-
Una generación en peligro¡Despertad! 2001 | 8 de septiembre
-
-
Una generación en peligro
“Hasta hace dos meses, era enérgico y feliz. Ahora, cada vez que se me presenta la oportunidad de hacer algo, estoy demasiado cansado. Me siento abatido, y tengo tan mal carácter, que no entiendo cómo puede haber alguien que me aguante. No sé por qué de repente me siento tan mal.”—Paul.
“Lloro y sufro mucho, y cuando no sufro, me siento como muerta. No disfruto de nada. Ya no me gusta estar con mis amigas. Duermo mucho, y la mayor parte de los días no soy capaz de levantarme para ir a la escuela, por lo que cada vez tengo peores calificaciones.”—Melanie.
PAUL y Melanie no son los únicos que se sienten así. Según ciertas investigaciones, aproximadamente el ocho por ciento de los adolescentes de Estados Unidos padecen algún tipo de depresión, y todos los años, alrededor del cuatro por ciento se ven sumidos en una depresión grave. Pero estos datos no lo dicen todo, pues la enfermedad suele recibir diagnósticos equivocados o incluso descartarse por completo. “De hecho —escribe el doctor David G. Fassler, psicólogo de adolescentes—, tras analizar el estudio realizado con niños y adolescentes, creo que más de 1 de cada 4 habrá experimentado un episodio depresivo grave para cuando cumpla los 18 años.”
Efectos devastadores
La depresión produce efectos devastadores en los adolescentes. Además, los expertos opinan que es una de las principales causas de los trastornos alimentarios, las enfermedades psicosomáticas, los problemas escolares y el abuso esporádico de sustancias adictivas entre los jóvenes.
Lo más trágico, sin embargo, es su conexión con el suicidio juvenil. Según el Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, nada menos que el 7% de los jóvenes con depresión grave se quitan la vida.a Pero esta cifra tampoco refleja la total envergadura del problema, pues se cree que por cada uno que se suicida, hay muchos más que lo intentan. Con razón, un informe del Carnegie Council on Adolescent Development afirma: “Hoy día, tratar a la ligera los problemas de los adolescentes es exponerse al fracaso. Tal negligencia pone en peligro a una generación entera”.
¿Una vida sin preocupaciones?
Hay quienes no conciben que los adolescentes se depriman. “No son más que niños —razonan algunos adultos—. Viven sin preocupaciones y sus inquietudes no son ni por asomo como las de los mayores.” Pero ¿es eso cierto? La verdad es que afrontan presiones muy fuertes, más de lo que muchos se imaginan. El doctor Daniel Goleman dice: “Cada nueva generación, desde principios de[l] siglo [XX], ha corrido un riesgo mayor que la generación de sus padres, de sufrir una depresión más importante —no ya tristeza, sino un desinterés paralizante, desaliento y autocompasión, más una abrumadora desesperanza—, en el curso de su vida. Y episodios de esta naturaleza están apareciendo a edades cada vez más tempranas”.
Aun así, muchos padres tal vez objeten que ellos pasaron la adolescencia sin caer en la depresión, y no entienden por qué a su hijo le embargan sentimientos negativos. Pero los adultos no deberían comparar su adolescencia con la de los jóvenes de hoy. Al fin y al cabo, cada persona tiene su forma particular de percibir el mundo que la rodea y de reaccionar ante él.
Además, los adolescentes de ahora se encaran a otra dificultad. “Viven en un mundo muy distinto del que conocieron sus padres cuando jóvenes”, escribe la doctora Kathleen McCoy en su libro Understanding Your Teenager’s Depression, dirigido a los padres de adolescentes deprimidos. Tras mencionar varios cambios sustanciales que se han producido en las últimas décadas, la doctora McCoy resume así la situación: “Los adolescentes actuales se sienten menos seguros, menos capaces y menos optimistas de lo que nos sentíamos nosotros una generación atrás”.
En vista de lo extendida que está la depresión adolescente, los siguientes artículos se centrarán en tres preguntas:
• ¿Cuáles son algunos de sus síntomas?
• ¿Qué la ocasiona?
• ¿Cómo ayudar a los adolescentes deprimidos?
[Nota]
a Algunos expertos creen que la cantidad auténtica es muy superior, pues cabe la posibilidad de que ciertas defunciones catalogadas como accidentales hayan sido en realidad suicidios.
