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  • ¿Está condenado a destrucción el planeta Tierra?
    La Atalaya 1998 | 15 de junio
    • ¿Está condenado a destrucción el planeta Tierra?

      EN EL momento actual, cuando el siglo XX se acerca a su fin y está a punto de comenzar el XXI, cada vez más personas que por lo general prestarían poca o ninguna atención a las predicciones catastrofistas, se preguntan si se avecina un suceso de importancia crucial para el mundo.

      Tal vez usted haya visto artículos de periódicos y revistas, o hasta libros enteros, sobre este tema. Para saber cómo empezará el siglo XXI, hay que esperar. Algunas personas dicen que llegar al final del año 2000 solo supondrá el paso de un año más (o un minuto, del año 2000 al 2001) y que probablemente no tendrá grandes consecuencias. A mucha gente le preocupa más el futuro del planeta a largo plazo.

      La predicción que con más frecuencia aparece en estos días es que el planeta Tierra mismo está condenado a la destrucción total en un determinado momento, ya sea dentro de poco o en el futuro lejano. Veamos solamente un par de esos sombríos pronósticos.

      En su libro The End of the World—The Science and Ethics of Human Extinction (El fin del mundo. Ciencia y ética de la extinción de la humanidad), editado por primera vez en 1996, el escritor y filósofo John Leslie propone tres posibles finales de la vida humana en la Tierra. En primer lugar pregunta: “¿Supondría el fin de la especie humana una guerra nuclear total?”, y a continuación añade: “Una perspectiva más probable [...] sería la extinción causada por los efectos de la radiación: cánceres; el debilitamiento del sistema inmunológico y la consiguiente proliferación de enfermedades infecciosas, y numerosos defectos de nacimiento. Podría producirse, asimismo, la muerte de microorganismos importantes para la salud del medio ambiente”. Una tercera posibilidad que aventura el señor Leslie es que un cometa o un asteroide choque con la Tierra: “Parece ser que hay unos dos mil cometas y asteroides con un diámetro de entre 1 y 10 kilómetros cuyas órbitas podrían llevarles algún día a chocar con la Tierra. De tamaño aún mayor hay muchos menos (sería pura conjetura calcular cuántos), y una cantidad mucho mayor son más pequeños”.

      Una gráfica descripción del “fin del mundo”

      Consideremos el caso de otro científico, Paul Davies, profesor de la Universidad de Adelaida (Australia). El Washington Times lo denominó el “mejor escritor científico a ambos lados del Atlántico”. En 1994 escribió The Last Three Minutes (Los últimos tres minutos), calificado de “modelo de todos los libros sobre el fin del mundo”. El primer capítulo del libro se titula “El fin del mundo”, y describe un panorama imaginario de lo que ocurriría si un cometa chocara con el planeta Tierra. Lea parte de su estremecedora descripción:

      “Una fuerza equivalente a 10.000 terremotos sacude el planeta. La onda expansiva de aire desplazado barre la superficie del globo, aplastando todos los edificios y pulverizando todo lo que encuentra a su paso. El terreno llano que hay alrededor del punto de impacto se eleva en un anillo de montañas líquidas de varios kilómetros de altura, dejando al descubierto las entrañas de la Tierra en un cráter de 150 kilómetros de ancho. [...] Una enorme columna de detritos polvorientos se extiende en abanico hacia la atmósfera y oculta la luz del sol por todo el planeta. Sustituye la luz solar el siniestro y parpadeante resplandor de mil millones de meteoritos, cuyo calor abrasa el terreno, al caer del espacio a la atmósfera el material desplazado”.

      El profesor Davies pasa a enlazar este panorama imaginario con la predicción de que el cometa Swift-Tuttle colisionará con la Tierra. Añade la advertencia de que si bien no parece probable que tal suceso ocurra en el futuro cercano, en su opinión “más pronto o más tarde, el Swift-Tuttle o un objeto similar chocará con la Tierra”. Su conclusión se basa en cálculos que indican que hay 10.000 objetos de un diámetro de medio kilómetro o más cuyas órbitas cruzan el camino de la Tierra.

      ¿Piensa usted que es real tal aterradora perspectiva? Una cantidad sorprendente de personas así lo cree. Sin embargo, le quitan importancia y se tranquilizan con la idea de que no ocurrirá durante su vida. Ahora bien, ¿por qué debería destruirse el planeta Tierra, ahora o dentro de algunos milenios? Por supuesto, no es la Tierra la principal causante de los problemas que tienen sus habitantes, humanos o animales. No, es el hombre mismo el responsable de la mayoría de las dificultades de este siglo XX, incluida la posibilidad de ‘arruinar la Tierra’ por completo (Revelación [Apocalipsis] 11:18).

