BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • Existe esperanza
    ¡Despertad! 2004 | 8 de enero
    • Existe esperanza

      EN EL pasado se acostumbraba rehuir a los afectados por trastornos del estado de ánimo, lo que en muchos casos los convertía en marginados sociales. En efecto, algunos sufrían discriminación laboral y otros eran evitados hasta por su propia familia. A menudo, lo único que se conseguía con ello era agravar su estado y privarlos de ayuda.

      En las últimas décadas se han realizado grandes avances en el entendimiento de la depresión clínica y el trastorno bipolar. Sin embargo, aunque es de conocimiento general que estas dolencias tienen tratamiento, no siempre es fácil recibirlo. ¿Por qué razón?

      Interpretar los síntomas

      Para diagnosticar un trastorno del estado de ánimo no sirven los análisis de sangre o las radiografías. Más bien, hay que hacer un seguimiento de la conducta, ideas y criterios de la persona durante cierto tiempo, y ver si esta manifiesta varios síntomas del trastorno. El problema radica en que los familiares y amigos no siempre saben reconocer los indicios. “Aun si aceptan que el comportamiento en cuestión se aparta de lo normal —escribe el doctor David J. Miklowitz—, pueden formarse opiniones muy dispares sobre las causas.”

      Además, es posible que la familia entienda la gravedad del caso pero no logre convencer al enfermo de que necesita atención médica. O si es uno mismo el afectado, puede que se resista a buscarla. Es como indica el doctor Mark S. Gold: “Quizás usted cree, sinceramente, en lo que piensa cuando se siente deprimido: que no sirve para nada y que, por lo tanto, no tiene sentido buscar ayuda, pues para personas como usted no hay esperanzas. Tal vez le gustaría consultar con alguien al respecto, pero cree que estar deprimido es algo de lo que cabe avergonzarse, que todo es culpa suya. [...] O quizá no sabe, siquiera, que lo que siente es depresión”. No obstante, es indispensable que la depresión grave sea atendida por un médico.

      Es cierto que todos nos hemos sentido abatidos en algún momento, y no tiene por qué deberse a un trastorno del ánimo. Pero ¿qué hay si los sentimientos son más intensos que en un mero bajón, persisten más de lo habitual (dos semanas o más) o nos impiden actuar normalmente en el trabajo, los estudios o en nuestras relaciones con los demás? En tal caso es aconsejable visitar a un especialista en el diagnóstico y tratamiento de los trastornos depresivos.

      Si hay desequilibrio químico, seguramente recetará fármacos, mientras que en otros casos recomendará algún tipo de terapia de apoyo para aprender a afrontar el padecimiento. A veces da buenos resultados combinar ambas vías.a En fin, lo importante es buscar ayuda. “A muchos pacientes les da miedo y vergüenza la situación en que se encuentran —señala Lenore, bipolar citada en el artículo anterior—. Lo triste es que sospechan que tienen un problema pero no buscan la ayuda que tanto necesitan.”

  • Existe esperanza
    ¡Despertad! 2004 | 8 de enero
    • Un caso similar es el de Brandon, aquejado de depresión. “En la adolescencia —relata— pensé muchas veces en suicidarme, dominado por sentimientos de inutilidad. Cuando acudí al doctor por primera vez, ya tenía treinta y tantos años.” Al igual que Lenore, se medica, pero hace algo más, como él mismo explica: “Contribuyo a mi bienestar general ocupándome de mi mente y de mi cuerpo. Descanso, cuido la dieta y lleno la mente y el corazón con ideas positivas sacadas de la Biblia”.

      Ahora bien, Brandon destaca que la depresión es un problema médico, y no espiritual, hecho que resulta fundamental entender para recuperarse. “En cierta ocasión —recuerda—, un compañero cristiano me dijo con la mejor intención que, dado que Gálatas 5:22, 23 incluye al gozo en el fruto del espíritu santo, seguramente estaba deprimido porque estaba haciendo algo que me privaba de dicho espíritu. Ese comentario me hizo sentir aún más culpable y abatido. Lo cierto es que tan pronto como comencé a recibir ayuda dejé de verlo todo tan negro. Ahora me siento mucho mejor. ¡Ojalá hubiera buscado ayuda antes!”

