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A qué obedece la crisis del coste de la vida¡Despertad! 1989 | 8 de mayo
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Las fluctuaciones de los precios. En años recientes se han producido enormes fluctuaciones en los precios del petróleo, los metales y otros productos. La repentina alza de los precios del petróleo que se produjo en la década de los setenta provocó una inflación general y desató una recesión económica mundial. Los países del Tercer Mundo que no producían petróleo fueron los más severamente afectados.
En los años ochenta se ha producido una repentina baja en el precio de la mayoría de los productos básicos, lo que ha supuesto un grave obstáculo para las economías de países más pobres que exportan principalmente estos productos. Países como México y Nigeria, que dependen en gran medida de sus exportaciones de petróleo, también han experimentado un pronunciado descenso del nivel de vida debido a la caída de los precios de los crudos petrolíferos. Semejantes fluctuaciones de precios pueden dar al traste incluso con la mejor planificación económica.
Gastos gubernamentales miopes
Gastos militares. Se calcula que el total mundial de gastos militares en 1987 fue de aproximadamente un billón de dólares, lo que equivale a un millón ochocientos mil dólares por minuto. No son solo los países ricos los que despilfarran dinero en armamentos; algunos de los países más pobres han proyectado un aumento anual de un 10% en los gastos de defensa.
Al explicar los efectos sociales y económicos que producen los gastos militares del Tercer Mundo, el economista John K. Galbraith dijo: “Quienes pagan esas armas son los más pobres de los pobres. Se compran a costa de inversiones civiles destinadas a elevar el nivel de vida, a costa del pan mismo”.
“Elefantes blancos.” Se cuenta que un rey de Siam solía regalar elefantes blancos a los cortesanos por quienes sentía antipatía. Como a este animal se le consideraba sagrado, no se le podía poner a trabajar, de modo que su manutención acabaría ocasionando la ruina económica del desafortunado que recibía ese regalo. En años recientes, las naciones occidentales han desempeñado sin darse cuenta el papel del rey de Siam. Mediante sus programas de ayuda, han financiado a algunas naciones impresionantes proyectos tecnológicos que estas no han podido llevar adelante.
Estos “elefantes blancos” —costosos y poco prácticos— salpican el paisaje económico de los países más pobres: aeropuertos lujosos de los que solo raras veces despegan aviones, una moderna panadería que no puede fabricar pan por falta de harina, una gigantesca fábrica de cemento que constantemente se avería por falta de mantenimiento.
A veces son los propios gobiernos del Tercer Mundo los que se crean enormes deudas al despilfarrar dinero en costosísimos proyectos, como sistemas hidroeléctricos, plantas nucleares o hasta nuevas ciudades capitales.
El aumento de la población
En muchos países del mundo, el rápido aumento de la población contribuye a un nivel de vida más bajo. Las viviendas, los empleos, las escuelas y hasta la producción de alimento no pueden mantenerse al paso con una demanda que crece constantemente. Por ejemplo: debido al crecimiento de la población, México necesita crear un millón de puestos de trabajo al año tan solo para impedir que su índice de desempleo aumente. En muchos países africanos, el rápido crecimiento de la población —empeorado por la emigración hacia las ciudades— ha obligado a que se tripliquen las importaciones de alimento y ha contribuido a que durante la última década haya disminuido el nivel de vida. Algunos padres, desesperados por no poder encontrar empleo y mantener a sus grandes familias, las han abandonado o hasta se han suicidado.
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[Mapa en la página 7]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Índices de inflación mundial entre 1980 y 1985
(Basado en El Mundo en Cifras, publicado por The Economist)
cifras no disponibles
0% a 15%
15% a 30%
30% a 100%
más de 100%
[Recuadro en la página 8]
El problema de la deuda
La deuda pública
En un elevado número de países, los gastos gubernamentales superan en gran medida a los ingresos. Con el transcurso de los años, la enorme cantidad de préstamos que esta política requiere resulta en la acumulación de un enorme déficit presupuestario, que a veces se denomina deuda pública. El reembolso de esta deuda y de los intereses obliga al gobierno a seguir pidiendo préstamos, lo que hace subir los tipos de interés y fomenta la inflación. Además, como explicó la revista Time, los gobiernos son reacios a reducir los gastos porque “los votantes, como humanos que son, quieren más beneficios y menos impuestos, y los políticos, como políticos que son, responden a los [deseos de los votantes]”. De esta forma, se pospone el ajuste de cuentas y, mientras tanto, sube el coste de la vida.
La deuda externa
Por diversas razones, algunos países importan más mercancías y servicios de los que exportan, lo que resulta en un déficit en la balanza de pagos. El déficit tiene que pagarse en una moneda que inspire confianza internacional, generalmente el dólar u otra moneda fuerte. Este dinero tiene que sacarse de las reservas o pedirse prestado a otros países. En caso de que las reservas del país disminuyan peligrosamente y no se consigan préstamos, puede que tengan que restringirse las importaciones o devaluarse la moneda. Ambas medidas provocan una subida considerable del precio de las mercancías importadas, muchas de las cuales posiblemente sean artículos de primera necesidad tanto para la industria como para los consumidores.
Los países del Tercer Mundo, en particular, tienen problemas con la balanza de pagos porque en casi todos los casos el valor de las mercancías que exportan ha disminuido de modo radical. Por ejemplo: en 1960 una tonelada de café podía comprar 37 toneladas de fertilizante, mientras que en 1982 solo podía comprar 16 toneladas. Se podrían citar cifras similares para el cacao, el té, el algodón, el cobre, el estaño y otros productos básicos que constituyen las principales exportaciones de los países menos desarrollados. En gran parte como resultado de estas adversas relaciones reales de intercambio, sobre las que tienen poco control, los países en desarrollo debían para el año 1987 la alarmante cantidad de un billón de dólares. Esta piedra de molino que llevan alrededor del cuello estorba gravemente la recuperación económica y hasta amenaza la estabilidad de algunos gobiernos.
The New York Times comentó recientemente: “La única cuestión que une a América Latina es la deuda [...]. Los gobiernos ven este problema como el responsable del desmoronamiento de su popularidad y lo consideran como la principal variable política que afecta su futuro inmediato”.
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