      Se neutraliza la mala administración del hombre

      ¿Qué puede decirse de una posibilidad más real: que el hombre mismo arruine por completo la Tierra a causa de la mala administración y la avaricia? No cabe duda de que ya se ha producido una considerable destrucción de algunas partes del planeta como consecuencia de la deforestación excesiva, la contaminación descontrolada de la atmósfera y la ruina de las vías fluviales. Hace unos veinticinco años, los escritores Barbara Ward y René Dubos hicieron un buen resumen de la situación en el libro Only One Earth (Una sola Tierra): “Las tres zonas generales de contaminación que debemos examinar —la atmósfera, el agua y el suelo— forman, por supuesto, los tres elementos constituyentes principales de nuestra vida planetaria”. ¿Y no es verdad que la situación no ha mejorado sustancialmente desde entonces?

      Cuando pensamos en la posibilidad de que el hombre arruine o destruya la Tierra a causa de su propia insensatez, nos anima reflexionar en la maravillosa capacidad de recuperación y regeneración del planeta. Al hablar de esta capacidad de recuperación sorprendente, René Dubos hace las siguientes observaciones alentadoras en otro libro, The Resilience of Ecosystems (El poder de recuperación de los ecosistemas):

      “Muchas personas temen que se haya tomado conciencia de la degradación medioambiental demasiado tarde, porque gran parte del daño infligido a los ecosistemas es irreversible. En mi opinión, este pesimismo está injustificado, pues los ecosistemas tienen una enorme capacidad para recuperarse de los daños sufridos.

      ”Los ecosistemas poseen varios mecanismos para autorregenerarse [...]; estos hacen posible que superen los efectos de las alteraciones sencillamente restableciendo de forma progresiva el estado original de equilibrio ecológico.”

      Puede hacerse

      Un ejemplo sobresaliente de los últimos años es la limpieza gradual del Támesis, famoso río londinense. El libro The Thames Transformed (La transformación del Támesis), de Jeffery Harrison y Peter Grant, documenta este logro extraordinario, que demuestra lo que es posible conseguir cuando los hombres colaboran persiguiendo el bien común. El duque de Edimburgo (de Gran Bretaña), escribió en el prólogo del libro: “Al fin tenemos la historia de un éxito de tal envergadura que merece la pena publicarlo, aunque se corra el riesgo de que por ello haya personas que supongan que los problemas de conservación no son en realidad tan graves como se les había hecho creer. [...] A todos puede alentar lo que se ha logrado en el Támesis. Constituye una buena noticia el hecho de que puede hacerse y que sus proyectos también pueden cosechar buenos resultados”.

      En el capítulo “La gran limpieza”, Harrison y Grant escriben con entusiasmo sobre lo conseguido durante los pasados cincuenta años: “Por primera vez en la historia, un río gravemente contaminado e industrializado se ha recobrado hasta el punto de que han retornado las aves acuáticas y los peces en abundancia. El que esta transformación se haya producido con tanta rapidez y en una situación que parecía bastante desesperada anima hasta al conservacionista de la fauna más pesimista”.

      A continuación describen la transformación: “El estado del río se deterioró sin parar a lo largo de los años, y tal vez durante la II Guerra Mundial, cuando se dañaron o destruyeron grandes plantas de tratamiento de aguas residuales y cloacas, recibió el golpe de gracia. En las décadas de los cuarenta y los cincuenta, la salud del Támesis se encontraba en su peor momento. El río era poco más que una gran cloaca al aire libre; el color del agua era negro, no contenía oxígeno y durante los meses de verano se percibía su nauseabundo olor en una extensa zona. [...] La ingente cantidad de peces que en un tiempo habían poblado sus aguas había acabado desapareciendo, con la excepción de unas cuantas anguilas que habían conseguido sobrevivir gracias a su capacidad para obtener el aire directamente de la superficie. La avifauna de las cuencas interiores, muy urbanizadas, entre Londres y Woolwich, se reducía a un puñado de patos y cisnes, que debían su existencia a los granos que caían en los muelles, en lugar de a un suministro natural de alimento. [...] ¿Quién hubiera creído entonces el cambio espectacular que iba a producirse? En menos de diez años, esas mismas cuencas del río iban a pasar de carecer casi por completo de aves a ser un refugio de muchas especies acuáticas, incluida una población invernal de hasta diez mil aves de caza y doce mil zancudas”.