-
-
Los síntomas de la depresión¡Despertad! 2001 | 8 de septiembre
-
-
Los síntomas de la depresión
“La tristeza es una emoción normal y sana; la depresión es una enfermedad. El problema estriba en comprender y reconocer la diferencia.”—Doctor David G. Fassler.
AL IGUAL que muchos otros trastornos, la depresión presenta una serie de signos claros. Pero tales signos no son muy fáciles de reconocer, pues casi todos los adolescentes se desaniman de vez en cuando, como los adultos. ¿Qué diferencia hay entre la simple tristeza y la depresión? La distinción radica principalmente en su intensidad y duración.
El término intensidad se refiere al grado en que afectan al joven los sentimientos negativos. La depresión es mucho más grave que un pequeño ataque de desesperación; es una enfermedad emocional devastadora que reduce en gran medida la capacidad de funcionar con normalidad. El doctor Andrew Slaby lo explica así: “Imagínese el dolor físico más intenso que haya sufrido en su vida —la rotura de un hueso, un problema odontológico o un parto—, multiplíquelo por diez y réstele la causa; tal vez pueda hacerse una idea aproximada del sufrimiento que ocasiona la depresión”.
El vocablo duración alude al tiempo que subsiste el estado de apatía. Según los profesores clínicos Leon Cytryn y Donald H. McKnew, hijo, “el niño que no da muestras de experimentar consuelo o de reanudar una vida normal en el plazo de una semana tras caer en un estado de desánimo (prescindiendo de la razón) —o en el plazo de seis meses tras sufrir lo que para él es una grave pérdida—, corre el riesgo de padecer un trastorno depresivo”.
Síntomas comunes
El diagnóstico de depresión solo se emite cuando el joven manifiesta una serie de síntomas durante la mayor parte del día, todos los días, por al menos dos semanas. Si el ataque es relativamente breve, se denomina episodio depresivo. Por otra parte, se utiliza el término distimia para referirse a una forma de depresión leve o moderada más crónica, cuyas manifestaciones persisten como mínimo un año con un período de mejoría inferior a los dos meses. ¿Cuáles son algunos síntomas comunes de la depresión?a
Cambio súbito del estado de ánimo y la conducta. El adolescente dócil pasa de pronto a ser polémico. Es frecuente que los jóvenes deprimidos manifiesten una conducta rebelde y hasta huyan de casa.
Aislamiento social. El adolescente se aparta de sus amigos. O puede que estos se aparten de él cuando perciben su desagradable cambio de actitud y comportamiento.
Disminución del interés en casi todas las actividades. El adolescente se muestra excepcionalmente pasivo. Las aficiones que hasta hace poco consideraba fascinantes, ahora le parecen aburridas.
Cambio notable en los hábitos alimentarios. Muchos expertos opinan que trastornos como la anorexia, la bulimia y la sobreingesta compulsiva suelen coexistir con la depresión (y a veces pueden ser provocados por ella).
Trastornos del sueño. El adolescente padece insomnio o hipersomnio. Algunos sufren alteraciones del sueño: pasan la noche en vela y duermen todo el día.
Disminución del rendimiento escolar. Al adolescente deprimido le cuesta llevarse bien con los maestros y los compañeros, y sus calificaciones empeoran por momentos. Al poco tiempo ya no quiere ir a la escuela.
Conducta peligrosa o autodestructiva. Los comportamientos que tratan de ‘burlar a la muerte’ pueden ser signos de que el joven no tiene muchos deseos de vivir. La automutilación (por ejemplo, la acción de practicarse cortes) también puede sugerir lo mismo.
Sentimientos injustificados de inutilidad o de culpa. El adolescente se vuelve sumamente autocrítico y se considera un completo fracaso, aunque la realidad tal vez indique lo contrario.
Problemas psicosomáticos. Los dolores de cabeza, de estómago, de espalda y otros trastornos similares pueden apuntar a una depresión subyacente si no se descubre ninguna causa física.
Ideas recurrentes de muerte y suicidio. Pensar demasiado en temas morbosos puede ser señal de depresión. Lo mismo es cierto de las amenazas de suicidio (véase el recuadro de abajo).