      Están ganando la batalla

      Aun después de que se haya diagnosticado el trastorno e iniciado el tratamiento, es de esperar que sigan planteándose desafíos. Kelly, quien lucha contra la depresión grave, agradece la atención médica recibida. Por otro lado, considera fundamental el apoyo de quienes la rodean. Al principio se resistía a pedirlo para que no la viesen como una carga. “Tuve que aprender a buscar ayuda y a aceptarla —admite—. Al abrirme a los demás, logré frenar la espiral de la depresión.”

      Dado que es testigo de Jehová, se reúne con sus hermanos cristianos en el Salón del Reino. Pero hay ocasiones en las que hasta estas alegres reuniones le plantean dificultades. “Muchas veces —dice Kelly— no soporto las luces, el movimiento de gente y el ruido. Luego me invade la culpa y me deprimo más, pues pienso que el trastorno es un indicio de falta de espiritualidad.” ¿Cómo lidia con esta situación? “He aprendido —señala— que la depresión es una enfermedad con la que hay que luchar, y no un indicativo de cuánto amo a Dios o a mis hermanos en la fe. No, en realidad no tiene nada que ver con mi grado de espiritualidad.”

  • Existe esperanza
    ¡Despertad! 2004 | 8 de enero
    • [Ilustración y recuadro de la página 11]

      Cuando se recetan fármacos

      Hay quien considera una muestra de debilidad medicarse. Pero veámoslo de esta forma: el diabético tiene que seguir un tratamiento que posiblemente incluya inyecciones de insulina. ¿Ha fracasado porque lo acepte? De ningún modo, pues no es más que un medio de equilibrar los nutrientes del organismo para mantenerse sano.

      Otro tanto ocurre con los fármacos para la depresión y la bipolaridad. Es cierto que algunos pacientes se han beneficiado de sesiones de psicoterapia que les han permitido entender mejor su problema. Pero hay que tener cautela: si existe un desequilibrio químico, la enfermedad no desaparecerá únicamente con razonamientos. Steven, quien es bipolar, dice: “La doctora que me trató hizo la siguiente comparación: podemos darle todas las lecciones de conducir que queramos a una persona, pero si tiene que manejar un vehículo sin volante ni frenos, las lecciones no le valdrán de mucho. De igual modo, si en el caso del deprimido recurrimos solo a la terapia cognitiva, probablemente no obtengamos los resultados apetecidos. Primero será muy útil equilibrar la química cerebral”.

  • Cómo brindar ayuda
    ¡Despertad! 2004 | 8 de enero
    • Cómo brindar ayuda

      SEGURAMENTE conozcamos a alguien que sufre depresión o trastorno bipolar. En tal caso, ¿qué apoyo puede dársele? He aquí un buen consejo de D. J. Jaffe, de la Alianza Nacional para los Enfermos Mentales: “No confundamos el padecimiento con el paciente; más bien, odiemos la enfermedad y amemos al enfermo”.

      Susanna, amiga de una paciente bipolar, tiene el aguante y el amor necesarios para obrar así. “A veces —dice Susanna—, ni me soportaba a su lado.” Pero, en vez de abandonar a la enferma, se informó sobre su mal. “Ahora entiendo —prosigue— cuánto influía el trastorno en su conducta.” En su opinión, los resultados compensan con creces el esfuerzo por comprender a la afectada: “Llegas a querer y apreciar a la bella persona oculta tras la enfermedad”.

      Cuando la víctima es un familiar, es esencial darle apoyo incondicional. Mario —citado antes en este reportaje— no tardó en aprender la lección. Su esposa, Lucia, de quien también se habló antes, es bipolar. “Al principio —señala Mario— me fue útil acompañarla al médico y estudiar esta extraña patología para saber a qué atenernos. Además, Lucia y yo hablábamos mucho, y fuimos lidiando con los problemas según se presentaban.”

