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  • Cultivemos las cualidades necesarias para hacer discípulos
    La Atalaya 2007 | 15 de noviembre
    • Cultivemos las cualidades necesarias para hacer discípulos

      “Vayan [...] y hagan discípulos de gente de todas las naciones.” (MATEO 28:19.)

      1. ¿Qué habilidades y actitudes necesitaron algunos siervos de Dios del pasado?

      A FIN de cumplir la voluntad de Jehová, sus siervos a veces tienen que cultivar ciertas habilidades y actitudes. Por ejemplo, cuando Abrahán y Sara obedecieron la orden de Jehová de abandonar la próspera ciudad de Ur, se vieron obligados a desarrollar las cualidades y habilidades necesarias para vivir en tiendas de campaña (Hebreos 11:8, 9, 15). Josué, por su parte, necesitó valor, confianza en Jehová y un buen conocimiento de la Ley para introducir a los israelitas en la Tierra Prometida (Josué 1:7-9). Y aunque es posible que Bezalel y Oholiab ya tuvieran algunas destrezas, sin duda las perfeccionaron gracias al espíritu de Dios; de este modo pudieron participar en la construcción del tabernáculo y en otras labores relacionadas, sirviendo tanto de trabajadores como de supervisores (Éxodo 31:1-11).

      2. ¿Qué preguntas sobre la obra de hacer discípulos contestaremos en este artículo?

      2 Siglos después, Jesucristo dio la siguiente comisión a sus seguidores: “Vayan [...] y hagan discípulos de gente de todas las naciones, [...] enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado” (Mateo 28:19, 20). Era la primera vez que se concedía el privilegio de realizar una obra de tal envergadura. Ahora bien, ¿qué cualidades se necesitan para hacer discípulos? ¿Cómo podemos cultivarlas?

      Manifestemos un profundo amor por Dios

      3. ¿Qué demostramos cuando participamos en la obra de hacer discípulos?

      3 Hace falta tener un profundo amor por Jehová para dirigirse a las personas y luego tratar de convencerlas de que lo adoren como el único Dios verdadero. Los israelitas podían demostrar que tenían esa clase de amor obedeciendo los mandamientos de Dios, ofreciéndole sacrificios gratos a sus ojos y alabándole con canciones (Deuteronomio 10:12, 13; 30:19, 20; Salmo 21:13; 96:1, 2; 138:5). Los cristianos también demostramos que amamos a Dios obedeciendo sus normas. Pero otra forma en que lo hacemos es participando en la obra de hacer discípulos. Por eso, cuando le hablamos a la gente acerca de Jehová y sus propósitos, debemos expresarnos con convicción y escoger palabras que revelen cuánto apreciamos la esperanza que él nos brinda (1 Tesalonicenses 1:5; 1 Pedro 3:15).

      4. ¿Por qué disfrutaba Jesús hablando a la gente acerca de Jehová?

      4 Jesús amaba profundamente a Jehová y por esta razón disfrutaba mucho hablando de Sus propósitos, del Reino y de la adoración verdadera (Lucas 8:1; Juan 4:23, 24, 31). De hecho, en una ocasión llegó a decir: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra” (Juan 4:34). Además, en él se cumplieron las siguientes palabras del salmista: “En hacer tu voluntad, oh Dios mío, me he deleitado, y tu ley está dentro de mis entrañas. He anunciado las buenas nuevas de la justicia en la congregación grande. ¡Mira! No restrinjo mis labios. Oh Jehová, eso tú mismo lo sabes bien” (Salmo 40:8, 9; Hebreos 10:7-10).

      5, 6. ¿Qué cualidad resulta imprescindible para formar discípulos?

      5 Algunas personas que acaban de aprender las verdades bíblicas sienten gran amor por Dios. Impulsadas por esta cualidad, hablan sobre Jehová y el Reino con tanta seguridad que logran convencer a muchos para que examinen las Escrituras (Juan 1:41). En efecto, lo que más nos motiva a los cristianos a participar en la obra de hacer discípulos es el amor a Dios. Por consiguiente, mantengamos vivo dicho amor siendo constantes en la lectura y meditación de la Biblia (1 Timoteo 4:6, 15; Revelación [Apocalipsis] 2:4).

