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  • Existe esperanza
    ¡Despertad! 2004 | 8 de enero
    • Si hay desequilibrio químico, seguramente recetará fármacos, mientras que en otros casos recomendará algún tipo de terapia de apoyo para aprender a afrontar el padecimiento. A veces da buenos resultados combinar ambas vías.a En fin, lo importante es buscar ayuda. “A muchos pacientes les da miedo y vergüenza la situación en que se encuentran —señala Lenore, bipolar citada en el artículo anterior—. Lo triste es que sospechan que tienen un problema pero no buscan la ayuda que tanto necesitan.”

      Lenore habla por experiencia propia: “Llevaba un año sin salir apenas de la cama. Un día que me sentí con algo más de fuerzas, decidí llamar a un doctor y pedirle cita”. Fue un punto de inflexión en su vida el que le diagnosticaran trastorno bipolar y le recetaran fármacos. “Cuando los tomo —explica—, me siento normal, aunque a cada paso tengo que recordarme que si los dejo, volverán los síntomas.”

  • Existe esperanza
    ¡Despertad! 2004 | 8 de enero
    • Lucia, a quien se mencionó anteriormente, agradece la excelente atención médica que ha recibido: “Ponerme en manos de un especialista en salud mental fue decisivo, pues me enseñó a afrontar con éxito las oscilaciones anímicas de mi enfermedad”. También hace hincapié en el valor del descanso: “El sueño es esencial para combatir la manía, pues cuanto menos duermo, más eufórica me pongo. Y aunque no logre conciliar el sueño, me he acostumbrado a seguir acostada para poder descansar”.

      Sheila, mencionada también antes, ha visto útil expresar sus sentimientos en un diario personal. Aunque ha notado una sensible mejoría en su actitud, todavía tiene sus retos: “Por una razón u otra, el agotamiento deja que entren en mi mente ideas negativas. Pero he aprendido a acallarlas, o al menos a bajarles el volumen”.

      Consuelo de la Palabra de Dios

      Para muchas personas que viven asediadas por “pensamientos inquietantes”, la Biblia es una fuente de ánimo (Salmo 94:17-19, 22). Cherie, por ejemplo, encuentra muy alentador el Salmo 72:12, 13, que contiene esta promesa sobre Jesucristo, el Rey designado por Dios: “Librará al pobre que clama por ayuda, también al afligido y a cualquiera que no tiene ayudador. Le tendrá lástima al de condición humilde y al pobre, y las almas de los pobres salvará”. También la confortan las palabras del apóstol Pablo consignadas en Romanos 8:38, 39: “Estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni gobiernos, ni cosas aquí ahora, ni cosas por venir, ni poderes, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra creación podrá separarnos del amor de Dios”.

      Para Elaine, paciente bipolar, su relación con Dios es un ancla. Encuentra gran alivio en estas palabras del salmista: “Un corazón quebrantado y aplastado, oh Dios, no lo despreciarás” (Salmo 51:17). “Me consuela mucho saber que Jehová, nuestro amoroso Padre celestial, me entiende —señala—. Recibo fuerzas siempre que le oro, sobre todo cuando me invaden la ansiedad y la congoja.”

      Como vemos, vivir con un trastorno del ánimo plantea retos singulares que, como descubrieron Elaine y Cherie, pueden afrontarse mejor gracias a la oración, la confianza en Dios y el debido tratamiento médico. Ahora bien, ¿qué respaldo pueden brindar los familiares y amigos a quienes padecen trastorno bipolar o depresión?

  • Existe esperanza
    ¡Despertad! 2004 | 8 de enero
    • [Recuadro de la página 9]

      Observaciones de un esposo

      “Antes de enfermar, Lucia ayudó a muchas personas con su habilidad para ver el trasfondo de las cosas. Aun hoy, los que la visitan cuando está calmada se sienten atraídos por su calidez. Por lo general desconocen que alterna entre dos extremos —la depresión y la manía—, parte del legado del trastorno bipolar que soporta desde hace cuatro años.

