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    ¡Despertad! 1989 | 8 de mayo
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      “Las autoridades de América Latina dicen que el descenso del nivel de vida es la causa de que en un país tras otro haya un estado de desesperación que comienza a traducirse en una inquietante decadencia política.” (The New York Times, 29 de noviembre de 1988.)

      Durante la década de los ochenta, millones de personas que ya eran muy pobres han visto cómo la inflación reducía aún más sus exiguos ingresos. Para ellos, la cuestión no es tan solo hacer frente al coste de la vida, sino luchar por la supervivencia. ¿Ha notado lo que han subido los precios de los productos alimenticios básicos en su país? ¿Ha comprobado que por la cantidad de dinero que puede gastar, su cesta de la compra cada vez vuelve más vacía? En ese caso, usted, al igual que muchas otras personas, sabe por experiencia que está subiendo el coste de la vida.

      ¿Existe alguna solución?

  • El alza de los precios. Sus repercusiones en la gente
    ¡Despertad! 1989 | 8 de mayo
    • El alza de los precios. Sus repercusiones en la gente

      Por el corresponsal de ¡Despertad! en España

      “Hemos dejado de comer tomates porque son demasiado caros, y en cuanto a la fruta, no puedo recordar la última vez que compré un poco”, se lamentó un ama de casa de la India.

      “No podemos comprar ni zapatos ni ropa —se quejó un trabajador mexicano de la industria textil que trata de mantener a una familia de cinco miembros—. Hace cuatro años teníamos menos dinero, pero todo era más barato. Ahora el dinero no vale para nada.” El poder adquisitivo del peso descendió en su país en un 35,4% entre los años 1982 y 1986.

      Muhammed el-Ghani trabaja de vigilante nocturno en El Cairo (Egipto), donde en tan solo un período de doce meses los precios de algunos de los artículos de primera necesidad se duplicaron. “Vivimos al día —comenta—, y algunos días no podemos permitirnos el lujo de comer.”

      En Brasil, una desafortunada víctima de un accidente ferroviario tuvo que esperar veinte años antes de que los tribunales dictaran sentencia sobre la indemnización que solicitaba. Finalmente se le concedió una indemnización mensual equivalente a la mitad del salario mínimo nacional al tiempo del accidente. Sin embargo, debido a la inflación, es posible que con esta cantidad ni siquiera pueda pagar el billete del autobús que ha de tomar para ir a cobrarla.

      Bala, un nigeriano que ya tenía tres hijos, se desmayó al enterarse de que su esposa acababa de dar a luz trillizos. Aunque tenía dos empleos, los ingresos de la familia apenas llegaban a cubrir las necesidades básicas, y los precios de los alimentos han seguido subiendo. Él sabía que ni siquiera le iba a resultar posible conseguir que estos niños tuvieran lo más básico, de modo que estuvo dispuesto a que otras personas los adoptaran.

      Puede que los detalles varíen, pero la situación se repite por todo el mundo. El coste de la vida sube implacablemente. Para muchos, el pan y la leche han llegado a ser un lujo, y el hacer tres comidas al día, una rareza. Un informe procedente de Nigeria explica: “El pan ha sido el elemento básico de la alimentación de la mayoría de los nigerianos, pero ahora solo lo consumen las personas acaudaladas. El arroz únicamente se come en ocasiones festivas”.

      Hay quienes alivian el problema trabajando más horas, pero a otros les resulta difícil, o hasta imposible, obtener un empleo. Se ven obligados a dedicarse todos los días a la interminable y a menudo infructuosa tarea de ir en busca de comida. Para ellos la cuestión no es tan solo hacer frente al coste de la vida, sino luchar por la supervivencia.

      En la mayoría de los casos, la culpa la tiene la inflación, o, dicho de otra manera, el alza de los precios. Es posible que los salarios también suban, pero raras veces se mantienen al paso con el alza de los precios. Los más afectados son, sobre todo, los que dependen de ingresos módicos, como los pensionistas o los desempleados. En años recientes, el nivel de vida de muchos de los países menos desarrollados ha bajado bruscamente. En realidad, puede decirse que, a escala mundial, aunque los ricos quizás se estén haciendo más ricos, no cabe duda de que los pobres cada vez se sumen más en la pobreza. ¿Sucede esto en su país?

      Agitación provocada por las dificultades económicas

      No es de sorprender que muchas personas levanten su voz en protesta. Por ejemplo: los maestros de las provincias de Chiapas y Oaxaca están sumidos en la pobreza, y por eso montaron sus tiendas de campaña en la plaza mayor de Ciudad de México en espera de que su permanencia allí resultara en que se les hiciera justicia. “El pueblo está explotado”, afirma uno de ellos. En otros países, cuando se ha producido un alza súbita de los precios, han estallado motines.