      Apoyo de la congregación cristiana

      Las Escrituras exhortan a los cristianos a que “hablen confortadoramente a las almas abatidas” y “tengan gran paciencia para con todos” (1 Tesalonicenses 5:14). ¿Cómo pueden lograrlo? En primer lugar, es importante distinguir entre la enfermedad mental y la espiritual. Así, aunque Santiago escribió en la Biblia que la oración puede sanar a los afectados de indisposiciones espirituales (Santiago 5:14, 15), Jesús indicó que las enfermedades físicas requieren la intervención de un médico (Mateo 9:12). Claro, siempre es pertinente y provechoso orar a Jehová acerca de cualquier preocupación, lo que incluye nuestra salud (Salmo 55:22; Filipenses 4:6, 7). Sin embargo, la Palabra de Dios no da a entender que solucionaremos los problemas médicos actuales con tan solo aumentar nuestra participación en las actividades espirituales.

      Por ello, el cristiano prudente no insinúa que el deprimido tenga la culpa de estarlo. Tales comentarios serían tan inútiles como los de quienes supuestamente pretendían consolar a Job (Job 8:1-6). La realidad es que, en muchos casos, no habrá mejoría a menos que el enfermo reciba tratamiento médico, particularmente si padece depresión grave y tal vez hasta muestra tendencias suicidas. En tales casos es imprescindible la atención profesional.

      Con todo, el cristiano puede dar un gran apoyo a sus hermanos en la fe, si bien va a tener que armarse de paciencia. Por ejemplo, ciertos aspectos de las actividades cristianas resultan sumamente difíciles para quien sufre un trastorno del estado de ánimo. Así lo admite Diana, paciente bipolar: “Me cuesta mucho participar en el ministerio. No es fácil hablar de las animadoras buenas nuevas de la Biblia cuando una misma no se siente ni bien ni animada”.

      El paciente se beneficiará de nuestra empatía (1 Corintios 10:24; Filipenses 2:4). Sí, hay que tratar de ver los asuntos desde su perspectiva y no agobiarlo esperando demasiado de él. “Cuando me aceptan como soy ahora —dice Carl, enfermo de depresión—, siento que poco a poco vuelvo a integrarme. Varios hermanos mayores me han ayudado con paciencia a fortalecer mi relación con Dios, y he tenido la dicha de ayudar a otros a hacer lo mismo.”

      Nuestro respaldo aliviará considerablemente la angustia del enfermo. Así le ocurrió a Brenda, cristiana que también es bipolar: “Los hermanos de la congregación me han demostrado un extraordinario apoyo y comprensión en mis horas bajas, y nunca han insinuado que estuviera débil espiritualmente. A veces me han invitado a acompañarles al ministerio haciéndome el favor de hablar solo ellos, y otras me han reservado un asiento en el Salón del Reino para que pueda entrar cuando ya están todos acomodados”.

      Cherie, que como se indicó en un artículo anterior padece depresión, admite el enorme valor de la asistencia, el amor y la empatía de los superintendentes de su congregación: “Cuando me confirman que Jehová me quiere, me leen pasajes de la Palabra de Dios, me hablan del propósito divino de traer un paraíso donde reinen la paz y el bienestar, y oran conmigo, aunque sea por teléfono, se me quita un gran peso de encima. Entonces sé que ni Jehová ni mis hermanos me han abandonado, lo cual me infunde nuevas fuerzas”.

      Es innegable que los parientes y amigos que brindan apoyo significativo contribuyen mucho al bienestar del enfermo. “Creo que ahora controlo bastante bien mi vida —dice Lucia—. Mi esposo y yo hemos luchado juntos para salir adelante, y ahora estamos mejor que nunca.”

      Muchos afectados de diversos males psíquicos comprenden que la lucha será larga. Pero la Biblia promete que Dios traerá un nuevo mundo donde “ningún residente dirá: ‘Estoy enfermo’” (Isaías 33:24). En efecto, habrán desaparecido las angustiosas dolencias que afligen a gran parte de la humanidad. Es reconfortante reflexionar sobre la promesa divina del nuevo mundo, del cual se habrán ido para siempre todos los padecimientos, incluidos los trastornos del estado de ánimo. Como dice la Biblia, en aquel tiempo no habrá lamento ni clamor ni dolor (Revelación [Apocalipsis] 21:4).

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • Español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir