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  • Moab, moabitas
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Parte del territorio amorreo había pertenecido anteriormente a Moab, por lo que quizás se le continuó llamando “la tierra de Moab”. (Dt 1:5.) En esta tierra acampó Israel antes de cruzar el Jordán. (Nú 31:12; 33:48-51.) En esta misma zona se realizó un nuevo censo de los israelitas físicamente capacitados mayores de veinte años. (Nú 26:2-4, 63.) También se recibieron allí mandatos divinos y decisiones judiciales con relación a las ciudades levitas, las ciudades de refugio y las herencias. (Nú 35:1–36:13.) Asimismo, en este lugar pronunció Moisés sus últimos discursos y celebró con Israel un pacto de fidelidad a Jehová. (Dt 1:1-5; 29:1.) Finalmente, Moisés ascendió al monte Nebo para contemplar la Tierra Prometida, y allí murió. Israel estuvo de duelo por Moisés durante treinta días en las llanuras desérticas de Moab. (Dt 32:49, 50; 34:1-6, 8.)

  • Moab, moabitas
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Antes de que Israel entrase en la Tierra Prometida. En la canción de Moisés que narra cómo Jehová acabó con el poderío militar egipcio en el mar Rojo, se anunciaba que las noticias de este acontecimiento harían que los “déspotas de Moab” temblasen. (Éx 15:14, 15.) El temor de los moabitas se ve confirmado por el hecho de que unos cuarenta años después el rey de los moabitas no consintió en que Israel pasara en paz por sus dominios. (Jue 11:17.) Sin embargo, debido a un mandato directo de Dios, los israelitas no atacaron a los moabitas, sino que al llegar al límite meridional de Moab en el valle torrencial de Zered, se desviaron y no pasaron por su territorio. (Nú 21:11-13; Dt 2:8, 9; Jue 11:18.) Aunque los moabitas vendieron alimento y agua a los israelitas (Dt 2:26-29), “no [fueron] en socorro de [Israel] [...] con pan y agua”. (Dt 23:3, 4.) Estas palabras probablemente quieren decir que los moabitas no los recibieron con hospitalidad ni les dieron provisiones, a no ser con el fin de conseguir alguna ganancia.

      Después de cruzar el valle torrencial de Arnón, Israel se enfrentó con los amorreos, dirigidos por el rey Sehón, quien se había apoderado con anterioridad del territorio moabita al N. del Arnón. Después de las victorias que Dios les concedió sobre este gobernante y sobre el rey Og de Basán, los israelitas acamparon en las llanuras desérticas de Moab. (Nú 21:13, 21–22:1; Dt 2:24–3:8.) El enorme campamento israelita atemorizó a los moabitas y a su rey Balac, e hizo que sintieran un pavor mórbido. Aunque Balac no pretendía reclamar el territorio moabita que los israelitas habían conquistado a los amorreos, temía, sin embargo, por su reino. Por lo tanto, consultó a los ancianos de Madián y luego envió mensajeros, ancianos de Moab y de Madián, para contratar al profeta Balaam con el fin de que acudiese a maldecir a Israel. (Nú 22:2-8; compárese con Jue 11:25.) Así fue como Balac ‘peleó’ contra los israelitas. (Jos 24:9.) Sin embargo, Jehová hizo que Balaam bendijese a Israel e incluso que predijese que Israel dominaría a Moab. (Nú 23, 24; Jos 24:10; Ne 13:1, 2; Miq 6:5.)

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