      6 No cabe duda de que el amor a Jehová contribuyó a que Jesucristo enseñara con tanto celo. Pero esa no fue la única razón por la que tuvo tan buenos resultados al predicar el Reino. ¿Qué otra cualidad lo ayudó a ser un buen formador de discípulos?

      Mostremos verdadero interés en el prójimo

      7, 8. ¿Qué sentía Jesús por la gente?

      7 Jesús siempre se preocupó por la gente y mostró mucho interés en ella. Incluso antes de su vida humana, cuando era el “obrero maestro” de Dios, ya estimaba todo lo relacionado con la humanidad (Proverbios 8:30, 31). Y cuando vivió en la Tierra como hombre, se compadeció de quienes lo rodeaban y fue una fuente de alivio para los que acudían a él (Mateo 11:28-30). Jesús era tan amoroso y compasivo como su Padre, lo cual atraía a la gente a la adoración del único Dios verdadero. Personas de todo tipo lo escuchaban porque se interesaba de verdad por ellas y por su situación (Lucas 7:36-50; 18:15-17; 19:1-10).

      8 Cuando cierto hombre le preguntó qué tenía que hacer para heredar la vida eterna, Jesús lo miró y “sintió amor por él” (Marcos 10:17-21). En otro pasaje leemos que “Jesús amaba a Marta y a su hermana y a Lázaro”, discípulos suyos que vivían en Betania (Juan 11:1, 5). Tanto se interesaba Jesús en las personas que llegaba a privarse del descanso necesario con tal de enseñarles las buenas nuevas (Marcos 6:30-34). Y fueron precisamente ese interés y ese amor tan profundos los que hicieron de él el mejor maestro a la hora de atraer a la gente a la adoración verdadera.

      9. ¿Qué actitud demostró Pablo al hacer discípulos?

      9 El apóstol Pablo también se interesaba profundamente por la gente a la que predicaba. Por ejemplo, a las personas que habían abrazado el cristianismo en Tesalónica les dijo: “Teniéndoles tierno cariño, nos fue de mucho agrado impartirles, no solo las buenas nuevas de Dios, sino también nuestras propias almas, porque ustedes llegaron a sernos amados”. El resultado del interés y el cariño de Pablo fue que algunos tesalonicenses “se volvieron de sus ídolos [...] para servir como esclavos [al] Dios vivo” (1 Tesalonicenses 1:9; 2:8). Si nosotros nos interesamos de verdad en los demás, tal como lo hicieron Jesús y Pablo, puede que también tengamos la satisfacción de ver cómo las buenas nuevas tocan el corazón de los que están “correctamente dispuestos para vida eterna” (Hechos 13:48).

      Demostremos espíritu de sacrificio

      10, 11. ¿Por qué se necesita espíritu de sacrificio para hacer discípulos?

      10 ¿Quiénes son más eficaces haciendo discípulos? Los cristianos que tienen espíritu de sacrificio. Para ellos, la adquisición de riquezas no es lo más importante. En realidad, tal como dijo Jesús a sus seguidores: “¡Cuán difícil les será a los que tienen dinero entrar en el reino de Dios!”. Cuando Jesús pronunció aquellas palabras, los discípulos quedaron sorprendidos. Aun así, les siguió diciendo: “Hijos, ¡cuán difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el reino de Dios” (Marcos 10:23-25). Por esta razón, Jesús les recomendó un estilo de vida sencillo que les permitiría concentrarse en la formación de discípulos (Mateo 6:22-24, 33). Ahora bien, ¿por qué se necesita espíritu de sacrificio para hacer discípulos?

      11 Porque enseñar todas las cosas que Jesús mandó exige mucho de uno. Los buenos formadores de discípulos se esfuerzan por dar clases bíblicas semana tras semana a las personas interesadas en el mensaje. Algunos hasta deciden trabajar menos horas para tener más posibilidades de encontrar a tales personas. Miles de cristianos aprenden otro idioma para predicar a determinados grupos étnicos de su zona. Incluso hay quienes dejan su hogar y se mudan a otra región o país a fin de aumentar su participación en la siega (Mateo 9:37, 38). Todo lo anterior requiere espíritu de sacrificio. Pero para ser un buen formador de discípulos se necesita algo más.