      Por supuesto, este es el relato de una sola transformación en un pequeño rincón del planeta. No obstante, podemos extraer algunas lecciones del caso. Demuestra que no hay por qué pensar que el planeta Tierra está condenado por causa de la mala administración, la codicia y la negligencia del hombre. La educación apropiada y el esfuerzo unido por el bien común de la humanidad pueden ayudar a la Tierra a invertir incluso graves daños causados a la ecología, el medio ambiente y la superficie terrestre. Ahora bien, ¿qué puede decirse de un posible final ocasionado por fuerzas externas, como por ejemplo, un cometa o un asteroide errante?

      El siguiente artículo contiene la clave de una respuesta satisfactoria a esa desconcertante pregunta.

  • ¿Por qué existe la Tierra?
    La Atalaya 1998 | 15 de junio
    • ¿Por qué existe la Tierra?

      Hay una pregunta que debemos analizar: ¿Es nuestro hermoso planeta la obra de un Creador inteligente con un propósito para él y para los humanos que lo habitan? Resolver esta cuestión satisfactoriamente puede ayudarnos a ver lo que le aguarda a este planeta en el futuro.

      MUCHOS científicos que han estudiado en profundidad el universo y la Tierra han visto pruebas que hacen pensar en la existencia de un Creador, en que Dios está detrás de todo ello. Repasemos los comentarios de uno solo de esos científicos:

      El profesor Paul Davies escribe en The mind of God (La mente de Dios): “La existencia de un universo ordenado y coherente, que contiene estructuras complejas, organizadas y estables, requiere leyes y condiciones muy especiales”.

      Tras comentar algunas “coincidencias” que han observado los astrofísicos y otros científicos, el profesor Davies añade: “Consideradas en su conjunto, aportan pruebas concluyentes de que la vida, tal como la conocemos, depende de los innumerables detalles de las leyes físicas y de algunos valores concretos, aparentemente casuales, que la naturaleza ha escogido para las masas de diversas partículas, la intensidad de las fuerzas, etc. [...] Baste decir que si pudiéramos jugar a ser Dios y seleccionar valores de esas cantidades a capricho girando una serie de ruletas, veríamos que casi todas las posiciones de estas tendrían como resultado un universo inhabitable. En algunos casos, parece como si las diferentes ruletas hubieran de ser ajustadas con enorme precisión, para que la vida pudiera florecer en el universo. [...] El que incluso ligeras modificaciones de cómo son las cosas podrían haber hecho inviable el universo, es sin duda un hecho de profundo significado”.

      Para muchas personas, el significado es que un Dios con propósito produjo la Tierra, así como el resto del universo. Si es así, tenemos que averiguar, ante todo, por qué la formó. También hemos de determinar, si podemos, cuál es su propósito para ella. Pero a este respecto, nos topamos con una extraña anomalía. Pese a la extensa popularidad del ateísmo, una sorprendente cantidad de personas aún creen en un Creador inteligente. La mayoría de las iglesias de la cristiandad hablan formalmente de un Dios y Creador todopoderoso del universo. No obstante, es muy infrecuente que alguna de estas religiones hable con confianza y convicción del futuro de la Tierra dentro del propósito de Dios.

      ¿Qué dice la Biblia?

      Es lógico acudir a una fuente de información que para muchos procede del Creador: la Biblia. Una de las declaraciones más sencillas y claras que contiene respecto al futuro de la Tierra se halla en Eclesiastés 1:4. Leemos: “Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece” (Reina Valera, 1960). La Biblia explica con claridad por qué creó Jehová Dios la Tierra. También indica que la colocó justamente en la posición correcta en el universo y en relación con el Sol para que fuera posible la vida en ella. El Dios Todopoderoso inspiró al profeta de la antigüedad Isaías a escribir: “Esto es lo que ha dicho Jehová, el Creador de los cielos, Él, el Dios verdadero, el Formador de la tierra y el Hacedor de ella, Él, Aquel que la estableció firmemente, que no la creó sencillamente para nada, que la formó aun para ser habitada: ‘Yo soy Jehová, y no hay ningún otro[’] ” (Isaías 45:18).