      También se está extendiendo la delincuencia, a la que algunos llaman una revolución silenciosa y, sin embargo, peligrosa, de los pobres contra los ricos. En un seminario sobre la administración policial, se atribuyó esta ola internacional de delincuencia a la desesperada crisis económica por la que atraviesan tantos ciudadanos. Las adversidades económicas a veces toman un giro deplorable. En 1987, en dos aldeas de la India cientos de campesinos hambrientos asesinaron a más de cincuenta personas de castas elevadas porque se sentían explotados por terratenientes feudales de estas castas.

      ¿Quién tiene la culpa?

      Aunque en el siglo XX se ha creado más riqueza que nunca antes, paradójicamente, al acercarse el fin del siglo, cada vez más millones de personas se encuentran en una situación de pobreza perpetua de la que no pueden salir. Las promesas que hacen los políticos sobre un mañana mejor, una mejora en la economía y un salario decente para todos, con demasiada frecuencia no son más que castillos en el aire.

      ¿Quién o qué tiene la culpa? Muchos dicen que los gobiernos, los cuales, por su parte, tal vez culpen a la política económica de otros países. El sistema económico mundial también ha sido el centro de muchas críticas. Por lo visto, los problemas son complejos y las soluciones difíciles. En el siguiente artículo consideraremos tan solo algunas de las causas fundamentales que han provocado la actual crisis del coste de la vida y hablaremos sobre por qué son tan difíciles de remediar.

  • A qué obedece la crisis del coste de la vida
    ¡Despertad! 1989 | 8 de mayo
    • A qué obedece la crisis del coste de la vida

      DESDE Belgrado hasta Buenos Aires, desde Lagos hasta Lima, desde Manila hasta Ciudad de México y desde Washington, D.C., hasta Wellington, los gobiernos luchan contra la inflación.

      A veces son los propios gobiernos los que se encuentran en grandes apuros económicos. Un informe dice que “Estados Unidos ha creado más deuda en los últimos cinco años que en toda [su] historia anterior”. Un gobierno africano recientemente tuvo que retirar un aumento salarial esperado durante mucho tiempo, porque descubrió, para bochorno suyo, que el fisco no tenía suficiente dinero para pagar los nuevos salarios. Algo parecido sucedió en un país grande de América Latina, donde el índice de inflación era tan elevado, que el gobierno temía que para finales de 1988 no podría pagar los salarios de más de un millón de funcionarios.

      Proyectos de cinco años, devaluaciones, congelaciones de salarios y controles de precios son aclamados como soluciones para la economía. Sin embargo, los problemas son complejos y de difícil solución. Para explicar las dificultades, ¡Despertad! pasa a esbozar tan solo algunas de las causas básicas de la crisis del coste de la vida.

      El frágil sistema económico internacional

      Interdependencia global. Un financiero internacional explicó: “El mundo es uno. Nuestra economía es global. [...] No tiene sentido pensar que en una economía global pueda haber una solución unilateral”. Por ejemplo: una recesión en los países occidentales pronto se transmite a los países más pobres, pues estos se encuentran con que ya no hay demanda de sus productos. De igual manera, el que suban los tipos de interés en Estados Unidos significa que América Latina y las naciones africanas tendrán más problemas para pagar los intereses que se les carguen a sus deudas. En términos generales se puede decir que cuanto más pobre sea un país, menos influencia ejerce en el clima económico general, pero más vulnerable es a los vientos económicos desfavorables.

      Las fluctuaciones de los precios en el mercado de valores ponen de relieve tanto la inestable naturaleza de la economía mundial como su interdependencia. Los inversores estaban tan nerviosos ante las perspectivas económicas, que, según se dijo, el déficit que sufrió en agosto de 1987 la balanza de pagos norteamericana y posiblemente un comentario indiscreto de algún funcionario de Hacienda, fueron suficiente para provocar en octubre de ese mismo año un crac (caída del índice bursátil) en el mercado de valores mundial.

      El grave problema de la deuda de Estados Unidos, junto con la incapacidad o renuencia que manifiestan las principales potencias económicas en lo que respecta a coordinar la política económica, hacen improbable que se restablezca pronto la confianza. Con referencia a esta situación, el economista Stephen Marris advirtió: “Estamos metidos en un lío del que no es nada fácil salir”.

      Las fluctuaciones de los precios. En años recientes se han producido enormes fluctuaciones en los precios del petróleo, los metales y otros productos. La repentina alza de los precios del petróleo que se produjo en la década de los setenta provocó una inflación general y desató una recesión económica mundial. Los países del Tercer Mundo que no producían petróleo fueron los más severamente afectados.