      Tengamos paciencia, pero no perdamos el tiempo

      12, 13. ¿Por qué es muy importante tener paciencia al hacer discípulos?

      12 Otra cualidad que nos ayuda a hacer discípulos es la paciencia. Esto es así porque, aunque nuestro mensaje cristiano exige que las personas actúen con urgencia, en muchos casos les tomará bastante tiempo ponerse de parte de la verdad (1 Corintios 7:29). Jesús no se impacientó porque su medio hermano Santiago tardara en hacerse discípulo. Aunque parece que Santiago conocía bien la labor evangelizadora de Jesús, por alguna razón no se decidía a dar ese paso (Juan 7:5). Sin embargo, debió hacerlo en el año 33, en el breve período transcurrido entre la muerte de Cristo y el Pentecostés. Llegamos a esta conclusión porque, como dan a entender las Escrituras, en ese período ya se estaba reuniendo junto con su madre, sus hermanos y los apóstoles para orar (Hechos 1:13, 14). Santiago progresó espiritualmente y más tarde asumió importantes funciones en la congregación cristiana (Hechos 15:13; 1 Corintios 15:7).

      13 Muchos de los productos que cultiva el agricultor tardan en crecer. Lo mismo sucede con los frutos que los cristianos cultivamos en la gente: la comprensión de la Palabra de Dios, el amor a Jehová y el espíritu cristiano. Así pues, tenemos que ser pacientes. Santiago escribió: “Ejerzan paciencia, [...] hermanos, hasta la presencia del Señor. ¡Miren! El labrador sigue esperando el precioso fruto de la tierra, aguardándolo con paciencia hasta que recibe la lluvia temprana y la lluvia tardía. Ustedes también ejerzan paciencia; hagan firme su corazón, porque se ha acercado la presencia del Señor” (Santiago 5:7, 8). Santiago animó a sus hermanos en la fe a tener “paciencia [...] hasta la presencia del Señor”. El propio Jesús demostró esta cualidad con sus discípulos, pues cada vez que no entendían algo, se lo explicaba con mucha paciencia, fuera directamente o valiéndose de ilustraciones (Mateo 13:10-23; Lucas 19:11; 21:7; Hechos 1:6-8). Hoy en día vivimos en la presencia del Señor. Sin embargo, sigue siendo necesario que enseñemos con paciencia a la gente, pues así lograremos que lleguen a ser discípulos de Cristo (Juan 14:9).

      14. Aunque somos pacientes con los estudiantes de la Biblia, ¿qué hacemos para aprovechar bien el tiempo?

      14 A pesar de nuestra paciencia, “la palabra del reino” no produce fruto en la mayoría de los estudiantes de la Biblia (Mateo 13:18-23). Hacemos todo lo posible por ayudarlos, pero si no dan fruto, descontinuamos el estudio y aprovechamos mejor el tiempo buscando a personas que realmente valoren la verdad bíblica (Eclesiastés 3:1, 6). Sin embargo, hay que tener presente que algunas personas que valoran la verdad necesitan que les dediquemos más tiempo de lo habitual para que puedan cambiar sus puntos de vista, actitudes y prioridades. Por eso, imitamos la paciencia que demostraba Jesús con sus discípulos cuando les costaba trabajo cambiar de actitud (Marcos 9:33-37; 10:35-45).

      Cultivemos el arte de enseñar

      15, 16. ¿Por qué es importante que el ministro cristiano se prepare bien y enseñe con sencillez?