Trastorno bipolar
Algunos de estos mismos síntomas pueden corresponder a otra desconcertante enfermedad: el trastorno bipolar. Según los doctores Barbara D. Ingersoll y Sam Goldstein, el trastorno bipolar (denominado también trastorno maniacodepresivo) es “un estado caracterizado por episodios depresivos alternados con períodos elevados (estado de ánimo exageradamente eufórico y energías excesivas) que alcanzan niveles muy superiores a los que son normales del buen humor”.
Esta fase elevada se denomina manía, y sus síntomas son, entre otros, pensamientos acelerados, locuacidad extrema y una menor necesidad de sueño. De hecho, el paciente puede pasar días sin dormir y no manifestar pérdida de energías. Otro síntoma del trastorno bipolar es el comportamiento extremadamente impulsivo sin pensar en las consecuencias. “La manía suele afectar al pensamiento, al juicio y a la conducta social hasta el punto de ocasionar graves problemas y situaciones embarazosas”, dice un informe del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos. ¿Cuánto dura la fase maníaca? A veces tan solo unos días; en otros casos persiste varios meses hasta que sobreviene la fase de depresión.
Existe un mayor riesgo de padecer trastorno bipolar entre quienes tienen antecedentes familiares de este mal. Pero hay buenas noticias. El libro The Bipolar Child (El niño bipolar) dice que si el problema “se diagnostica pronto y se trata debidamente, estos niños y sus familias pueden llevar una vida muchísimo más estable”.
Debe tenerse en cuenta que no basta la presencia de un solo síntoma para diagnosticar depresión o trastorno bipolar. Normalmente, lo que conduce al diagnóstico es un cúmulo de síntomas manifestados a lo largo de un período de tiempo. Pero todavía sigue en pie la pregunta de por qué afectan a los adolescentes estas desconcertantes enfermedades.
[Nota]
a Los síntomas aquí indicados se presentan con la intención de dar una idea general, no como criterio para emitir un diagnóstico.
[Recuadro de la página 6]
Cuando un niño desea morir
El Centro para el Control de la Enfermedad, de Estados Unidos, indicó que en ese país, en uno de los últimos años, el suicidio segó la vida de más jóvenes que el cáncer, las cardiopatías, el sida, la apoplejía, la neumonía, la gripe, las neumopatías crónicas y los defectos congénitos juntos. Otro hecho alarmante es el gran aumento que se ha registrado en el número de suicidios de jovencitos de entre 10 y 14 años.
¿Hay alguna manera de evitar que los adolescentes se quiten la vida? En algunos casos, sí. “Los datos indican que muchos suicidios van precedidos de indirectas y avisos verbales —escribe la doctora Kathleen McCoy—. Cuando su hijo siquiera deja entrever ideas suicidas, debe prestarle mucha atención y tal vez incluso buscar ayuda profesional.”
El hecho de que la depresión adolescente esté tan extendida recalca la necesidad de que los padres y otros adultos tomen en serio toda señal que dé el joven de querer atentar contra su vida. “En casi todos los casos de suicidio que he analizado, se habían pasado por alto los indicios de lo que el adolescente planeaba hacer, o no se les había dado la debida importancia —escribe el doctor Andrew Slaby en su libro No One Saw My Pain (Nadie percibió mi dolor)—. La familia y los amigos no captaron la gravedad de los cambios que observaban. Al centrarse en las consecuencias y no en el mal subyacente, los diagnósticos eran ‘problemas familiares’, ‘consumo de drogas’ o ‘anorexia’. A veces se trataba la ira, la confusión y la irritabilidad, pero no la depresión. El mal subyacente persistía, torturando y amargando al joven.”
El mensaje es claro: todo indicio de tendencias suicidas debe tomarse en serio.
[Ilustración de la página 7]
A veces, la conducta rebelde es señal de una depresión subyacente
[Ilustraciones de la página 7]
Los adolescentes deprimidos suelen perder el interés en actividades que antes les fascinaban
-
-
Las causas de la depresión¡Despertad! 2001 | 8 de septiembre
-
-
Las causas de la depresión
“Por lo general, la depresión adolescente no obedece a un solo factor estresante, sino a varios.”—Doctora Kathleen McCoy.