      En los años ochenta se ha producido una repentina baja en el precio de la mayoría de los productos básicos, lo que ha supuesto un grave obstáculo para las economías de países más pobres que exportan principalmente estos productos. Países como México y Nigeria, que dependen en gran medida de sus exportaciones de petróleo, también han experimentado un pronunciado descenso del nivel de vida debido a la caída de los precios de los crudos petrolíferos. Semejantes fluctuaciones de precios pueden dar al traste incluso con la mejor planificación económica.

      Gastos gubernamentales miopes

      Gastos militares. Se calcula que el total mundial de gastos militares en 1987 fue de aproximadamente un billón de dólares, lo que equivale a un millón ochocientos mil dólares por minuto. No son solo los países ricos los que despilfarran dinero en armamentos; algunos de los países más pobres han proyectado un aumento anual de un 10% en los gastos de defensa.

      Al explicar los efectos sociales y económicos que producen los gastos militares del Tercer Mundo, el economista John K. Galbraith dijo: “Quienes pagan esas armas son los más pobres de los pobres. Se compran a costa de inversiones civiles destinadas a elevar el nivel de vida, a costa del pan mismo”.

      “Elefantes blancos.” Se cuenta que un rey de Siam solía regalar elefantes blancos a los cortesanos por quienes sentía antipatía. Como a este animal se le consideraba sagrado, no se le podía poner a trabajar, de modo que su manutención acabaría ocasionando la ruina económica del desafortunado que recibía ese regalo. En años recientes, las naciones occidentales han desempeñado sin darse cuenta el papel del rey de Siam. Mediante sus programas de ayuda, han financiado a algunas naciones impresionantes proyectos tecnológicos que estas no han podido llevar adelante.

      Estos “elefantes blancos” —costosos y poco prácticos— salpican el paisaje económico de los países más pobres: aeropuertos lujosos de los que solo raras veces despegan aviones, una moderna panadería que no puede fabricar pan por falta de harina, una gigantesca fábrica de cemento que constantemente se avería por falta de mantenimiento.

      A veces son los propios gobiernos del Tercer Mundo los que se crean enormes deudas al despilfarrar dinero en costosísimos proyectos, como sistemas hidroeléctricos, plantas nucleares o hasta nuevas ciudades capitales.

      El aumento de la población

      En muchos países del mundo, el rápido aumento de la población contribuye a un nivel de vida más bajo. Las viviendas, los empleos, las escuelas y hasta la producción de alimento no pueden mantenerse al paso con una demanda que crece constantemente. Por ejemplo: debido al crecimiento de la población, México necesita crear un millón de puestos de trabajo al año tan solo para impedir que su índice de desempleo aumente. En muchos países africanos, el rápido crecimiento de la población —empeorado por la emigración hacia las ciudades— ha obligado a que se tripliquen las importaciones de alimento y ha contribuido a que durante la última década haya disminuido el nivel de vida. Algunos padres, desesperados por no poder encontrar empleo y mantener a sus grandes familias, las han abandonado o hasta se han suicidado.

      Debilidades inherentes al sistema

      Fuerzas económicas imprevisibles. La predicción económica es una ciencia que tiene fama de equivocarse. La dificultad estriba en que a los expertos les resulta difícil saber qué es lo que sucede exactamente incluso en las economías adelantadas, mientras que saber lo que sucede en las economías del Tercer Mundo —donde no hay datos específicos disponibles— les resulta prácticamente imposible. Además, aunque los economistas pudiesen concordar en cuál es la naturaleza exacta de los problemas, seguramente cada uno recomendaría soluciones diferentes, pues estas se adaptarían a sus propias opiniones políticas o sociales. Para complicar aún más los asuntos, los políticos, que son quienes toman las decisiones finales, tienden a prestar atención únicamente a los consejos económicos que más les agradan.

      Respecto a Estados Unidos, Peter Peterson, anterior ministro de Comercio, explicó: “En el fondo, nuestros problemas no son económicos, sino que, más bien, estamos bloqueados por nuestra falta de consenso político, ya que ni siquiera concordamos en la naturaleza de nuestras dificultades económicas”.

      Egoísmo nacionalista. Todos los países tienden a ir en busca de sus propios intereses supremos sin importar cómo pudiera afectar esto a otros. Por ejemplo: la ayuda económica tal vez tome la forma de sofisticado equipo militar enviado a un país que ni siquiera puede alimentar a sus ciudadanos. Es obvio que los motivos del país donante no son humanitarios, sino económicos o políticos. Las barreras arancelarias que levantan los países industriales ricos para proteger a sus propios productores obstaculizan la venta de productos básicos de los países más pobres.

