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¡Despertad! 1993
g93 22/2 pág. 21

Tecnología antigua, maravilla moderna

“LA CIUDAD [de Turfan], situada en uno de los lugares más calientes e inhóspitos del planeta, continúa siendo hoy un verde oasis gracias a una tecnología bimilenaria”, comentó el periódico The Globe and Mail, de Toronto (Canadá).

A Turfan no solo se la conoce por ser la ciudad más calurosa de China, sino por ser el lugar más caluroso y seco de la Tierra. Sus aproximadamente ciento ochenta mil habitantes viven en el extremo occidental de la depresión de Turfan, una extensión del desierto de Taklimakan. La lluvia es casi desconocida en la región, y la poca que cae se evapora antes de llegar al suelo por causa del intenso calor. En el verano se suelen alcanzar temperaturas de 54 °C a la sombra.

No obstante, esta ciudad está rodeada de unas 3.200 hectáreas de árboles y arbustos, que protegen a los habitantes de las inclementes tormentas de arena que periódicamente soplan en torno al perímetro urbano. Estas tormentas se originan en el desierto de Taklimakan y arrastran consigo cantidades de arena tan grandes que podrían enterrar por completo edificios y campos de cultivo. De modo que los árboles y arbustos de Turfan son la barrera que protege este oasis —donde se halla enclavada la ciudad— de las fuerzas destructivas del desierto.

A pesar de este entorno hostil de turbulentas tormentas de arena y elevadas temperaturas, Turfan es un próspero centro agrícola, un supermercado opulento de alimentos exóticos: dátiles del desierto, uvas, melones, granadas, melocotones, albaricoques, manzanas, berenjenas, cebollas, trigo y otros cereales, aparte de producir el mejor algodón de fibra larga de China. Desde tiempos inmemoriales, a Turfan se la ha conocido por la calidad y variedad de su producción agrícola. Ha sido durante miles de años una comunidad próspera emplazada en un fértil oasis.

¿En qué consiste la tecnología bimilenaria responsable de un éxito tan sorprendente? Según The Globe and Mail, el éxito se debe a “un antiguo sistema de irrigación, que es una de las obras de ingeniería mejor concebidas y duraderas que el hombre ha hecho”. El periódico añade: “El secreto de la supervivencia [de Turfan] radica en un increíble laberinto de acueductos y pozos subterráneos —llamados karez en el dialecto de los nativos uigures— que recogen el agua que baja de las nevadas cimas de los montes Tian Shan, situados a unos 80 kilómetros al noroeste”. Si no se recogiera y condujera el agua por los centenares de túneles subterráneos que conforman este intrincado sistema de irrigación, se evaporaría antes de llegar a los canales de Turfan.

Mucho antes de que los uigures idearan este sistema, los antiguos persas emplearon una red de túneles de irrigación parecida. La Encyclopædia Britannica dice a este respecto: “Los persas explotaron acuíferos cavando túneles, o kanats, en las montañas a centenares de pies bajo la superficie y con una longitud de hasta 19 kilómetros (12 millas)”. No cabe duda de que esta antigua tecnología de irrigación es aun en tiempos modernos una maravilla, pues ha hecho que uno de los lugares más calurosos y secos del planeta siga siendo un oasis.

Si bien con la aplicación de recursos tecnológicos antiguos y modernos se pueden convertir zonas desérticas en hermosos jardines, Jehová hará florecer todos los desiertos de la Tierra mediante la gobernación de su Reino para regocijo de la familia humana. Uno de sus profetas dijo: “El desierto y la región árida se alborozarán, y la llanura desértica estará gozosa, y florecerá como el azafrán. Sin falta florecerá, y realmente estará gozosa con gozo y con alegre gritería. La gloria del Líbano mismo tendrá que serle dada, el esplendor del Carmelo y de Sarón. Habrá los que verán la gloria de Jehová, el esplendor de nuestro Dios”. (Isaías 35:1, 2.)

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