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  • Las drogas... peligrosas y mortíferas
    ¡Despertad! 1988 | 8 de diciembre
    • Las drogas y el crimen

      Uno no tiene que viajar para sufrir las consecuencias del extenso consumo de drogas. Las víctimas frecuentemente son personas que están en sus propios hogares o en las calles. Impelidos por la necesidad de sostener su costoso hábito, muchos drogadictos recurren a cometer delitos: asaltos, robos, robos con escalo. “Un estudio efectuado recientemente por el Departamento de Justicia descubrió que un sorprendente 79% de los acusados de delitos en algunas ciudades dieron positivo en las pruebas para detectar el consumo de drogas”, dice la revista U.S.News & World Report.

      Además, también hay que considerar los frecuentes tiroteos entre facciones rivales del mundo de las drogas y las represalias que toman contra los que no les pagan. En muchas ocasiones, transeúntes inocentes se ven atrapados en estas confrontaciones. “Si sucede que alguien a quien hay que matar se encuentra en un grupo de otras cuatro o cinco personas —dice un oficial de policía—, lo sentimos por esas cuatro o cinco personas.”

      En la capital de Estados Unidos, Washington D.C., hubo 228 asesinatos en 1987, el 57% de los cuales estuvieron relacionados con los estupefacientes. En la ciudad de Nueva York se cometieron 1.961 asesinatos, una media de cuatro diarios. Más del 38% de estos asesinatos pueden atribuirse a las drogas. “El Departamento de Bomberos de Oakland (California, Estados Unidos) atribuye más de 180 casos de incendios premeditados ocurridos en la ciudad el año pasado a las guerras entre las diferentes bandas de traficantes de drogas y a las represalias tomadas contra clientes morosos o residentes que se quejaron públicamente del comercio de crack —una forma muy potente de cocaína— que se lleva a cabo impunemente en la ciudad”, dice un informe del periódico The New York Times.

      La sociedad entera siente los efectos tanto del abuso de las drogas —el aumento de delitos y violencia, las cargas que suponen la reducción de la productividad económica y los trágicos accidentes, la corrupción pública— como del alto costo que este abuso supone. Pero, en realidad, quienes pagan el precio más alto son los propios consumidores de drogas. ¿Cómo?

      Los riesgos de consumirlas

      “La drogadicción es mala. Puede destruir la mente y matar el cuerpo. En una palabra, es una cosa estúpida.” Así se expresó con relación a las drogas Malcolm Lawrence, quien fue colaborador especial del secretario de Estado norteamericano para el Control Internacional de Estupefacientes. Pero, ¿qué hay de los que se jactan de que no son adictos y aseguran que pueden dejarlo cuando quieran? “Conozco gente que ha tomado crack varias veces y nunca lo ha vuelto a hacer”, dijo un estudiante de escuela secundaria.

      “Es verdad que no todos los chicos que le dan una chupada a un porro o se beben una botella entera de licor terminan como yo”, dice un ex adicto llamado Ken Barun, que empezó a consumir marihuana cuando tenía dieciséis años y luego pasó a píldoras, alucinógenos, heroína y cocaína. Él pensaba que nunca llegaría a cumplir veinticinco años. Pero muchos sí desarrollan drogodependencia, y nadie puede decir a quién le va a suceder eso hasta que ya es demasiado tarde.

      Uno de los problemas de las drogas es que le dejan a uno indefenso. Por ejemplo: la cocaína, en la actualidad una de las drogas de las que más se abusa, en un principio hace que uno se sienta más fuerte, más despierto y seguro de sí mismo, hace que uno sienta que puede controlar más su propia vida. Es una sensación tan buena, que impele a desear probarla una y otra vez. Pero cuando uno continúa con el consumo, comienza a sentirse mal sin la droga: inquieto, confuso, nervioso, deprimido. Le hace falta más. Ahora bien, junto con el consumo continuado vienen la adicción y una larga serie de problemas, entre los que están la paranoia, las alucinaciones y las psicosis.

      Los investigadores han descubierto que el consumo de cocaína puede causar daños permanentes al corazón y provocar ataques cardiacos y apoplejías. Se cree que Len Bias, un famoso jugador norteamericano de baloncesto que murió en 1986 debido a un ataque al corazón provocado por la cocaína, solo tomó la droga una vez.

      El crack, un derivado de la cocaína, es aún peor. La publicación Medical Aspects of Human Sexuality dice que “la razón de que el crack sea tan peligroso es que es una droga con un potencial extremadamente alto para crear adicción y una enorme capacidad para causar graves trastornos médicos y psiquiátricos”. Puesto que es barato y fácil de conseguir, atrae especialmente a los jóvenes. Se sabe de consumidores de crack que han asesinado a sus padres y después se han suicidado.

