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CoronaPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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En las Escrituras Griegas Cristianas aparece la palabra di·á·dē·ma, que en las versiones modernas se traduce “diadema”. Siempre se usa como símbolo de dignidad real, ya sea verdadera o solo pretendida. El “dragón grande de color de fuego” (Satanás el Diablo) tiene una diadema sobre cada una de sus siete cabezas. (Rev 12:3, 9.) Cada uno de los diez cuernos de la “bestia salvaje” simbólica de siete cabezas que asciende “del mar” está adornado con una diadema. (Rev 13:1.) El que se llama Fiel y Verdadero, a saber, Jesucristo, tiene sobre su cabeza “muchas diademas”, en su caso procedentes de Jehová, la Fuente legítima de autoridad y poder. (Rev 19:11-13; 12:5, 10.)
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CoronaPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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Al parecer, la forma primitiva de la corona fue la diadema (heb. né·zer), una simple cinta que en un principio probablemente se usó para sujetar hacia atrás el cabello largo, pero que más tarde llegó a ser un tocado real, incluso entre los pueblos que tenían la costumbre de llevar el cabello corto. Estas cintas aparecen en esculturas halladas en Egipto, Nínive y Persépolis. En tiempos posteriores solía distinguirse a aquellos a quienes se quería honrar mediante el uso de diademas de diversos colores y tipos de tejidos o dibujos. Algunas de estas cintas medían unos cinco centímetros de ancho y estaban hechas de lino, seda e incluso de plata y oro. En ocasiones, la diadema se llevaba atada alrededor de un gorro o casquete. También existía la diadema radiada, de cuya cinta salían puntas, todo alrededor, a modo de rayos solares. Otras estaban adornadas con piedras preciosas.
Además de significar “diadema” (2Cr 23:11), la palabra hebrea né·zer puede referirse a algo singularizado, separado o dedicado, como en el caso de “la señal de la dedicación, el aceite de la unción de su Dios”, que estaba sobre el sumo sacerdote. (Le 21:10-12; compárese con Dt 33:16, nota.) En vista de este significado básico, la Traducción del Nuevo Mundo traduce né·zer por “señal de dedicación” cuando se refiere a la lámina de oro que llevaba el sumo sacerdote de Israel en el turbante. En esta lámina áurea se hallaban inscritas las palabras “La santidad pertenece a Jehová”. (Éx 29:6; 39:30, nota; Le 8:9.)
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