      15 Si queremos hacer discípulos, es fundamental que tengamos amor a Dios, interés en la gente, espíritu de sacrificio y paciencia. Pero también debemos cultivar nuestras habilidades como maestros, pues solo así lograremos explicarnos de manera clara y sencilla. Por ejemplo, el Gran Maestro, Jesucristo, pronunció muchas frases que impresionan por su sencillez. Probablemente recordemos las siguientes: “Acumulen para sí tesoros en el cielo”, “No den lo santo a los perros”, “La sabiduría queda probada justa por sus obras” y “Paguen a César las cosas de César, pero a Dios las cosas de Dios” (Mateo 6:20; 7:6; 11:19; 22:21). Sin embargo, Jesús no solo instruía con dichos breves. Cuando era oportuno, daba explicaciones más largas, aunque igualmente claras. ¿Cómo podemos imitar su forma de enseñar?

      16 La clave para enseñar con sencillez y claridad está en la buena preparación. El ministro cristiano que no se prepara tiende a hablar demasiado. Dice todo lo que sabe sobre cada tema, de modo que las ideas principales terminan perdiéndose en un mar de palabras. En cambio, quien se prepara bien piensa de antemano en el estudiante, medita en el tema que van a analizar y explica solo lo necesario (Proverbios 15:28; 1 Corintios 2:1, 2). Tiene presente lo que ya sabe la persona y qué puntos debe destacar durante el estudio. Quizás conozca muchos detalles interesantes, pero como son innecesarios los omite, y así gana en claridad.

      17. ¿Cómo podemos ayudar a la gente a razonar a partir de las Escrituras?

      17 Además de ofrecer datos, Jesús ayudaba a razonar. Por ejemplo, en una ocasión preguntó: “¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes reciben los reyes de la tierra contribuciones o la capitación? ¿De sus hijos, o de los extraños?” (Mateo 17:25). Hoy, cuando damos clases de la Biblia, debemos permitir que la persona dé su opinión o explique el asunto que estemos analizando. Para ello tendremos que controlarnos, sobre todo si nos encanta explicar las verdades bíblicas. Por otra parte, no se trata de bombardear con preguntas al estudiante, sino de plantearle con tacto unas cuantas preguntas y comparaciones bien pensadas. De este modo lo ayudaremos a entender los razonamientos basados en la Biblia que se presentan en nuestras publicaciones.

      18. ¿Qué implica el “arte de enseñar”?

      18 La Biblia menciona el “arte de enseñar” (2 Timoteo 4:2; Tito 1:9). Tal arte implica mucho más que ayudar al estudiante a memorizar datos. El propósito es lograr que entienda la diferencia entre la verdad y la falsedad, entre el bien y el mal, entre la sabiduría y la insensatez. Si nos esforzamos por alcanzar esa meta y por infundir en su corazón amor a Jehová, tal vez le hagamos comprender por qué debe obedecerle.

      Demostremos celo por hacer discípulos

      19. ¿Por qué podemos decir que todos los cristianos contribuimos a la formación de discípulos?

      19 La congregación cristiana es un conjunto de personas cuyo objetivo común es formar discípulos. Por eso, cada vez que alguien se hace discípulo, no solo se alegra el testigo de Jehová que lo encontró y le enseñó las verdades bíblicas. Es como cuando se organiza un grupo para buscar a un niño desaparecido. Aunque sea un solo individuo quien lo encuentre, todo el grupo se llena de alegría cuando el niño se reúne con sus padres (Lucas 15:6, 7). Efectivamente, hacer discípulos es un trabajo de equipo. Todos los cristianos colaboramos en la búsqueda de personas que puedan llegar a ser discípulos de Jesús. Y cuando empiezan a asistir a las reuniones en el Salón del Reino, cada uno de los presentes contribuimos a que crezca su aprecio por la adoración verdadera (1 Corintios 14:24, 25). De ahí que todos los cristianos nos alegremos de que anualmente decidan hacerse discípulos cientos de miles de personas.

      20. ¿Qué debe hacer si desea enseñar la verdad bíblica a otras personas?

      20 A muchos hermanos fieles les encantaría ayudar a alguien a conocer a Jehová y la adoración verdadera, pero, aunque ponen todo su empeño, no lo consiguen. Si ese es su caso, siga cultivando su amor por Jehová, interésese en la gente, demuestre espíritu de sacrificio, tenga paciencia y desarrolle sus habilidades como maestro. Por encima de todo, exprésele a Jehová su deseo de enseñar la verdad a alguien (Eclesiastés 11:1). Y no pierda el ánimo. Recuerde que todo lo que realiza en el servicio de Jehová contribuye al éxito de la obra de hacer discípulos y glorifica a Dios.

