimiento de cosas que no podrían llegar a conocerse por medios comunes.
Por ejemplo, antes que mi abuela muriera, yo sabía que su muerte era inminente. Y cuando una pariente llegaba a estar encinta, yo lo sabía antes que los demás. Estos no eran sencillamente presentimientos que resultaban ser ciertos; mi conocimiento respecto a tales cosas casi siempre era correcto. Cuando yo deseaba que se enfermara un condiscípulo, maestro o pariente, invariablemente sucedía.
En cierta ocasión me disgusté con mi abuela y quería que se lastimara. Llamé a los demonios y les pedí específicamente que ella se cortara... aquella tarde se cortó con un cuchillo.
Al practicar vudú utilizaba artículos de vestir e hice una imagen de mi hermano. Quería evitar que me molestara. Después de eso, siempre que se me acercaba a menos de tres metros (10 pies), él recibía punzadas en el pecho y respiraba con dificultad. De modo que aprendió a mantenerse alejado de mí.
Más tarde, cierto conocido se mofó de mi capacidad de llamar a los demonios. Yo sabía que él traficaba con drogas. Así que le dije que él sería arrestado y entonces puesto en libertad. Los demonios hicieron tal como les pedí. Dentro de dos meses el hombre fue arrestado. Después los cargos fueron retirados y fue puesto en libertad. El hombre nunca volvió a dudar de mis capacidades.
Mi envolvimiento con el ocultismo
Mi familia estaba muy envuelta en los ritos religiosos y el paganismo de las montañas Ozark en los Estados Unidos, donde la gente usaba pociones para el amor y cosas similares. Nací después que mis padres se mudaron a San Francisco. Ellos realmente no deseaban tener hijos; esto interfería con su estilo de vida sin principios. De modo que no se me cuidaba ni se me mostraba cariño alguno, por lo cual yo estaba emocionalmente destruido. Llegué a ser un solitario y odiaba a la gente.
A temprana edad me sentí atraído a lo oculto. Veía todas las películas y programas en la TV que presentaban esto. Para cuando tenía unos seis años de edad usaba regularmente la tabla Ouija. Yo quería, de hecho anhelaba, comunicarme con la región de los espíritus. Sabía que los demonios existían y me sentía muy cómodo hablando con ellos. Y me favorecieron con poderes especiales y conocimiento.
Empecé a leer todos los libros que podía obtener sobre el ocultismo; los conseguía de bibliotecas públicas y, en particular, de librerías. Cierta librería, administrada por una médium espiritista, daba atención especial a los que practicaban la brujería o la magia negra. Leí libros viejos sobre el ocultismo y aprendí los nombres de los demonios con quienes se comunicaron personas del pasado que practicaban el espiritismo.
Entonces, al comunicarme con los demonios, comencé a usar estos nombres cuando hablaba con ellos. Y parecía que siempre que trataba con un demonio en particular, su personalidad y la manera como obraba difería de la de otro demonio al que yo llamaba. Así llegué a conocer por nombre a veintenas de demonios.
De mi lectura sobre el ocultismo sabía que los demonios eran ángeles que habían perdido el favor de Dios y que no eran los espíritus, o almas, de personas que habían muerto. Yo sentía compasión por estos ángeles, y en especial sentía lástima por Satanás. Llegué a ser adorador de Satanás; no obstante, aunque era contradictorio, oraba a Dios a la misma vez. Y cuando mis oraciones eran contestadas, creía que Dios las había contestado. Satanás me tenía completamente engañado. (2 Corintios 11:14.)
Aunque me concedían poderes especiales, los demonios no me ayudaban a ser una mejor persona. Al contrario, torcían mi manera de pensar para que odiara en vez de amar. Con el tiempo, me convertí en fornicador, ladrón, borracho, drogadicto y homosexual.
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