      Ahora bien, ¿qué puede decirse de que el hombre haya desarrollado los medios para aniquilar la vida de la Tierra? En su incomparable sabiduría, Dios dice que intervendrá antes de que la humanidad destruya la vida del planeta. Fíjese en esta tranquilizadora promesa del último libro de la Biblia, Revelación: “Las naciones se airaron, y vino tu propia ira, y el tiempo señalado para que los muertos sean juzgados, y para dar su galardón a tus esclavos los profetas y a los santos y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y para causar la ruina de los que están arruinando la tierra” (Revelación 11:18).

      Jehová nos revela cuál fue su propósito original al crear la Tierra, esta joya que flota en el espacio, en palabras de un astronauta en órbita alrededor de ella. Dios se propuso que fuera un paraíso mundial y que estuviera habitado cómodamente por hombres y mujeres que vivieran en paz y armonía. El planeta se poblaría poco a poco mediante la descendencia de la primera pareja. Para el disfrute de ella, Jehová había preparado un paraíso en una pequeña sección de la Tierra. Con la procreación de la familia humana a través de los años y los siglos, el jardín de Edén se extendería paulatinamente, hasta que llegara a cumplirse Génesis 1:28: “Les dijo Dios: ‘Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla [...]’”.

      Ya que ahora la situación de la Tierra y sus habitantes es lamentable, ¿quiere decir que ha fracasado el propósito original de Dios para el planeta? ¿O acaso lo ha cambiado y ha decidido que, debido a la rebeldía del hombre, dejará que se arruine por completo para comenzar de nuevo, por decirlo así? No; podemos estar seguros de que ninguno de tales supuestos es cierto. La Biblia nos dice que todos los propósitos de Jehová deben acabar cumpliéndose, que ni una persona, ni siquiera un suceso inesperado, puede frustrar nada de lo que él se propone. Él nos asegura: “Así resultará ser mi palabra que sale de mi boca. No volverá a mí sin resultados, sino que ciertamente hará aquello en que me he deleitado, y tendrá éxito seguro en aquello para lo cual la he enviado” (Isaías 55:11).

      El propósito de Dios se interrumpió, no se cambió

      Tras la defección de Adán y Eva y su expulsión del jardín de Edén, era obvio que el propósito de Dios de que la Tierra fuera un paraíso se cumpliría sin ellos. No obstante, en aquel mismo momento Jehová indicó que algunos de sus descendientes llevarían a cabo Su mandato original. Es verdad que tomaría tiempo, muchos siglos, pero no hay ningún indicio de cuánto hubiera llevado el cumplimiento del mandato original de haber seguido viviendo en perfección Adán y Eva. El hecho es que al final del Reinado Milenario de Cristo Jesús, dentro de poco más de mil años, las condiciones paradisíacas de Edén se extenderán por toda la Tierra, y este planeta estará habitado por descendientes pacíficos y felices de la primera pareja humana. La capacidad de Jehová de cumplir infaliblemente sus propósitos se vindicará así para siempre.

      Entonces se realizarán las emocionantes profecías que Dios inspiró hace tanto tiempo. Textos como Isaías 11:6-9 tendrán un maravilloso cumplimiento: “El lobo realmente morará por un tiempo con el cordero, y el leopardo mismo se echará con el cabrito, y el becerro y el leoncillo crinado y el animal bien alimentado todos juntos; y un simple muchachito será guía sobre ellos. Y la vaca y la osa mismas pacerán; sus crías se echarán juntas. Y hasta el león comerá paja justamente como el toro. Y el niño de pecho ciertamente jugará sobre el agujero de la cobra; y sobre la abertura para la luz de una culebra venenosa realmente pondrá su propia mano un niño destetado. No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar”.

      La mala salud y las enfermedades terminales habrán quedado en el pasado, igual que la muerte misma. ¿Podría exponerse este hecho con palabras más claras que las del último libro de la Biblia? “La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.” (Revelación 21:3, 4.)

      Sí, podemos tener ánimo; el hermoso planeta Tierra permanecerá para siempre. Que tenga usted el privilegio de sobrevivir al fin de este sistema de cosas inicuo y de todas sus prácticas que arruinan la Tierra. El nuevo mundo limpio que Dios hará está a las puertas. Y muchos seres amados despertarán de la muerte gracias al milagro de la resurrección (Juan 5:28, 29). En efecto, la Tierra permanecerá para siempre, y nosotros podemos permanecer con ella y disfrutarla.

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