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Vivir con un trastorno del ánimo¡Despertad! 2004 | 8 de enero
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Se calcula, por ejemplo, que hay en el mundo más de trescientos treinta millones de casos de depresión grave, patología que ocasiona tristeza abrumadora y pérdida de placer en las actividades diarias. Según las previsiones, esta afección ocupará dentro de veinte años el segundo lugar después de las dolencias cardiovasculares. Con razón se la ha llamado “el resfriado común” en el campo de las enfermedades mentales.
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Vivir con un trastorno del ánimo¡Despertad! 2004 | 8 de enero
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La depresión: una tristeza insufrible
La mayoría de las personas pasan por rachas de tristeza que remiten con el tiempo, tal vez al cabo de horas o días. Pero la depresión clínica es mucho más grave. ¿En qué sentido? El doctor Mitch Golant lo explica así: “Quienes no estamos deprimidos sabemos que los vaivenes emocionales terminan en algún momento, mientras que el deprimido vive los altibajos y cambios bruscos de sus sentimientos como si viajara en un tren descontrolado, sin conocer ni cómo ni cuándo se bajará, o si logrará siquiera hacerlo”.
La depresión clínica adopta muchas modalidades. Una de ellas es el trastorno afectivo estacional, que se manifiesta en cierta época del año, por lo general el invierno. “Los aquejados dicen que la depresión se agrava cuanto más al norte vivan y más nublado esté el cielo —indica un libro de la People’s Medical Society—. La dolencia se relaciona sobre todo con los días grises de invierno, y en algunos casos, con los lugares de trabajo cerrados y oscuros, los períodos nubosos anormales para la estación y los problemas de la vista.”
¿Cuál es la causa de la depresión clínica? No se sabe con certeza. Aunque en ocasiones haya un componente genético, parece que en la mayoría de los enfermos influyen mucho las vivencias. Se ha señalado, además, que el diagnóstico es el doble de frecuente en la mujer que en el hombre.a En el caso de los varones, se calcula que entre el 5 y el 12% sufrirán depresión clínica en algún momento de su vida.
Este tipo de depresión repercute en casi todos los aspectos de la vida. Una paciente llamada Sheila lo describe así: “Te zarandea hasta lo más íntimo de tu ser y te mina la confianza, la autoestima y la capacidad de pensar con claridad y tomar decisiones, y cuando ha penetrado bien adentro, te da unos cuantos estrujones para ver si aguantas”.
En ocasiones, el afectado obtiene gran alivio hablando de sus sentimientos con una persona compasiva (Job 10:1). No obstante, hay que admitir que cuando entran en juego desequilibrios bioquímicos, no basta con adoptar una actitud positiva para superar la depresión. El paciente es incapaz de controlar la melancolía, y a menudo está tan confundido como sus familiares y amigos.
Tomemos como referencia el caso de Paula,b cristiana que atravesó rachas de angustiosa tristeza antes de que le diagnosticaran depresión. “A veces —confiesa— salía corriendo al automóvil nada más acabar las reuniones de la congregación y me echaba a llorar sin ningún motivo. Sencillamente me invadía una terrible sensación de soledad y dolor. Aunque todo me indicaba que tenía muchos amigos que se preocupaban por mí, era incapaz de verlo.”
Semejante es el caso de Ellen, quien hubo de ser hospitalizada por su depresión. “Tengo a mi lado gente que me quiere muchísimo: mis dos hijos, dos nueras extraordinarias y mi esposo”, admite. La lógica debería dictarle que la vida es bella y que su familia la valora. Pero en la lucha con la depresión prevalecen las ideas pesimistas que, por irracionales que sean, dominan al paciente.
No debe pasarse por alto el gran impacto que puede tener la depresión de una persona en el resto de la familia. “Cuando un ser amado está deprimido —señala el doctor Golant—, los que lo rodean probablemente vivan en constante incertidumbre, pues nunca saben cuándo se repondrá de la crisis o entrará en una nueva. No es raro que sientan una enorme pérdida, incluso tristeza y rabia, al ver que su vida ha perdido, tal vez de forma permanente, la normalidad.”
Es común que los niños detecten la depresión de los padres. “Los hijos de madres deprimidas se vuelven muy sensibles al estado emocional de estas, y observan con sumo cuidado la más mínima variación”, señala Golant. La doctora Carol Watkins destaca que los hijos de una persona deprimida son “más propensos a tener problemas de conducta, dificultades en el aprendizaje y roces con sus compañeros, así como más proclives a deprimirse”.
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