      ”Durante la fase maníaca, no es raro que se quede en pie hasta la una, las dos o las tres de la mañana, pues tiene un torrente de creatividad en su cabeza y desborda energía. Además, suele derrochar el dinero y reaccionar de forma exagerada ante cualquier insignificancia. Se mete en las situaciones más peligrosas, creyéndose invencible e invulnerable al peligro, sea moral, físico o de otro tipo. Su impulsividad conlleva el riesgo de que se suicide. Y a la manía siempre viene pisándole los talones la depresión, cuya intensidad depende de la que haya tenido la primera de estas fases.

      ”La vida me ha cambiado por completo. Aunque Lucia recibe tratamiento, los logros de hoy no siempre serán iguales a los de ayer o a los de mañana. Todo dependerá de cómo evolucionen las circunstancias. Me he visto obligado a ser más flexible de lo que me creía capaz.”—Mario.

      [Ilustración y recuadro de la página 11]

      Cuando se recetan fármacos

      Hay quien considera una muestra de debilidad medicarse. Pero veámoslo de esta forma: el diabético tiene que seguir un tratamiento que posiblemente incluya inyecciones de insulina. ¿Ha fracasado porque lo acepte? De ningún modo, pues no es más que un medio de equilibrar los nutrientes del organismo para mantenerse sano.

      Otro tanto ocurre con los fármacos para la depresión y la bipolaridad. Es cierto que algunos pacientes se han beneficiado de sesiones de psicoterapia que les han permitido entender mejor su problema. Pero hay que tener cautela: si existe un desequilibrio químico, la enfermedad no desaparecerá únicamente con razonamientos. Steven, quien es bipolar, dice: “La doctora que me trató hizo la siguiente comparación: podemos darle todas las lecciones de conducir que queramos a una persona, pero si tiene que manejar un vehículo sin volante ni frenos, las lecciones no le valdrán de mucho. De igual modo, si en el caso del deprimido recurrimos solo a la terapia cognitiva, probablemente no obtengamos los resultados apetecidos. Primero será muy útil equilibrar la química cerebral”.

  • Cómo brindar ayuda
    ¡Despertad! 2004 | 8 de enero
    • Cómo brindar ayuda

      SEGURAMENTE conozcamos a alguien que sufre depresión o trastorno bipolar. En tal caso, ¿qué apoyo puede dársele? He aquí un buen consejo de D. J. Jaffe, de la Alianza Nacional para los Enfermos Mentales: “No confundamos el padecimiento con el paciente; más bien, odiemos la enfermedad y amemos al enfermo”.

      Susanna, amiga de una paciente bipolar, tiene el aguante y el amor necesarios para obrar así. “A veces —dice Susanna—, ni me soportaba a su lado.” Pero, en vez de abandonar a la enferma, se informó sobre su mal. “Ahora entiendo —prosigue— cuánto influía el trastorno en su conducta.” En su opinión, los resultados compensan con creces el esfuerzo por comprender a la afectada: “Llegas a querer y apreciar a la bella persona oculta tras la enfermedad”.

      Cuando la víctima es un familiar, es esencial darle apoyo incondicional. Mario —citado antes en este reportaje— no tardó en aprender la lección. Su esposa, Lucia, de quien también se habló antes, es bipolar. “Al principio —señala Mario— me fue útil acompañarla al médico y estudiar esta extraña patología para saber a qué atenernos. Además, Lucia y yo hablábamos mucho, y fuimos lidiando con los problemas según se presentaban.”

