-
“Lo quiero ¡YA!” La era de la gratificación inmediata¡Despertad! 1991 | 22 de enero
-
-
“Lo quiero ¡YA!” La era de la gratificación inmediata
La postura de Juanito quiere indicar que está sufriendo mucho, pero resulta difícil no reírse. Los hombros caídos, las rodillas parece que no le aguantan, camina con paso lento y pesado. El rostro es una caricatura de dolor: ceño fruncido, ojos suplicantes y un gesto de angustia en los labios. Solo piensa en una cosa: el postre.
“Pero mamá...”, lloriquea. Eso es todo lo que consigue decir. Su madre se gira hacia él, sin soltar el bol y la cuchara. “¡Por última vez, Juanito, te he dicho que NO! —dice la madre con firmeza—. Si te comes el postre ahora no tendrás hambre para cenar, y en realidad solo faltan quince minutos para la cena.”
“¡Pero yo quiero un poco AHORA!”, se lamenta. Su madre deja de remover con la cuchara y le lanza una mirada de enfado. Él conoce esa mirada, así que opta por retirarse y sufrir en silencio en otra habitación. Pronto se distrae y, para cuando la cena está lista, ya se ha olvidado del postre.
A VECES los niños parecen estar esclavizados al momento. Cuando quieren algo, lo quieren al instante y les cuesta mucho captar el concepto de esperar para recibir una recompensa mejor o de negarse un placer porque puede perjudicarles más tarde. Con todo, es algo que los niños y todos nosotros necesitamos aprender.
Recientemente un grupo de científicos de la universidad de Columbia (E.U.A.) realizó un estudio para examinar la habilidad que tienen los niños de corta edad de posponer una gratificación para conseguir una recompensa que desean. Los niños podían escoger entre dos regalos, uno de ellos un poco más atractivo que el otro. Por ejemplo, una galleta o dos. Si esperaban hasta que regresara el profesor recibirían el regalo mejor, pero podían poner fin a la espera en cualquier momento haciendo sonar una campana, con lo que recibirían el regalo inferior y perderían el otro. Los científicos registraron el comportamiento de los niños y diez años después comprobaron sus tendencias.
La revista Science explica que a los niños que prefirieron posponer su gratificación les fue mejor durante la adolescencia, eran más competentes en su entorno social y escolar y podían hacer frente mejor al estrés y la frustración. Está claro que el saber posponer la gratificación —aplazar el conseguir lo que deseamos— es una habilidad esencial en la vida, que también beneficia a los adultos.
Todos los días nos sentimos presionados a escoger la gratificación inmediata o la postergada. Algunas decisiones parecen triviales: ‘¿Debería comerme ese pedazo de pastel o vigilar las calorías?’ ‘¿Debería ver la televisión o hacer algo más productivo ahora?’ ‘¿Debería hacer saber lo que pienso de ese comentario o me muerdo la lengua?’. En cada caso tenemos que sopesar la tentación de la gratificación inmediata y los efectos a más largo plazo, aunque hay que reconocer que estas quizás no sean cuestiones de gran importancia.
Las decisiones morales a las que a veces nos enfrentamos son más trascendentales: ‘¿Debería mentir para salir de la situación o buscar una salida honrada y discreta?’ ‘¿Debería corresponder a ese flirteo y ver lo que pasa o proteger mi matrimonio?’ ‘¿Debería fumar marihuana como hacen otros u obedecer la ley y proteger mi cuerpo?’. Como sin duda habrá observado, el proceder de la gratificación inmediata puede destrozar en poco tiempo la vida de una persona.
Como lo expresó la revista Science, “para tener éxito, las personas deben posponer a voluntad la gratificación inmediata y persistir en la consecución de los objetivos que les conduzcan a resultados posteriores”. De modo que probablemente no viviremos mejor si tenemos que gratificar al instante cada uno de nuestros impulsos.
El problema es que vivimos en un mundo obsesionado con la gratificación inmediata, que parece dirigido por innumerables millares de versiones adultas de Juanito, personas empeñadas en conseguir lo que quieren al momento, sin pensar en las consecuencias. Esa actitud ha moldeado nuestro mundo moderno, y no para mejor.
-
-
Un mundo que ha perdido el control¡Despertad! 1991 | 22 de enero
-
-
Un mundo que ha perdido el control
LA IMPACIENTE búsqueda de gratificación inmediata ha resultado en que el hombre haya perdido el control. Considere tan solo unos ejemplos:
Ecología: El hombre causa estragos en el medio ambiente. A largo plazo, las consecuencias presagian una catástrofe, pero a corto plazo, el saqueo de la Tierra para apoderarse de sus recursos y lo poco que se hace para limitar la contaminación proporciona dinero tanto a la industria como al gobierno. Eso hace que el pillaje continúe, a pesar de las protestas de los defensores del medio ambiente.
Economía: En todo el mundo las naciones piden cada vez más préstamos, con lo que acumulan un gran número de deudas para satisfacer las necesidades económicas del momento. Sin preocuparse, pasan por alto las sombrías advertencias de los economistas: que los intereses sobre los préstamos pueden aumentar hasta convertirse en una carga insoportable, o que una economía mundial basada en un fundamento de deuda global es amenazadoramente inestable y puede desplomarse si los países pobres dejan de pagar sus préstamos.
Moralidad: Personas que abusan de las drogas y el alcohol, jugadores, delincuentes de todo tipo, adúlteros, fornicadores, ¿quién negaría que esas personas abundan cada vez más en todo el mundo? Constituyen un grupo desigual bajo un denominador común: lo quieren ¡AHORA! Tanto si ese “lo” se refiere a relaciones sexuales, dinero, poder o tan solo a “colocarse”, muchas personas están dispuestas a tirar por la borda su matrimonio, familia, conciencia, seguridad económica, salud, reputación y hasta su vida, por satisfacer esos placeres efímeros.
No es exagerado decir que el mundo de hoy ha perdido el control y está gobernado por una codicia casi infantil. Algunas personas sinceras luchan contra la imprevisión que tanto prevalece en el mundo, pero las fuerzas que socavan en todos nosotros las cualidades de la perspicacia y el autodominio son mucho más poderosas y penetrantes.
Influencias que socavan
El hombre moderno, particularmente en las naciones más industrializadas, se ve bombardeado sin cesar por la propaganda de los medios informativos. Tanto la televisión como la radio, las películas, las revistas y los periódicos fomentan la gratificación inmediata.
Los anuncios publicitarios instan a la gente a que compre sin descanso, a que solicite tarjetas de crédito para poder comprar ahora, sin tener que esperar. Con una simple llamada telefónica pueden adquirirse un sinfín de productos. ‘¡No se preocupe ahora por pagar!’, parece indicar el anuncio en tono tranquilizador. La publicidad tiene una habilidad casi misteriosa para seducir los sentidos. Se pasa la página de una revista y queda una estela de perfume en el ambiente, se conecta la radio y se le queda a uno grabado un estribillo por días, se pone la televisión y sus llamativas imágenes nos mantienen paralizados frente a la pantalla. En los vídeos musicales, las imágenes pasan a tanta velocidad que mantienen la atención, incluso del telespectador más tranquilo, siempre fija en la pantalla.
Pero la televisión no solo anuncia gratificación inmediata, sino que la proporciona. Con solo pulsar un botón, gratifica el impulso de que se nos entretenga. Muchas veces el entretenimiento consiste en mostrar a personas que gratifican sus propios impulsos. El hombre de acción recurre a la violencia cuando sus adversarios ‘se lo merecen’, el niño precoz humilla a sus padres con agudezas descaradas y el romántico sensual cede en seguida al adulterio o a las relaciones sexuales premaritales. La televisión raras veces denigra a estos personajes por su falta de autodominio, sino que al contrario, los ensalza, al rodearlos de un halo de gloria dramática o de un coro aprobador de risas simuladas.
Un artículo reciente publicado en la revista The Atlantic Monthly dijo que el cine actual de Hollywood es “un espectáculo planeado con meticulosidad para gratificar en todo momento”, con “película tras película que grita repetidas veces: ‘¡Tú puedes tenerlo todo!’”. Parece que no haya nada que gratifique tanto al público de hoy como la violencia. El artículo acusa a las películas de antes de “reprimir el impulso del espectador de participar en dar patadas”, mientras que, “en cambio, la violencia que hoy día aparece en las pantallas se utiliza sobre todo para invitar al espectador a disfrutar de la sensación de matar, golpear y mutilar”. De hecho, la acción y la violencia han desplazado de tal manera el argumento y el diálogo que los guiones de hoy son un 25% más cortos que los de la década de los cuarenta, aunque las películas duran el mismo tiempo.
Las religiones del mundo se encuentran en la posición ideal para ayudar a la humanidad a salir de esta descaminada ‘manía del momento’, pero demasiados líderes religiosos parecen ensimismados en su propia búsqueda de gratificación inmediata. ¿Cuántas veces leemos que buscan poder e influencia en el terreno político o se congracian con sus rebaños descarriados mediante diluir las normas morales o hasta utilizar la Biblia como una capa de justicia tras la que hacen hipócritamente lo que les place? En lugar de desenmascarar la gratificación inmediata por lo que con frecuencia es —parte del atractivo del pecado— se han unido a otros ‘líderes de la moral’ en moderar el concepto de pecado, redefiniéndolo con eufemismos suaves como ‘problemas hereditarios’ y ‘estilos de vida alternativos’. (Véase el recuadro de la página 8.)
Ayuda para contrarrestar esa tendencia
Con esta clase de ambiente en el mundo, ¿cómo podemos defendernos? ¿Cómo podemos tomar decisiones sin dejarnos inducir indebidamente por el atractivo de la gratificación inmediata? La respuesta quizás le sorprenda: la Biblia puede ayudar. Contrario a lo que muchas personas suponen, la Biblia no está en contra del placer, no promueve el ascetismo ni la abnegación rígida, sino que nos enseña a llevar vidas felices, pues pone al placer en su lugar debido.
La Biblia llama al Creador “[el] Dios feliz” que ‘se regocija en sus obras’. (1 Timoteo 1:11; Salmo 104:31.) Respecto al ser humano, Eclesiastés 3:1 dice: “Para todo hay un tiempo señalado, aun un tiempo para todo asunto bajo los cielos”. Eso incluye, según los siguientes versículos, tiempo de reír, tiempo de dar saltos, tiempo de abrazar y tiempo de amar. Proverbios 5:18, 19 hasta ensalza la belleza del placer sexual entre los cónyuges cuando dice a los maridos: “Regocíjate con la esposa de tu juventud”. Por lo tanto, es evidente que no toda gratificación es incorrecta, ni tampoco deben posponerse arbitrariamente todas las formas de gratificación. Sin embargo, el autodominio acostumbra a ser el ingrediente que falta. (Gálatas 5:22, 23.)
Debemos poner nuestros propios placeres en la perspectiva debida y dar prioridad a las cosas correctas. Agradar a Dios debe estar mucho antes que la satisfacción de nuestros propios placeres y ocupar el primer lugar en nuestra vida. A continuación viene amar a nuestro prójimo con un amor basado en principios. (Mateo 6:33; 22:36-40.) Si de verdad amamos a Dios y al prójimo pondremos de buen grado nuestra propia gratificación después.
Las prioridades basadas en la Biblia también nos ayudarán a decir, cuando sea necesario, un rotundo no a la gratificación. Rechazaremos la borrachera, el adulterio, la fornicación, los juegos de azar, la codicia, la drogadicción y la violencia. Cada uno de estos pecados ofrece a su manera cierta gratificación inmediata, pero ofende a Dios y perjudica a nuestro prójimo. Las leyes de Dios contra estos pecados son una muestra que nos garantiza el amor que Él siente por nosotros, pues a la larga, el pecador paga muy caro su pecado. Quizás sea enfermedad, un hogar roto o pobreza; puede que sea tan terminante como la muerte o tan trágico como una vida trivial e insatisfecha.
Imitemos los buenos ejemplos
Dios quiere que llevemos una vida feliz y productiva. Su Palabra está llena de ejemplos de hombres y mujeres que vivieron esa clase de vida, y cuya fe y amor a Dios los motivó en numerosas ocasiones a posponer su propia gratificación. (Véase Hebreos, capítulo 11.) Un ejemplo muy conocido es el de Moisés, quien se crió en el antiguo Egipto como hijo de la hija de Faraón y tuvo a su alcance una vida de complacencia. Si hubiese permanecido como miembro de la familia de Faraón pudiera haber tenido poder, influencia, riquezas y sin duda muchas oportunidades de tener relaciones sexuales. Sin embargo, se puso de parte de la menospreciada y esclavizada nación de Israel. ¿Por qué?
Hebreos 11:25 contesta que escogió “ser maltratado con el pueblo de Dios más bien que disfrutar temporalmente del pecado”. Moisés vio la gratificación inmediata tal y como es: algo instantáneo, temporal y efímero. De modo que, en lugar de enfocar su vida en lo que le traería placer de inmediato, se concentró en la búsqueda de un futuro feliz. Como lo expresa Hebreos 11:26, “miraba atentamente hacia el pago del galardón”. Tal galardón era real para él, al igual que Quien se lo iba a proporcionar. El Heb 11 versículo 27 añade: “Continuó constante como si viera a Aquel que es invisible”.
Puede que algunos se mofen de la selección que hizo Moisés y quizás digan que habrían escogido las riquezas, el poder y la fama. Pero considere esto: Si Moisés hubiese escogido la gratificación inmediata, ¿habríamos siquiera sabido de él hoy día? ¿Habría sobrevivido su nombre egipcio en algún jeroglífico sobre una piedra resquebrajada y picada de algún museo, una oscura y simple banalidad conocida solo por unos pocos arqueólogos? ¿O es más probable que yaciera enterrado y olvidado bajo el polvo y la arena de treinta y cuatro siglos? ¿Cuál habría sido su galardón? ¿Habría tenido un lugar seguro en la memoria de Jehová si hubiese escogido el proceder fácil de autocomplacencia?
El nombre de Moisés infunde ánimo a millones de personas hoy día y su futuro está asegurado. De igual manera, el futuro de usted puede tener la misma seguridad y usted también puede ser fuente de ánimo para otros. Cuando tome decisiones en la vida, sean grandes o pequeñas, no se deje embaucar por la propaganda del mundo que le dice que las cosas que quiere las ha de tener ¡AHORA!, sino pregúntese: ‘¿Armoniza lo que deseo con lo que el Creador quiere para mí? ¿Pospondré mis metas espirituales si trato de conseguir al momento todo lo que quiero? ¿Pongo en peligro mi galardón de alguna manera? ¿Qué clase de ejemplo doy a mi familia y amigos?’.
No escoja la imprevisión de este mundo en lugar de la sabiduría perspicaz de Dios. No cambie la felicidad duradera por el placer a corto plazo, lo eterno por lo temporal. No olvide que nuestro Creador nos ofrece la máxima gratificación que se puede imaginar. Salmo 145:16 dice de Él: “Estás abriendo tu mano y satisfaciendo el deseo de toda cosa viviente”. Aunque la gratificación de algunos deseos es inmediata, en el caso de otros se requiere tiempo y paciencia. Así y todo, cuando uno lleva una vida dedicada al servicio de Jehová disfruta de muchos placeres: las bellezas de la creación, el calor de la amistad, el gozo de realizar una obra fascinante y remuneradora, el deleite de aprender las respuestas a las preguntas más enigmáticas de la vida. Y eso no es todo, el Creador nos ofrece una vida que será gratificadora para siempre. (Juan 17:3.)
-