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  • Un grito de socorro
    La Atalaya 2000 | 15 de septiembre
    • Un grito de socorro

      “¡DIOS se ha olvidado de mí!”, exclamó una mujer de Brasil. Tras la repentina muerte de su esposo, le parecía que la vida ya no tenía ningún sentido. ¿Ha intentado alguna vez consolar a alguien tan afligido o que incluso pide ayuda a gritos?

      Algunas personas —gran cantidad de ellas jóvenes— se abaten tanto que se quitan la vida. Según el diario Folha de S. Paulo, un estudio realizado en Brasil revela que “el suicidio entre la juventud ha aumentado un 26%”. Veamos, por ejemplo, el caso de Walter,a un joven de São Paulo. No tenía padres, ni hogar, ni intimidad ni amigos en los que confiar. Para poner fin a su sufrimiento, decidió arrojarse de un puente.

      Edna, una madre soltera, ya tenía dos hijos cuando conoció a otro hombre. No había transcurrido más que un mes, y se pusieron a vivir juntos en casa de la madre de él, una mujer alcohólica aficionada al espiritismo. Edna tuvo otro hijo, se dio a la bebida y se deprimió tanto que intentó suicidarse. Finalmente, perdió la custodia de sus hijos.

      ¿Y la gente mayor? Maria era una mujer habladora y alegre. Pero al irse haciendo mayor, empezó a preocuparse por su trabajo de enfermera, pues temía cometer errores. Como consecuencia, se deprimió. Al principio trató de automedicarse, pero luego buscó ayuda médica y siguió un tratamiento que pareció irle bien. Sin embargo, al perder su trabajo cuando tenía 57 años, volvió a deprimirse con tal intensidad, que no veía ninguna salida. Entonces comenzaron a asaltarle pensamientos suicidas.

  • Se avecina un mundo sin desesperación
    La Atalaya 2000 | 15 de septiembre
    • Se avecina un mundo sin desesperación

      LA VIDA cada vez es más dura, y son muchas las razones para desesperarse. Cuando nos sentimos frustrados, quizá nos resulte difícil controlar las emociones. Hasta las personas que aman la vida pueden llegar a sentirse terriblemente infelices. Veamos algunos casos.

      En tiempos antiguos, el profeta Moisés se desanimó tanto que le dijo a Dios: “Por favor, mátame y acábame del todo, si he hallado favor a tus ojos, y no mire yo mi calamidad” (Números 11:15). El profeta Elías exclamó cuando huía de sus enemigos: “¡Basta! Ahora, oh Jehová, quítame el alma [la vida]” (1 Reyes 19:4). Y el profeta Jonás dijo: “Oh Jehová, quita, por favor, mi alma de mí, porque mejor es mi morir que mi estar vivo” (Jonás 4:3). Pero ni Moisés ni Elías ni Jonás se suicidaron. Todos ellos conocían este mandamiento de Dios: “No debes asesinar” (Éxodo 20:13). Como tenían fe fuerte en Jehová, sabían que ninguna situación es desesperada y que la vida es un regalo divino.

      ¿Qué podemos decir de las dificultades a las que nos encaramos hoy? Además de la angustia y las dolencias físicas, tal vez tengamos que aguantar en ocasiones maltrato de parte de familiares, vecinos o compañeros de trabajo. La Biblia habla de individuos llenos “de toda injusticia, iniquidad, codicia, maldad, estando llenos de envidia, asesinato, contienda, engaño, genio malicioso, siendo susurradores, difamadores solapados, odiadores de Dios, insolentes, altivos, presumidos, inventores de cosas perjudiciales, desobedientes a los padres, sin entendimiento, falsos en los acuerdos, sin tener cariño natural, despiadados” (Romanos 1:28-31). Estar rodeados de personas así un día tras otro puede hacer que la vida parezca una carga. ¿Cómo ayudar a quienes necesitan consuelo y alivio?

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