  • Imitemos al Gran Formador de Discípulos
    La Atalaya 2007 | 15 de noviembre
    • Imitemos al Gran Formador de Discípulos

      “Presten atención a cómo escuchan.” (LUCAS 8:18.)

      1, 2. ¿Por qué deberíamos fijarnos en cómo trataba Jesús a la gente durante su ministerio?

      JESUCRISTO estaba desempeñando sus funciones de Gran Maestro y Formador de Discípulos cuando dio este mandato a quienes lo seguían: “Presten atención a cómo escuchan” (Lucas 8:16-18). Pero este principio es aplicable también a todos los ministros cristianos. En efecto, si uno presta atención a las enseñanzas espirituales, podrá actuar en armonía con ellas y ser un buen evangelizador. Es cierto que hoy no escuchamos la voz de Jesús con los oídos, pero sí podemos hacerlo leyendo las Escrituras, que nos cuentan las cosas que él dijo e hizo. Entre estas cosas figura el trato que dio a la gente durante su ministerio. Pues bien, ¿qué dice la Biblia al respecto?

      2 Jesús fue un magnífico predicador de las buenas nuevas y un extraordinario maestro de las Escrituras (Lucas 8:1; Juan 8:28). La obra de formación de discípulos que nosotros realizamos también abarca tanto la predicación como la enseñanza. Sin embargo, algunos cristianos que son excelentes predicando tienen problemas a la hora de enseñar. Mientras que para predicar solo es necesario proclamar un mensaje, para enseñar la verdad acerca de Jehová y sus propósitos, por lo general hay que establecer una relación personal con el estudiante (Mateo 28:19, 20). Con este fin, es preciso imitar a Jesucristo, el Gran Maestro y Formador de Discípulos (Juan 13:13).

      3. ¿Qué conseguiremos si nos esforzamos por imitar a Jesús al hacer discípulos?

      3 Si empleamos los mismos métodos de enseñanza que Jesús, estaremos cumpliendo la siguiente recomendación del apóstol Pablo: “Sigan andando en sabiduría para con los de afuera, comprándose todo el tiempo oportuno que queda. Que su habla siempre sea con gracia, sazonada con sal, para que sepan cómo deben dar una respuesta a cada uno” (Colosenses 4:5, 6). No cabe duda de que para imitar a Jesús al hacer discípulos, tenemos que esforzarnos. Sin embargo, solo así conseguiremos ser mejores maestros, ya que aprenderemos a “dar una respuesta a cada uno” según sus necesidades.

      Jesús animaba a sus oyentes a expresarse

      4. ¿Por qué podemos decir que Jesús sabía escuchar?

      4 Ya a temprana edad, Jesús acostumbraba escuchar a los demás y los animaba a dar su opinión. Así, cuando tenía 12 años, sus padres lo encontraron entre los maestros del templo, “escuchándoles e interrogándolos” (Lucas 2:46). Él no había ido a abochornarlos con su gran conocimiento. Había ido a escuchar, aunque también planteó preguntas. Su disposición a escuchar fue, seguramente, una de las cualidades que le ganaron el favor de Dios y de la gente (Lucas 2:52).

      5, 6. ¿Qué ejemplos nos muestran que Jesús escuchaba los comentarios de las personas a las que enseñaba?

      5 Cuando se bautizó y fue ungido como Mesías, Jesús no perdió el interés por escuchar. Nunca estuvo tan inmerso en su labor de enseñar que se olvidara de prestar atención a sus oyentes. Muchas veces, hacía una pausa, les pedía su opinión y luego estaba pendiente de sus respuestas (Mateo 16:13-15). Por ejemplo, cuando Marta perdió a su hermano Lázaro, Jesús le dijo: “Todo el que vive y ejerce fe en mí no morirá jamás”. Acto seguido, le preguntó: “¿Crees tú esto?”. Y sin duda escuchó la respuesta de Marta: “Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios” (Juan 11:26, 27). ¡Qué contento debió de sentirse Jesús ante tal muestra de fe!

