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Atrapados en una lágrima dorada¡Despertad! 2002 | 22 de septiembre
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Entretanto, en la isla caribeña de Quisqueya (que hoy comprende la República Dominicana y Haití), los indios taínos también la habían descubierto. Cuando Colón arribó allí por primera vez, en 1492, obsequió a un joven cacique con un collar de brillantes cuentas de ámbar. Dice la historia que Colón se sorprendió al recibir a cambio calzado con adornos del mismo material.
¿Qué es el ámbar?
El ámbar dominicano es la resina endurecida de un árbol tropical de hoja ancha, hoy extinto, que está emparentado con variedades que aún crecen en el Caribe y en América Central y del Sur, conocidas en la zona como algarrobos. Con todo, la especie más afín a aquel antiguo “árbol del ámbar” se halla únicamente en África oriental.
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En busca del tesoro perdido
Aunque el ámbar se halla por todo el planeta, solo existen veinte regiones con las cantidades necesarias para que la explotación minera sea rentable. En la actualidad, la mayor parte se extrae en la región báltica de Europa oriental, en la República Dominicana y en algunos estados de México.
La extracción es una ardua tarea. A juicio de numerosos científicos, para que la resina se transforme en ámbar, ha de permanecer enterrada, normalmente en arcilla húmeda o sedimentos arenosos. Muchas de las minas de la República Dominicana se hallan en elevaciones escarpadas cubiertas de exuberante bosque subtropical, accesibles solo a pie o en burro y a las que se llega por empinados senderos de montaña.
Algunas minas son pozos anchos y profundos, mientras que otras son galerías estrechas de hasta 200 metros de longitud. Como la maquinaria y los explosivos quiebran el ámbar, los mineros han de extraerlo cuidadosamente a mano —con cinceles, picos y palas— de la dura arenisca y la arcilla compacta, a menudo con una vela por única iluminación.
De materia quebradiza a gema brillante
Una vez extraído el ámbar, se saca a plena luz, se lava y se le quita la dura corteza que tiene en un extremo. Luego se unta con aceite para ver el interior, en busca de inclusiones como insectos, vertebrados u otro material orgánico fósil. En el ámbar dominicano, la proporción es 1 insecto por cada 100 fragmentos, y en el del Báltico, solo 1 por cada 1000. La diferencia se debe, en parte, a que este último suele ser opaco, mientras que más del noventa por ciento del primero es transparente.
Luego se clasifica minuciosamente por tamaño, forma, color y contenido. La mayoría de los miles de fragmentos desenterrados cada semana son pequeños, pero no todos. En una ocasión se extrajo en la República Dominicana uno que pesaba nada menos que ocho kilos. Las piezas pequeñas sin inclusiones se reservan para la joyería, y las más valiosas, para museos o coleccionistas privados.
El ámbar normalmente presenta cálidas tonalidades amarillentas o doradas. En la República Dominicana se extrae todos los meses alguna pieza azul. Y aún más raras son las verdes. Se cree que tales variaciones de color se producen a consecuencia de cambios en la composición química de la resina y de los minerales que contiene la tierra que la rodea.
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Un trozo de ámbar dominicano con una ranita en su interior, que se halló en 1997, se tasó en más de 50.000 dólares.
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En el Museo Mundo de Ámbar, situado en Santo Domingo (República Dominicana), los visitantes realizan actividades interactivas y observan el ámbar con potentes microscopios. Y en uno de sus talleres hay hábiles artesanos que transforman el ámbar en hermosas joyas con contenido fósil.
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