¿CUÁLES son las causas de la depresión adolescente? Existen varios desencadenantes. A veces, los cambios físicos y emocionales propios de la pubertad invaden a los jóvenes de incertidumbre y temor, y los hacen propensos a estados de ánimo pesimistas. Además, los adolescentes suelen experimentar emociones negativas cuando se sienten rechazados por sus compañeros o por la persona de quien se han enamorado. Y también, como se indicó en el primer artículo de esta serie, la juventud de hoy crece en un mundo que ya de por sí puede ser deprimente. Vivimos, sin lugar a dudas, en “tiempos críticos, difíciles de manejar” (2 Timoteo 3:1).
Para agravar el problema, los jóvenes se encaran a las presiones de la vida por primera vez, sin las aptitudes y la experiencia de los adultos. En cierto sentido, son como turistas que tratan de orientarse en un lugar desconocido, abrumados por el entorno y, en muchos casos, renuentes a pedir ayuda. Esta situación puede convertirse en terreno fértil para que germine la depresión.
Pero hay otros factores que también pueden contribuir a la depresión adolescente. Analicemos algunos de ellos.
Los sentimientos de pérdida
La depresión a veces sobreviene tras una pérdida profunda: tal vez la muerte de un ser querido o la falta de contacto con uno de los padres a consecuencia del divorcio. Hasta la muerte de un animal de compañía puede sumir a un adolescente en la desesperación.
Hay otros tipos de pérdida que no son tan obvios. Por ejemplo, la mudanza a otro vecindario implica dejar atrás un entorno conocido y amigos queridos. Hasta la consecución de algún objetivo muy esperado —como el de graduarse de la escuela— puede ocasionar sentimientos de pérdida. Al fin y al cabo, iniciar una nueva fase de la vida implica perder el bienestar y la seguridad que se había tenido hasta entonces. También hay jóvenes que luchan con algún tipo de enfermedad crónica. En ese caso, la angustia de ser distinto de los demás compañeros —y tal vez el hecho de verse marginado— puede provocar en el adolescente la sensación de que su vida ya no es normal.
De todas formas, muchos jóvenes afrontan esas pérdidas sin quedar totalmente desconsolados. Están tristes, lloran, se afligen, se lamentan..., pero con el tiempo se adaptan. ¿A qué se debe, pues, que la mayoría de los adolescentes se encaren a las dificultades de la vida con gran fuerza moral, y otros sucumban a la agonía de la depresión? No existe una respuesta sencilla a esta pregunta, ya que se trata de un trastorno complejo. Lo que sí es cierto es que algunos adolescentes tal vez sean más vulnerables.
El factor bioquímico
Muchos profesionales de la salud mental creen que la depresión guarda una estrecha relación con algún desequilibrio bioquímico en el cerebro.a Dicho desequilibrio puede ser genético, pues se ha descubierto que las posibilidades de que los adolescentes sufran depresión aumentan cuando uno de sus progenitores padece esta enfermedad. El libro Lonely, Sad and Angry (Soledad, tristeza e ira) dice: “La mayoría de los niños deprimidos tienen por lo menos a uno de sus progenitores enfermo de depresión”.
La pregunta que muchos se plantean es: ¿Heredan los niños la depresión, o simplemente aprenden a estar deprimidos al convivir con un progenitor que padece dicho trastorno? Es muy difícil determinar si la persona deprimida nace, o se hace, pues el cerebro es sumamente complejo, y también lo son muchos otros factores desencadenantes de la depresión adolescente.
El ambiente familiar
Se dice, y con razón, que la depresión es un asunto de familia. Como ya se ha señalado, tal vez haya un componente genético que transmita de una generación a otra la tendencia a la depresión; pero también influye el ambiente familiar. “Aquellos niños cuyos padres los hacen objeto de malos tratos son los que corren el mayor riesgo, así como también los que reciben demasiadas críticas y ven siempre destacadas sus deficiencias”, escribe el doctor Mark S. Gold. Lo opuesto, el que los padres abrumen a sus hijos con un afecto excesivo y los sobreprotejan, también puede conducir a la depresión. Cabe mencionar, no obstante, que según los descubrimientos de una investigadora, los niños son aún más propensos a la depresión cuando los padres no se interesan por ellos.
Ahora bien, esto no significa que todos los adolescentes deprimidos hayan recibido una crianza deficiente. Aunque es cierto que en algunos casos el ambiente familiar influye sobremanera, esa aseveración tan radical no tomaría en cuenta los muchos otros factores. “Los niños que viven en hogares en los que los padres discuten continuamente corren más riesgo de sufrir depresión que los que viven en ambientes menos tensos —escribe el doctor David G. Fassler—. La razón es, en parte, que los padres están tan absortos en sus disputas que desatienden las necesidades de sus hijos. Además, las discusiones giran a menudo en torno a estos, lo cual suele provocarles sentimientos de culpa, ira y resentimiento.”
Solo hemos analizado algunas posibles causas de la depresión adolescente. Pero hay más. Por ejemplo, algunos expertos dicen que los factores medioambientales (como la mala alimentación, las toxinas y el abuso de sustancias adictivas) pueden provocar depresión. Otros opinan que también influyen ciertos medicamentos (como algunos antihistamínicos y tranquilizantes). Además, parece que los niños con trastornos de aprendizaje son particularmente proclives a ella, quizá porque su autoestima tiende a disminuir al darse cuenta de que no consiguen mantenerse a la altura de sus compañeros de clase.
De todas formas, prescindiendo de cuál sea la causa, lo primordial es saber cómo ayudar a los adolescentes deprimidos.
[Nota]
a Hay quienes sospechan que si bien muchos niños nacen con ese desequilibrio, otros nacen sanos, pero son más proclives a la depresión cuando un suceso traumático les altera el equilibrio químico del cerebro.
[Ilustraciones de las páginas 8 y 9]
Las tensiones familiares suelen servir de catalizador para la depresión
-
-
Cómo se les puede ayudar¡Despertad! 2001 | 8 de septiembre
-
-
Cómo se les puede ayudar
“Los niños deprimidos necesitan ayuda, pero la mayor parte de ellos no pueden conseguirla por sí mismos. Es necesario que un adulto reconozca el problema y lo tome en serio. Eso es lo más difícil.”—Doctor Mark S. Gold.
¿QUÉ puede hacer usted si sospecha que su hijo padece depresión? En primer lugar, no saque conclusiones precipitadas. Al fin y al cabo, los síntomas pueden corresponder a algo totalmente distinto.a Además, todos los jóvenes atraviesan períodos ocasionales de tristeza. Pero si el estado persiste y parece más que un bajón de ánimo temporal, lo mejor sería consultar a un médico. En esos casos, es bueno tener presente lo que dijo Jesús: “Las personas en salud no necesitan médico, pero los enfermizos sí” (Mateo 9:12).
Aporte sin reservas al facultativo todos los datos que pueda, incluido cualquier cambio reciente en la vida del adolescente que tal vez esté contribuyendo a su apatía. Asegúrese de que el médico preste atención a los síntomas durante suficiente tiempo antes de hacer el diagnóstico. “Es imposible recopilar en una sola sesión de veinte minutos toda la información necesaria para estudiar a fondo el caso de un niño”, reconoce el doctor David G. Fassler.
Plantéele francamente todas las preguntas que tenga. Por ejemplo, si el especialista cree que su hijo sufre depresión clínica, pregúntele qué le hizo descartar otros diagnósticos. Si tiene dudas, dígale que desea buscar una segunda opinión. Ningún médico sincero y honrado le disuadirá de hacerlo.
Cómo adaptarse a la situación
Si su hijo padece depresión clínica, no se avergüence de ello. La depresión puede apoderarse de jóvenes magníficos. La Biblia indica que las emociones dolorosas embargaron a algunas personas que, prescindiendo de su edad, hacían todo lo posible por servir a Dios. El fiel Job, por ejemplo, creyendo que Dios lo había abandonado, dijo que estaba hastiado de vivir (Job 10:1; 29:2, 4, 5). Ana, una sierva de Dios, se sentía tan “amargada de alma” que no podía comer (1 Samuel 1:4-10). Jacob era un hombre piadoso que estuvo de duelo muchos días por la muerte de su hijo y “rehusa[ba] recibir consuelo”. Hasta expresó el deseo de irse a la tumba con él (Génesis 37:33-35). De modo que la angustia emocional no siempre obedece a alguna debilidad espiritual.
Sea cual fuere la causa, la depresión de un adolescente ocasiona mucho sufrimiento a los padres. La madre de una adolescente deprimida dice estar “preocupada, asustada, hostil, enojada y exhausta”, y añade: “Emocionalmente, me siento como si estuviera caminando por la cuerda floja”. Otra madre admite: “Cuando salía y veía a una mujer de compras con su hija adolescente, se me partía el alma, porque me parecía que ya no podía hacer eso con [mi hija] ni volvería a hacerlo jamás”.