      6 En otra ocasión, al ver que muchos de sus discípulos decidían abandonarle, Jesús quiso saber cuál era el parecer de sus apóstoles, de modo que les dijo: “Ustedes no quieren irse también, ¿verdad?”. Ante aquello, Simón Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién nos iremos? Tú tienes dichos de vida eterna; y nosotros hemos creído y llegado a conocer que tú eres el Santo de Dios” (Juan 6:66-69). ¡Cuánto tuvieron que complacer estas palabras a Jesús! Ciertamente, uno se siente igual cuando oye a un estudiante de la Biblia hacer comentarios que evidencian su fe.

      Jesús mostraba respeto a sus oyentes

      7. ¿Por qué pusieron fe en Jesús muchos samaritanos?

      7 Hay otra razón por la que Jesús tenía éxito en la obra de hacer discípulos: se preocupaba por sus oyentes y les mostraba respeto cuando hablaban. Recordemos la ocasión en que dio testimonio a una samaritana junto al pozo de Jacob, en la localidad de Sicar. Jesús no monopolizó la conversación, sino que dejó que la mujer se expresara. Al escucharla atentamente, pudo observar que le interesaba el tema de la adoración, y por ello le dijo que Dios buscaba personas dispuestas a adorarlo con espíritu y verdad. Como Jesús había demostrado respeto e interés, ella corrió a hablar de él a sus vecinos, y “muchos de los samaritanos de aquella ciudad pusieron fe en él a causa de la palabra de la mujer” (Juan 4:5-29, 39-42).

      8. ¿Cómo podríamos entablar conversaciones en el ministerio aprovechando que a la gente le gusta dar su opinión?

      8 Por regla general, a todos nos gusta opinar. Y los habitantes de la antigua Atenas no eran la excepción. En realidad, les encantaba decir lo que pensaban y enterarse de las novedades. Pablo aprovechó este hecho para pronunciar un eficaz discurso en aquella ciudad, concretamente en el Areópago (Hechos 17:18-34). De igual modo, hoy, cuando llegamos a un hogar, podemos entablar una conversación diciendo algo así: “Me gustaría saber su opinión sobre [un asunto en particular]”. Y cuando nuestro oyente se exprese, debemos escucharlo y luego hacer algún comentario sobre lo que ha dicho o formular una pregunta pertinente. A continuación, sería bueno indicarle con tacto lo que dice la Biblia sobre ese asunto.

      Jesús siempre sabía qué decir

      9. ¿Qué hizo Jesús antes de “[abrirles] por completo [el sentido de] las Escrituras” a Cleopas y su compañero?

      9 Jesús nunca se quedaba sin palabras. Además de ser buen oyente, sabía por lo general en qué estaban pensando sus interlocutores y tenía muy claro lo que debía decir (Mateo 9:4; 12:22-30; Lucas 9:46, 47). Pongamos un caso. Poco después de la resurrección de Cristo, dos de sus discípulos caminaban de Jerusalén a Emaús. El Evangelio señala: “Mientras iban conversando y hablando, Jesús mismo se acercó y se puso a andar con ellos; pero se impidió que los ojos de ellos lo reconocieran. Él les dijo: ‘¿Qué asuntos son estos que consideran entre ustedes mientras van andando?’. Y ellos se detuvieron con rostros tristes. En respuesta, el que tenía por nombre Cleopas le dijo: ‘¿Moras tú solo como forastero en Jerusalén y por eso no sabes las cosas que han ocurrido en ella en estos días?’. Y él les dijo: ‘¿Qué cosas?’”. Ellos le contaron que Jesús el Nazareno, conocido por sus enseñanzas y milagros, había sido ejecutado, aunque algunos afirmaban que se había levantado de entre los muertos. El Gran Maestro escuchó a Cleopas y a su compañero, y luego les explicó lo que necesitaban saber, “[abriéndoles] por completo [el sentido de] las Escrituras” (Lucas 24:13-27, 32).

      10. ¿Cómo podemos determinar qué creencias tienen las personas a las que visitamos?

