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  • Globos endebles defienden el tabaco
    ¡Despertad! 1995 | 22 de mayo
    • “La presencia de la nicotina no convierte al cigarrillo en una droga, ni el fumar en una adicción”, alegó el presidente de una compañía tabaquera. “La premisa de que la nicotina de los cigarrillos es adictiva, sin importar la cantidad, es errónea”, aseveró un científico de una tabacalera.

      ‘Si los cigarrillos no crean adicción —replicó la comisión—, ¿por qué han tratado las compañías de manipular los niveles de nicotina de sus productos?’ ‘Por el sabor —explicó un alto cargo de otra empresa—. ¿Hay algo peor que un cigarrillo insípido?’ Cuando se le confrontó con un arsenal de estudios —sacados de los archivos de su propia compañía— que indicaban el carácter adictivo de la nicotina, se aferró a su argumento.

      Todo indica que él, como muchos otros, mantendrá esa postura aunque los cementerios rebosen de víctimas del tabaquismo. A principios de 1993, el Dr. Lonnie Bristow, presidente del Consejo de Administración de la Asociación Médica Estadounidense, planteó un interesante desafío. Según la revista oficial de dicha asociación, “invitó a los dirigentes de las principales tabacaleras estadounidenses a recorrer con él las salas de los hospitales para ver una de las secuelas del tabaquismo: pacientes con afecciones pulmonares graves tales como el cáncer de pulmón. Nadie aceptó la invitación”.

      La industria tabaquera alardea de crear buenos trabajos en un mundo donde crece el desempleo. En la Argentina, por ejemplo, ocupa a un millón de trabajadores, y otros cuatro millones están relacionados indirectamente con ella. En el caso de muchos gobiernos, las tabacaleras se han granjeado su beneplácito con grandes contribuciones fiscales.

      En un aparente alarde de civismo, cierta tabacalera favorece a grupos minoritarios con generosos donativos. Sin embargo, los documentos internos de la compañía manifestaron los verdaderos motivos de esta “partida para el desarrollo del electorado”: ganarse el favor de los potenciales votantes.

      Esta tabaquera también se ha congraciado con parte del mundo cultural dando grandes contribuciones a museos, escuelas, academias de baile e instituciones musicales. Los representantes de las organizaciones artísticas están muy dispuestos a recurrir a las tabacaleras en busca del dinero que tanto necesitan. No hace mucho, varios miembros del ambiente artístico neoyorquino se vieron ante un incómodo dilema cuando esta compañía les pidió apoyo para presionar en contra de la legislación antitabaco.

      Es bien sabido que los opulentos magnates tabaqueros no dudan en dar dinero a los políticos, quienes se valen de sus influencias para oponerse a las propuestas contrarias a los intereses de las compañías. La causa del tabaco es defendida por altos cargos del estado. Algunos tienen vínculos con la industria o se ven obligados a corresponder al apoyo pecuniario que recibieron durante su campaña.

      Se dice que un congresista estadounidense recibió de las tabacaleras más de 21.000 dólares en donativos lo cierto es que votó en contra en varios puntos que afectaban al tabaco.

      Un ex senador y fumador empedernido, que ganó mucho dinero colaborando en un grupo de presión tabaquero, descubrió hace poco que tenía cáncer de garganta, pulmón e hígado. Ahora, lamentándose, admite apenado que la persona que yace enferma “por algo que ella misma se causó” se siente estúpida.

      Los colosos del tabaco contraatacan con todo el poder de los dólares publicitarios. Cierto anuncio apela a la libertad y advierte con solemnidad: “Hoy es el cigarrillo. ¿Qué será mañana?”, insinuando así que la cafeína, el alcohol y las hamburguesas serán las próximas víctimas de los “fanáticos” prohibicionistas.

      Se publican anuncios para desacreditar un conocido estudio, realizado por la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos, que tilda de cancerígeno al tabaquismo pasivo. Las compañías han anunciado que recurrirán a los tribunales. Un programa televisivo acusó a cierta compañía de jugar con la nicotina para crear adictos. La red de emisoras que transmitió el espacio no tardó en recibir una demanda que solicitaba una indemnización de 10.000 millones de dólares.

      Aunque las tabacaleras luchan con todas sus fuerzas, el aire está cada vez más cargado de acusaciones. Los cincuenta mil estudios realizados en las últimas cuatro décadas constituyen una creciente montaña de pruebas de que fumar es perjudicial.