      “Los informes de muertes y emergencias médicas relacionadas con la cocaína aumentaron significativamente entre los años 1983 y 1986”, dice un informe especial del interventor general de Estados Unidos. Los datos recogidos por DAWN (siglas en inglés para Servicio de Información sobre el Abuso de las Drogas) de diversos médicos y hospitales muestran un aumento de un 167% en las emergencias médicas y de un 124% en las muertes causadas por el consumo de esta droga en dicho período.

      Trágicos efectos en los jóvenes

      Uno de los resultados más trágicos del abuso de las drogas es el efecto que tiene en los niños. “La historia del maltrato y abandono de niños en la ciudad de Nueva York durante 1987 es la historia de un aumento vertiginoso en el abuso de las drogas”, informa el Internal Fatality Review Panel of the Human Resources Administration, uno de los organismos oficiales de la ciudad. Se dieron 46.713 casos de maltrato y abandono de niños, con el resultado de que murieron 103 de estas criaturas. Aparte de esto, durante el año fiscal de 1987 nacieron en la ciudad más de 2.500 niños con síntomas de síndrome de abstinencia. Como consecuencia de la cocaína, muchos bebés nacen prematuramente. Además, pesan muy poco al nacer, ya que la droga limita el flujo de sangre a la placenta y reduce el suministro de oxígeno y sustancias nutritivas que llegan al feto.

      También nacen bebés con el terrible virus del SIDA, transmitido por el consumo de drogas por vía intravenosa y contagiado por la madre al feto. Para finales de este año, tan solo en la ciudad de Nueva York habrán nacido unos mil bebés infectados con el virus del SIDA. “Únicamente hemos empezado a ver la devastación”, dice el doctor Leonard Glass, director de la sección neonatal del Centro Hospitalario de Kings County. Todos los meses mueren a causa del SIDA en este hospital de Brooklyn tres o cuatro bebés.

  • Las drogas... ¿existe alguna esperanza?
    ¡Despertad! 1988 | 8 de diciembre
    • Las drogas... ¿existe alguna esperanza?

      ¿POR qué han fracasado todos los esfuerzos por frenar la creciente marea de la droga ilegal? Por decirlo en una palabra: DINERO. Las drogas son un gran negocio. Los beneficios se calculan en miles de millones de dólares.

      Se cree que los ingresos totales que producen las ventas de estupefacientes tan solo en Estados Unidos ascienden a entre 60.000 millones y 120.000 millones de dólares. Si restamos unos 20.000 millones de dólares para gastos, eso deja un beneficio neto de entre 40.000 millones y 100.000 millones de dólares. “El tráfico de drogas, que mueve unos 300.000 millones de dólares al año, es el mayor negocio del mundo”, dice la revista World Press Review.

      Con tanto dinero a su disposición, los traficantes de drogas han explotado la avaricia y el egoísmo inherentes en el hombre y han obtenido el poder de hacer prácticamente cualquier cosa que deseen. “Ya no cuentan su dinero, lo pesan —dijo un teniente de policía—. Pueden sobornar a los testigos; en realidad, pueden sobornar a quien les parezca.” Se informa que un traficante de drogas de Bolivia se ofreció a saldar la entera deuda exterior del país —3.800 millones de dólares— si las autoridades dejaban de insistir en que se respetasen las leyes sobre narcóticos.

      Los magnates de la cocaína y la marihuana del mundo occidental incluso han llegado a superar la influencia que por tanto tiempo han ejercido los señores del opio de Asia. “A base de untar la mano a quien haga falta y utilizar el revólver cuando sea necesario, los caciques de la droga han sembrado corrupción desde Bolivia hasta las Bahamas, y en más de un país están amenazando con reemplazar al gobierno elegido como el poder dominante”, informa la revista Time. “Nos hemos puesto en contra de una organización que es más fuerte que el gobierno”, dijo el anterior presidente colombiano Belisario Betancur.

      Él sabe lo que dice. En Colombia, los miembros de la Liga de Medellín —los potentados de la droga que dominan el negocio de la cocaína— han llevado a cabo una violenta campaña contra todos los que se les han opuesto o han intentado tomar acción legal contra ellos. Entre los que han asesinado se encuentran un ministro de Justicia, veintiún jueces, el director de un periódico, más de una docena de periodistas y veintenas de soldados y policías. “Nunca antes había podido una operación delictiva intimidar a una nación importante de tal manera —hace notar la revista Newsweek—. En Colombia, los jueces temen emitir sentencia, y los policías temen efectuar arrestos. Ahora los periodistas más críticos a menudo escriben sus columnas desde el extranjero, donde tienen la compañía de multitud de otros colombianos que han huido por su vida.”