      10 Ahora bien, nosotros muchas veces no tenemos la menor idea de las creencias de la persona con la que hablamos. ¿Cómo lograremos determinar lo que piensa? Una posibilidad es mencionarle que nos gusta saber la opinión de la gente sobre el tema de la oración. Entonces pudiéramos preguntarle: “¿Qué le parece a usted? ¿Habrá alguien que nos escuche cuando oramos?”. La respuesta que nos dé tal vez revele detalles significativos sobre su manera de pensar y su formación religiosa. Si tiene inclinaciones espirituales, quizás consigamos profundizar más preguntándole: “¿Cree que Dios acepta todas las oraciones, o que rechaza algunas?”. Esta pregunta, u otra por el estilo, seguramente dará pie a una conversación distendida. Si resulta adecuado incluir algún comentario de la Biblia, debemos hacerlo con delicadeza, sin atacar sus creencias. Si la persona disfruta conversando con nosotros, es más probable que quiera volver a recibirnos. Pero ¿y si nos hace una pregunta que no sabemos responder? Lo mejor es quedar en regresar más tarde, cuando hayamos investigado el asunto y estemos listos para dar “razón de [nuestra] esperanza [...] con genio apacible y profundo respeto” (1 Pedro 3:15).

      Jesús enseñaba a quienes lo merecían

      11. ¿Qué nos ayudará a encontrar personas que merezcan recibir la enseñanza bíblica?

      11 Jesús era perfecto y podía distinguir en el acto quién merecía recibir su enseñanza y quién no. Claro, a nosotros nos cuesta mucho más trabajo encontrar a quienes están “correctamente dispuestos para vida eterna” (Hechos 13:48). Y lo mismo les sucedía a los apóstoles, a quienes Jesús dijo: “En cualquier ciudad o aldea que entren, busquen hasta descubrir quién en ella es merecedor” (Mateo 10:11). Como los apóstoles, tenemos que buscar personas dispuestas a oír y aprender la verdad bíblica. Podemos encontrarlas escuchando cuidadosamente a todos nuestros interlocutores y fijándonos bien en la actitud de cada uno de ellos.

      12. ¿Cómo podemos continuar ayudando a quienes tienen interés en el mensaje?

      12 Después de conversar con quienes demuestran cierto interés en las buenas nuevas del Reino, ¿qué debemos hacer? Seguir pensando en sus necesidades espirituales. Algo que nos permitirá continuar ayudándolos es anotar lo que nos ha revelado la conversación. Cada vez que volvamos a visitarlos, tenemos que escucharlos con atención para comprender mejor sus creencias, actitudes y circunstancias personales.

      13. ¿De qué maneras podemos animar a la gente a darnos su opinión acerca de la Biblia?

      13 ¿Cómo podemos animar a la gente a darnos su opinión acerca de la Palabra de Dios? Un método que funciona bien en algunos lugares es preguntar: “¿Le parece que la Biblia es difícil de entender?”. La respuesta que nos den reflejará su actitud hacia las cosas espirituales. Otra posibilidad sería leer un pasaje bíblico y preguntar: “¿Qué opina de lo que hemos leído?”. Al igual que Jesús, podemos obtener buenos resultados en el ministerio haciendo preguntas bien pensadas. Pero, como veremos, hay que tener cuidado.

      Jesús empleaba hábilmente las preguntas

      14. ¿Cómo lograremos que la gente nos dé su opinión sin someterla a un interrogatorio?

      14 Aunque nos interesamos por lo que opina la gente, no queremos incomodarla. Por eso, seguimos el ejemplo de Jesús. Él no sometía a nadie a un interrogatorio implacable. Más bien, empleaba preguntas que hacían pensar. Además, escuchaba con amabilidad a las personas sinceras y conseguía que estuvieran tranquilas y a gusto (Mateo 11:28). Todo el mundo se sentía con la libertad de mencionarle sus preocupaciones (Marcos 1:40; 5:35, 36; 10:13, 17, 46, 47). En nuestro caso es igual: si queremos que nuestros oyentes sean francos y nos expresen sus opiniones acerca de la Biblia y sus enseñanzas, tenemos que evitar los interrogatorios.