      ¿Cómo tratan de soslayar las empresas estas acusaciones? Aferrándose tercamente a un “hecho”: ‘Dado que las personas dejan de fumar, la nicotina no puede ser adictiva’. Pero las estadísticas contradicen esta tesis. Aunque 40 millones de estadounidenses se han deshabituado, otros 50 millones siguen fumando y el 70% de ellos afirma que desea dejar el tabaco. El 90% de los 17 millones que intentan abandonarlo anualmente fracasa en menos de un año.

      En el caso de los fumadores estadounidenses, casi la mitad de los operados por cáncer de pulmón reincide en el hábito, el 38% de los que tienen ataques cardíacos vuelve a consumir tabaco aun antes de salir del hospital y el 40% de los que han pasado por la extracción de una laringe cancerosa intenta volver a fumar.

      Tres cuartas partes de los millones de adolescentes que fuman en Estados Unidos dicen que, al menos una vez, han intentado en serio dejar el hábito, pero han fracasado. Además, las estadísticas indican que para muchos jóvenes el tabaco es la antesala del consumo de drogas más duras. En comparación con los no fumadores, los adolescentes que fuman tienen un 50% más de probabilidades de usar cocaína. Una fumadora de 13 años corrobora este hecho: “No tengo la menor duda de que el cigarrillo abre la puerta al mundo de las drogas —escribió—. Salvo tres de mis conocidos, todos los demás fumaban antes de meterse en las drogas”.

      ¿Serán mejores los cigarrillos bajos en alquitrán? Según los estudios, hasta pudieran ser peores por dos motivos: primero, se tiende a inhalar con más intensidad para extraer la nicotina que el cuerpo ansía, aumentando así la cantidad de tejido pulmonar expuesta a los efectos tóxicos del humo; y segundo, el error de que son “más sanos” puede disuadir al fumador de abandonar el hábito.

      En torno a la nicotina hay más de dos mil estudios, de los que se desprende que es una de las sustancias más adictivas y peligrosas que se conocen. Acelera las palpitaciones y provoca vasoconstricción. Es más rápida que una inyección intravenosa, pues tarda solo siete segundos en llegar a la sangre. Condiciona al cerebro para que desee más, una apetencia que, según algunas opiniones, es el doble de adictiva que la heroína.

      A pesar de que lo niegue, ¿es consciente la industria tabaquera de las propiedades adictivas de la nicotina? Hay indicios de que lo ha sabido por mucho tiempo. Por ejemplo, un informe de 1983 muestra que un investigador de cierta compañía observó en las ratas de laboratorio los síntomas típicos de la adicción, pues ellas mismas accionaban palancas para administrarse dosis regulares de nicotina. Se afirma que la compañía no tardó en suprimir el estudio, que recientemente ha salido a la luz.

      Los gigantes del tabaco no se han quedado de brazos cruzados mientras los atacan desde todos los ángulos. En palabras del periódico The Wall Street Journal, el Consejo de Investigación del Tabaco de la ciudad de Nueva York realiza “la mayor campaña desinformativa de la historia económica de Estados Unidos”.

      Escudándose en los estudios independientes, el consejo ha invertido millones de dólares en la lucha con sus oponentes. Todo comenzó en 1953, cuando el Dr. Ernst Wynder, del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center, descubrió que la aplicación de alquitrán de tabaco en el lomo de los ratones les provocaba tumores. Las tabacaleras crearon el consejo para neutralizar con sus propios datos los hechos evidentes que se recopilaran.

      ¿Cómo es posible que los científicos del consejo extraigan conclusiones tan diferentes a las del resto de los investigadores? La reciente divulgación de ciertos documentos destapó una maraña de intrigas. Muchos investigadores del consejo, coartados por los contratos y bajo el constante escrutinio de abogados puntillosos, hallaron que la creciente preocupación por la salud tenía fundamento, pero al encararse a la realidad, —según The Wall Street Journal— “a veces rechazaban o mutilaban sus propios estudios si implicaban que fumar era un peligro para la salud”.

      A puerta cerrada, prosiguieron durante años la búsqueda de un cigarrillo más “seguro”. De haberlo hecho en público, habrían admitido tácitamente que fumar es peligroso para la salud. A finales de los años setenta, un abogado decano de cierta tabaquera recomendó abandonar la búsqueda por fútil y ocultar todos los documentos al respecto.