      El suministro: una batalla perdida

      Debido al factor económico, la batalla para detener el suministro de estupefacientes se ha saldado con una derrota a todos los niveles. Los agricultores continúan cultivando coca, marihuana y adormidera (de la que se extrae el opio), lo que les reporta un beneficio varias veces mayor que el que obtendrían con las cosechas convencionales, que solo dan lo justo para subsistir. Para ellos, los potentados de la droga son benefactores que revitalizan la economía. Muchos oficiales de policía y aduanas hacen la vista gorda cuando se introducen drogas de contrabando, y ganan hasta cincuenta mil dólares más tan solo por hacer eso.

      Los traficantes también inician a niños de solo nueve o diez años en el lucrativo negocio de las drogas: ganan veinticinco centavos por cada ampolla vacía de crack que recogen en la calle, cien dólares al día por vigilar y avisar de la presencia de la policía, trescientos dólares al día por servir de recaderos que transportan droga y, ya como adolescentes, hasta tres mil dólares diarios por trabajar de traficantes. Como exhiben ante sus compañeros de clase sus ganancias en forma de prendas de piel, pesadas cadenas de oro y automóviles costosos, atraen a otros a hacer lo mismo.

      Los terroristas han encontrado en las drogas un medio para financiar sus operaciones. Ellos, a su vez, colaboran con los traficantes de drogas. Algunos líderes políticos emplean el comercio de la droga para enriquecerse y socavar a países enemigos. Ni los arrestos ni los encarcelamientos sirven para disuadirlos. Las ganancias que pueden obtenerse son tan inmensas que inmediatamente después que un traficante o un oficial corrupto es eliminado, hay dos que intentan tomar su lugar.

      “Desgraciadamente, la producción y el tráfico de drogas siguen siendo un gran negocio, y los niveles de consumo de droga por todo el mundo siguen aumentando —dice un informe hecho público en marzo por el Departamento de Estado norteamericano—. La corrupción de los oficiales gubernamentales y los policías, el soborno, la intimidación y la violencia de los traficantes, y la dura realidad de que los países se ven superados por los traficantes de narcóticos tanto en hombres, como en armas y presupuesto, siguen socavando los esfuerzos mundiales por detener la producción y el tráfico de estupefacientes.” Entonces, ¿dónde se puede hallar esperanza?

      ¿Está la respuesta en reducir la demanda?

      Hay quien piensa que la solución estriba en reducir la demanda de estupefacientes. Al igual que todo otro negocio, el comercio internacional de drogas funciona de acuerdo con la ley de la oferta y la demanda. Si no fuera por la actual demanda de drogas, aparentemente insaciable, el tráfico de drogas desaparecería. Sin embargo, a pesar de las advertencias, una mejor educación, las pruebas para detectar drogas y los llamamientos para ‘decir no a las drogas’, el consumo no disminuye. Lo que es peor, se está extendiendo.

      “Los demás países del mundo están comenzando a ‘engancharse’ —informa la revista Time—. La cultura americana de las drogas se ha exportado a la juventud europea y asiática. Aunque no es fácil obtener estadísticas, el consumo de drogas parece estar extendiéndose por todo el mundo, en especial en los países que exportan drogas a Estados Unidos.” Bolivia, por citar uno de estos países, recientemente ha visto aumentar en gran manera la cantidad de drogadictos. Aunque en este país el cultivo de coca es legal, para masticar las hojas y hacer infusiones, cada vez son más los jóvenes que se están volviendo adictos a una forma tóxica de cocaína que se fuma, llamada basuco. Vietnam informa que la cantidad de jóvenes adictos a la heroína y al opio, tanto en el sur como en el norte del país, está aumentando de modo alarmante. Se informa que en total hay unos cuarenta millones de consumidores de drogas ilegales por todo el mundo.

      Ahora se reconoce que el problema de las drogas va mucho más allá de lo que ningún gobierno del mundo puede controlar. Entonces, ¿se comprometerán todas las naciones a colaborar entre sí para detener esta epidemia? Eso es prácticamente imposible si tenemos en cuenta que lo que mueve el tráfico ilegal de drogas es la avaricia y el dinero, y eso dejando aparte las irreconciliables diferencias políticas. Algunas naciones se retienen de imponer sanciones severas a sus aliados políticos aunque sean centro del tráfico de drogas. Además, millones de personas dependen de las cosechas de drogas para su subsistencia. “Hay países que simplemente se hundirían si el negocio de la droga se viniera abajo de repente”, dice la revista World Press Review.

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