Esos sentimientos son normales, aunque a veces resultan abrumadores. Si se da el caso, ¿por qué no hablar con un amigo de confianza? Proverbios 17:17 dice: “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia”. Además, no deje de orar. La Biblia nos asegura que si arrojamos nuestra carga sobre Dios, él nos sustentará (Salmo 55:22).
La tendencia a echarse la culpa
Muchos padres se sumen en el desánimo y creen que de alguna manera son responsables de la situación. Cierta madre admite: “Cuando un hijo está deprimido, los padres nos sentimos culpables y nadie puede hacernos cambiar de opinión. Uno se pregunta continuamente: ‘¿En qué hemos fallado?, ¿cuándo empezó el problema?, ¿qué hice yo para contribuir a ello?’”. ¿Cómo pueden los padres mantener el equilibrio mental en un caso así?
Es obvio que un mal ambiente en el hogar puede tener efectos adversos en un niño. Con razón la Biblia advierte a los padres: “No estén exasperando a sus hijos, para que ellos no se descorazonen” (Colosenses 3:21). Por consiguiente, los padres deberían analizar cómo tratan a sus hijos y hacer los cambios necesarios. Pero la depresión no siempre obedece a una mala crianza. De hecho, hay casos de depresión hasta en las familias más afectuosas. Por tanto, los padres que hacen todo lo posible por ayudar a sus hijos no tienen por qué sentirse culpables.
Igual de importante es no culpar al joven deprimido. Al fin y al cabo, poco puede hacer él para controlar su estado. Una madre reconoce: “Yo nunca culparía a mi hijo de tener varicela o neumonía. Pero en el caso de la depresión, eso fue precisamente lo que hice. Culpé a mi hijo de haberse enfermado, y lo siento muchísimo”. El ver la depresión como una enfermedad y no como una debilidad permitirá que los padres y otras personas se concentren en ayudar al joven.
Criar a un adolescente deprimido puede ocasionar mucha tensión en la relación matrimonial. “Nos echábamos la culpa el uno al otro —dice una esposa—, particularmente cuando pensábamos en la vida que habíamos planeado tener, y la que teníamos debido al problema de nuestro hijo.” Tim, cuya hija padece depresión, admite: “Es fácil culpar al cónyuge. Si los padres tienen problemas matrimoniales antes de que el hijo empiece a manifestar signos de depresión, la conducta desconcertante de este podría ser la gota que colma el vaso”. No permita que la depresión de su hijo abra una brecha en su matrimonio. No se logra nada culpándose a uno mismo ni señalando con el dedo a su hijo o a su cónyuge. Lo importante es ayudar al enfermo.
Cómo ayudar
La Biblia exhorta a los cristianos a que “hablen confortadoramente a las almas abatidas” (1 Tesalonicenses 5:14). Si al joven le embargan sentimientos de poca autoestima, procure ayudarle. ¿Cómo? Desde luego, no con comentarios sentenciosos del tipo “No debes sentirte así” o “Esa no es una buena actitud”. Al contrario, trate de ponerse en su lugar manifestando ‘sentimientos de compañero’ (1 Pedro 3:8). Pablo aconsejó a los cristianos: “Lloren con los que lloran” (Romanos 12:15). Recuerde que la persona que está verdaderamente deprimida padece mucho. El sufrimiento no es imaginario; no lo finge solo para llamar la atención. Después de escuchar, intente que el deprimido se sincere con usted. Pregúntele por qué se siente de esa manera. Luego, con bondad y paciencia, ayude al adolescente a ver por qué esa opinión tan negativa de sí mismo no está justificada. Recuérdele que puede contar con el amor y la misericordia de Dios; esa confianza aliviará gran parte de su inquietud (1 Pedro 5:6, 7).
Hay otros detalles prácticos que también debería tener presentes. Por ejemplo, asegúrese de que descanse lo suficiente, se alimente bien y haga ejercicio (Eclesiastés 4:6). Si se le ha recetado alguna medicación, ayúdele a ver la importancia de tomarla. No deje nunca de animarle ni de mostrarle amor.