      Los años de experimentación aportaron dos conclusiones: la nicotina es claramente adictiva, y fumar es letal. Aunque en público nieguen los hechos con vehemencia, las tabacaleras demuestran con sus acciones que conocen muy bien la realidad.

      David Kessler, comisionado de la Administración para los Fármacos y Alimentos de Estados Unidos, las acusó de manipulación deliberada del producto: “Algunos cigarrillos actuales son, en realidad, avanzados dosificadores que suministran la nicotina en las cantidades precisas [...] para crear el hábito y perpetuarlo”.

      Según Kessler, las patentes que poseen las compañías revelan sus intenciones. Así, hay una variedad de tabaco, modificado genéticamente, que produce el mayor nivel de nicotina conocido. Otro proceso potencia dicho nivel tratando químicamente los filtros y papeles. Un método diferente consigue que las primeras inhalaciones tengan más nicotina que las últimas. Además, los documentos de la industria muestran que el tabaco contiene aditivos amoniacales para liberar más nicotina. “Ahora, cuando se inhala el humo, va a parar a la sangre del fumador casi el doble de la cantidad que antes”, dice un informe del New York Times. La Administración para los Fármacos y Alimentos ha proclamado que la nicotina es una droga adictiva y pretende controlar con mayor firmeza los cigarrillos.

      A su modo, los gobiernos tienen dependencia del tabaco. El de Estados Unidos, por ejemplo, recauda 12.000 millones de dólares al año en impuestos estatales y federales que gravan los productos del tabaco. Pero, según una evaluación de la Oficina de Tasación Tecnológica Federal, se pierden 68.000 millones de dólares anuales por gastos sanitarios y merma de la productividad.

  • Globos endebles defienden el tabaco
    ¡Despertad! 1995 | 22 de mayo
    • [Recuadro en la página 12]

      Aunque no humee, también es peligroso

      La empresa líder en el mercado del rapé, que factura 1.100 millones de dólares, pesca a los incautos pececillos con su aromatizado cebo. Ofrece productos con diversos sabores que gozan de mucha popularidad. La leve sensación que produce el tabaco satisface solo durante un tiempo. Un ex vicepresidente de la compañía dijo: “Muchos se inician con los productos aromatizados, pero acaban consumiendo [la marca más fuerte]”, que, según los anuncios, es “Rapé fuerte para los hombres fuertes” y “Satisface”.

      El periódico The Wall Street Journal, que hizo mención de la estrategia de la compañía tabaquera, señaló que esta desmentía toda “manipulación de los niveles de nicotina”. Agregó además que dos ex químicos de la compañía que hablaron del asunto por primera vez, hicieron la siguiente observación: “La tabacalera no manipula los niveles de nicotina, pero sí la cantidad que absorbe el usuario”. Según ellos, la empresa añade productos químicos que potencian la alcalinidad del rapé. Cuanto más alcalino sea, “más nicotina liberará”. El rotativo añadió la siguiente aclaración: “El rapé, que a veces se confunde con el tabaco de mascar, es tabaco triturado que en vez de mascarse, se chupa; el consumidor toma una pizca y lo coloca entre la mejilla y la encía, esparciéndolo con la lengua y escupiendo de vez en cuando”.

      Las variedades aromatizadas que se ofrecen al usuario novel solo liberan para la absorción en la sangre entre el 7 y el 22%, de la nicotina que contienen. Sin embargo, la marca más potente puede provocar náuseas al nuevo consumidor. Viene picado muy menudo para los hombres “de verdad”. El 79% de la nicotina está lista para su absorción inmediata en el torrente sanguíneo. En Estados Unidos el usuario medio de rapé comienza a los 9 años, y ¿qué niño de esta edad no va querer pasarse a la marca “fuerte” para ser un hombre “de verdad”?

      La dosis de nicotina que acaba consumiéndose es, en efecto, más potente que la del cigarrillo. Hay informes de que el usuario es cuatro veces más propenso a tener cáncer bucal, y corre un riesgo cincuenta veces mayor de padecer cáncer de garganta que la persona que no lo consume.

      En Estados Unidos hubo protestas generalizadas cuando la madre del que fuera un gran atleta de la secundaria demandó a una tabacalera porque su hijo había muerto de cáncer bucal. Este había recibido una lata gratis de rapé en un rodeo cuando tenía 12 años y acabó consumiendo cuatro latas semanales. Tras varias operaciones dolorosas que le fueron cercenando la lengua, la mandíbula y el cuello, los médicos lo desahuciaron. Murió a la edad de 19 años.

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