      15, 16. ¿Cómo podemos animar a la gente a conversar sobre temas religiosos?

      15 Además de emplear hábilmente las preguntas, podemos entablar conversaciones haciendo una afirmación interesante y luego fijándonos en qué reacción provoca. Jesús recurrió a esta técnica cuando le dijo a Nicodemo: “A menos que uno nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). Eran unas palabras tan sorprendentes que Nicodemo no pudo menos que reaccionar con asombro y seguir escuchando a Jesús (Juan 3:4-20). Si adoptamos esta técnica, es fácil que las personas se animen a conversar.

      16 En regiones del mundo tan distintas como África, Europa oriental y Latinoamérica se está hablando mucho últimamente de la presencia cada vez mayor de nuevas religiones. En tales lugares pudieran comenzarse muchas conversaciones diciendo: “Me llama la atención el hecho de que existan tantas religiones. Al mismo tiempo, tengo la esperanza de que la religión verdadera pronto unirá a la gente de todas las naciones. ¿Le atrae a usted esa idea?”. Al mencionar aspectos de nuestra esperanza que despierten la curiosidad de las personas, probablemente logremos que expresen su parecer. También será más fácil que nos contesten si les hacemos preguntas que solo admitan dos respuestas (Mateo 17:25). Y una vez que hayan respondido, contestemos nosotros la pregunta con un versículo o dos de las Escrituras (Isaías 11:9; Sofonías 3:9). Si los escuchamos con interés y nos fijamos en su reacción, podremos determinar el tema que trataremos en la próxima visita.

      Jesús escuchaba a los niños

      17. ¿Qué indica que Jesús se interesaba por los niños?

      17 Jesús no se interesaba solo en los adultos. También se fijaba en los niños, y por eso sabía a qué jugaban y qué cosas decían. A veces hasta los invitaba a acercarse a él (Lucas 7:31, 32; 18:15-17). Entre las multitudes que escuchaban a Jesús había muchos pequeños. Y cuando unos jovencitos se pusieron a aclamarlo como Mesías, él no solo reparó en ese hecho, sino que mostró que estaba predicho en las Escrituras (Mateo 14:21; 15:38; 21:15, 16). Hoy, igualmente, son muchos los niños que llegan a ser discípulos de Jesús. ¿Cómo pueden ayudarlos sus padres?

      18, 19. ¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a crecer espiritualmente?

      18 Si queremos ayudar a nuestros hijos a crecer espiritualmente, es preciso que los escuchemos. Hemos de averiguar si tienen puntos de vista contrarios a la voluntad de Jehová. Sin importar lo que nos digan, debemos responderles haciendo comentarios positivos. Luego podemos utilizar textos bíblicos que les ayuden a entender cómo ve Jehová los asuntos.

      19 Aunque es necesario hacer preguntas a los niños, a ellos les gustan tan poco los interrogatorios como a los adultos. Por eso, en vez de abrumar al hijo con preguntas difíciles, es mejor que uno haga comentarios breves sobre sí mismo. Dependiendo del asunto que se esté tratando, usted pudiera decirle que hubo un tiempo en que se sentía de cierta forma por esta o aquella razón, y luego preguntarle: “¿Te pasa a ti lo mismo?”. La respuesta a esa pregunta probablemente dé pie a una conversación bíblica que ayude y anime a su hijo.

      Imitemos siempre al Gran Formador de Discípulos

      20, 21. ¿Por qué debemos escuchar con interés cuando hacemos discípulos?

      20 Como hemos visto, al hablar de algún tema con nuestros hijos, o con cualquier otra persona, es fundamental saber escuchar. Así demostramos amor, humildad, respeto y consideración. Por supuesto, no basta con oír; hay que prestar atención.

      21 Al desempeñar nuestro ministerio cristiano, escuchemos con interés. Es muy probable que así descubramos los temas bíblicos que más interesan a las personas. Luego, tratemos de ayudarlas empleando los diversos métodos que utilizaba Jesús al enseñar. Si imitamos de este modo al Gran Formador de Discípulos, sentiremos mucha alegría y satisfacción.

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