Hay que reconocer que la depresión de un adolescente es una experiencia angustiosa tanto para él como para su familia. No obstante, con paciencia, perseverancia y amor, hay más posibilidades de ayudarle.
[Nota]
a A veces, ciertas enfermedades —entre ellas la mononucleosis, la diabetes, la anemia, el hipotiroidismo y la hipoglucemia— producen síntomas parecidos a los de la depresión.
[Comentario de la página 11]
La persona que está verdaderamente deprimida padece mucho. El sufrimiento no es imaginario
[Recuadro de la página 13]
¿Tienes depresión?
No eres el único, y tu situación no es ni mucho menos desesperada. Tu depresión puede deberse a un desequilibrio bioquímico o a circunstancias de la vida sobre las que tienes poco o ningún control. Tanto en un caso como en el otro, tú no tienes la culpa del estado en que te encuentras. De todas formas, ¿qué puedes hacer al respecto?
La Biblia dice que “existe un amigo más apegado que un hermano” (Proverbios 18:24). ¿Por qué no buscas un amigo así y le expresas tus sentimientos? Tu padre, tu madre o algún otro adulto maduro pudiera convertirse en tu mayor aliado en la lucha contra la depresión.
Si tus padres sospechan que padeces depresión clínica, seguramente te llevarán a un especialista. Es sensato que vayas, pues este trastorno suele aliviarse mucho con el debido tratamiento. Por ejemplo, cuando existe un desequilibrio bioquímico, se acostumbra recetar algún antidepresivo. Si ese es tu caso, no te avergüences de tomar medicamentos. Lo que se pretende es restaurar el equilibrio químico de tu organismo para ayudarte a recuperar algo de la alegría y la estabilidad que has perdido.
Muchas personas que padecen depresión han obtenido consuelo de leer las Escrituras y acercarse más a Dios mediante la oración. La Biblia nos asegura: “Jehová está cerca de los que están quebrantados de corazón; y salva a los que están aplastados en espíritu”b (Salmo 34:18).
[Nota]
b Si deseas más información, lee el artículo “Los jóvenes preguntan... ¿Debo contarle a alguien que estoy deprimido?”, publicado en el número del 22 de octubre de 2000 de esta misma revista.
[Ilustración y recuadro de la página 14]
Ayuda y esperanza para los deprimidos
Dado que la depresión es un tema muy complejo, resulta imposible analizar todos sus aspectos en estas pocas páginas. No obstante, los editores de ¡Despertad! confían en que los puntos aquí presentados ayudarán a los adolescentes y a sus padres a sobrellevar este debilitante trastorno.
El lector habrá observado que casi toda la orientación ofrecida en el artículo anterior se basa en la Biblia. Un libro muy antiguo, cierto. No obstante, sus consejos son tan prácticos hoy día como cuando se pusieron por escrito, pues aunque los tiempos han cambiado, la naturaleza humana no. Afrontamos los mismos problemas básicos que las generaciones anteriores. La única diferencia es que los de hoy son más graves y de mayor repercusión.
La Biblia resulta muy práctica, además, por otra razón: es inspirada de Dios (2 Timoteo 3:16). Él es nuestro Creador y, como tal, sabe lo que necesitamos para disfrutar al máximo de la vida.
Todos reconocemos que la Biblia no es un libro de medicina; por lo tanto, su lectura no elimina la necesidad de que busquemos un tratamiento adecuado para las enfermedades, incluida la depresión. Pero sí contiene principios que pueden ayudarnos a consolar a los afligidos. Y no solo eso, en ella aparece la promesa de que Dios pronto curará todas nuestras dolencias (Salmo 103:3). Sí, Jehová se propone “revivificar el corazón de los que están siendo aplastados” (Isaías 57:15).
¿Le gustaría conocer más detalles de esta magnífica esperanza? En caso afirmativo, comuníquese con los testigos de Jehová de su localidad o escriba a la dirección que corresponda de las que aparecen en la página 5 de esta revista.
[Ilustración de la página 10]
Trate de manifestar ‘sentimientos de compañero’
[Ilustración de la página 11]
Si el estado depresivo del adolescente persiste, es mejor consultar a un médico
[Ilustraciones de la página 12]
Como progenitor, no se culpe enseguida de la situación, ni culpe tampoco a su cónyuge o a su hijo
-