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El amor nos infunde valorLa Atalaya 2006 | 1 de octubre
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Pensemos en el caso de la hermana Namangolwa, quien creció en una familia de Testigos de Zambia. Con referencia a la discapacidad que sufre desde que tenía dos años de edad, explica: “Vivía muy acomplejada con mi aspecto, convencida de que la gente me veía horrible. Pero con la ayuda de mis hermanos espirituales, cambié de actitud, pude superar mis complejos y llegué a bautizarme”.
16 Aunque esta cristiana dispone de su propia silla de ruedas, a menudo tiene que moverse por caminos sin pavimentar apoyándose en las manos y las rodillas. Pese a las dificultades, dedica por lo menos dos meses al año al precursorado auxiliar. En cierta ocasión fue a predicarle a una señora que se echó a llorar delante de ella. ¿Por qué? Porque se conmovió al ver su fe y su ánimo. Como muestra de que cuenta con la abundante bendición de Jehová, esta hermana ya ha visto bautizarse a cinco de sus estudiantes de la Biblia, uno de los cuales es hoy superintendente cristiano. “Muchas veces, las piernas me duelen una barbaridad —dice—, pero no dejo que el dolor me detenga.” Este es tan solo un ejemplo del gran número de Testigos de todo el mundo que, pese a su frágil constitución, se mantienen fuertes espiritualmente debido al amor a Dios y al prójimo. ¡Qué valiosos son todos ellos a los ojos de Jehová! (Ageo 2:7.)
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El amor nos infunde valorLa Atalaya 2006 | 1 de octubre
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[Ilustración de la página 24]
Namangolwa Sututu
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