      Apoyo de la congregación cristiana

      Las Escrituras exhortan a los cristianos a que “hablen confortadoramente a las almas abatidas” y “tengan gran paciencia para con todos” (1 Tesalonicenses 5:14). ¿Cómo pueden lograrlo? En primer lugar, es importante distinguir entre la enfermedad mental y la espiritual. Así, aunque Santiago escribió en la Biblia que la oración puede sanar a los afectados de indisposiciones espirituales (Santiago 5:14, 15), Jesús indicó que las enfermedades físicas requieren la intervención de un médico (Mateo 9:12). Claro, siempre es pertinente y provechoso orar a Jehová acerca de cualquier preocupación, lo que incluye nuestra salud (Salmo 55:22; Filipenses 4:6, 7). Sin embargo, la Palabra de Dios no da a entender que solucionaremos los problemas médicos actuales con tan solo aumentar nuestra participación en las actividades espirituales.

      Por ello, el cristiano prudente no insinúa que el deprimido tenga la culpa de estarlo. Tales comentarios serían tan inútiles como los de quienes supuestamente pretendían consolar a Job (Job 8:1-6). La realidad es que, en muchos casos, no habrá mejoría a menos que el enfermo reciba tratamiento médico, particularmente si padece depresión grave y tal vez hasta muestra tendencias suicidas. En tales casos es imprescindible la atención profesional.

      Con todo, el cristiano puede dar un gran apoyo a sus hermanos en la fe, si bien va a tener que armarse de paciencia. Por ejemplo, ciertos aspectos de las actividades cristianas resultan sumamente difíciles para quien sufre un trastorno del estado de ánimo. Así lo admite Diana, paciente bipolar: “Me cuesta mucho participar en el ministerio. No es fácil hablar de las animadoras buenas nuevas de la Biblia cuando una misma no se siente ni bien ni animada”.

      El paciente se beneficiará de nuestra empatía (1 Corintios 10:24; Filipenses 2:4). Sí, hay que tratar de ver los asuntos desde su perspectiva y no agobiarlo esperando demasiado de él. “Cuando me aceptan como soy ahora —dice Carl, enfermo de depresión—, siento que poco a poco vuelvo a integrarme. Varios hermanos mayores me han ayudado con paciencia a fortalecer mi relación con Dios, y he tenido la dicha de ayudar a otros a hacer lo mismo.”

      Nuestro respaldo aliviará considerablemente la angustia del enfermo. Así le ocurrió a Brenda, cristiana que también es bipolar: “Los hermanos de la congregación me han demostrado un extraordinario apoyo y comprensión en mis horas bajas, y nunca han insinuado que estuviera débil espiritualmente. A veces me han invitado a acompañarles al ministerio haciéndome el favor de hablar solo ellos, y otras me han reservado un asiento en el Salón del Reino para que pueda entrar cuando ya están todos acomodados”.

      Cherie, que como se indicó en un artículo anterior padece depresión, admite el enorme valor de la asistencia, el amor y la empatía de los superintendentes de su congregación: “Cuando me confirman que Jehová me quiere, me leen pasajes de la Palabra de Dios, me hablan del propósito divino de traer un paraíso donde reinen la paz y el bienestar, y oran conmigo, aunque sea por teléfono, se me quita un gran peso de encima. Entonces sé que ni Jehová ni mis hermanos me han abandonado, lo cual me infunde nuevas fuerzas”.

      Es innegable que los parientes y amigos que brindan apoyo significativo contribuyen mucho al bienestar del enfermo. “Creo que ahora controlo bastante bien mi vida —dice Lucia—. Mi esposo y yo hemos luchado juntos para salir adelante, y ahora estamos mejor que nunca.”

      Muchos afectados de diversos males psíquicos comprenden que la lucha será larga. Pero la Biblia promete que Dios traerá un nuevo mundo donde “ningún residente dirá: ‘Estoy enfermo’” (Isaías 33:24). En efecto, habrán desaparecido las angustiosas dolencias que afligen a gran parte de la humanidad. Es reconfortante reflexionar sobre la promesa divina del nuevo mundo, del cual se habrán ido para siempre todos los padecimientos, incluidos los trastornos del estado de ánimo. Como dice la Biblia, en aquel tiempo no habrá lamento ni clamor ni dolor (Revelación [Apocalipsis] 21:4).

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