      Los países subdesarrollados critican a las instituciones bancarias internacionales por preocuparse únicamente de la pronta amortización de los intereses. Algunos proyectos tienen que ser abandonados por falta de respaldo económico simplemente porque tardarían en proporcionar beneficios al prestamista. Los elevados tipos de interés que estas naciones deudoras tienen que pagar ahora son debidos principalmente al despilfarro de otras naciones mucho más ricas que ellas. El presidente argentino Alfonsín señaló que en cinco años América Latina ha enviado a Estados Unidos y Europa el equivalente monetario a dos planes Marshall.a Sin embargo, esta zona está más endeudada que nunca.

      Corrupción y avidez. Algunos presidentes de países africanos y asiáticos han sido acusados de malversar miles de millones de dólares. Jefes de policía y prominentes hombres de negocios de América Latina también se han visto implicados en fraudes de muchos millones de dólares. Estas enormes cantidades de dinero normalmente se extraen de programas destinados a mejorar el nivel de vida de la gente común. La endémica corrupción que existe en todos los niveles socava seriamente las economías de incontables naciones, y coloca una carga económica adicional sobre la empobrecida mayoría que tiene que subvencionarla.

      La desvergonzada avaricia comercial también contribuye a la crisis del coste de la vida. Por ejemplo: la intensa mercadotecnia de las compañías tabacaleras multinacionales ha conseguido persuadir a millones de personas sumidas en la pobreza a gastar en cigarrillos el poco dinero efectivo de que disponen. En algunos países en desarrollo se están vendiendo cigarrillos con un alto contenido en alquitrán —muy perjudiciales para la salud—, y la mayoría de los compradores ignoran el peligro que suponen para la salud. Útiles terrenos agrícolas han sido dedicados al cultivo del tabaco por el aliciente, que a menudo no se materializa, de recibir divisas vitales para la nación. Entre tanto, las enfermedades relacionadas con el tabaco aumentan al mismo tiempo que el coste de la vida.

      Este breve resumen de las razones que hay detrás de la crisis del coste de la vida basta para mostrar el desalentador obstáculo al que se enfrentan los gobiernos que luchan por mejorar la precaria situación económica de sus ciudadanos. En un foro económico, el presidente francés Miterrand se quejó de un “mundo que constantemente mueve la alfombra que uno tiene bajo los pies, tirando de ella y haciendo muy difícil mantener el equilibrio”. Estadistas y economistas del Tercer Mundo saben, por amarga experiencia, lo que esto quiere decir exactamente.

      ¿Significa esto que no existe ninguna esperanza de que se produzca una recuperación económica? ¿Quiere decirse que la economía mundial es incapaz de proveer unas condiciones de vida decentes para toda la humanidad? El siguiente artículo responderá estas preguntas.

      [Nota a pie de página]

      a El plan Marshall fue un programa patrocinado por Estados Unidos y destinado a facilitar la recuperación económica de Europa después de la guerra. Entre 1948 y 1952 se distribuyó ayuda por valor de unos 12.000 millones de dólares.

      [Mapa en la página 7]

      (Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

      Índices de inflación mundial entre 1980 y 1985

      (Basado en El Mundo en Cifras, publicado por The Economist)

      cifras no disponibles

      0% a 15%

      15% a 30%

      30% a 100%

      más de 100%

      [Recuadro en la página 8]

      El problema de la deuda

      La deuda pública

      En un elevado número de países, los gastos gubernamentales superan en gran medida a los ingresos. Con el transcurso de los años, la enorme cantidad de préstamos que esta política requiere resulta en la acumulación de un enorme déficit presupuestario, que a veces se denomina deuda pública. El reembolso de esta deuda y de los intereses obliga al gobierno a seguir pidiendo préstamos, lo que hace subir los tipos de interés y fomenta la inflación. Además, como explicó la revista Time, los gobiernos son reacios a reducir los gastos porque “los votantes, como humanos que son, quieren más beneficios y menos impuestos, y los políticos, como políticos que son, responden a los [deseos de los votantes]”. De esta forma, se pospone el ajuste de cuentas y, mientras tanto, sube el coste de la vida.

      La deuda externa

      Por diversas razones, algunos países importan más mercancías y servicios de los que exportan, lo que resulta en un déficit en la balanza de pagos. El déficit tiene que pagarse en una moneda que inspire confianza internacional, generalmente el dólar u otra moneda fuerte. Este dinero tiene que sacarse de las reservas o pedirse prestado a otros países. En caso de que las reservas del país disminuyan peligrosamente y no se consigan préstamos, puede que tengan que restringirse las importaciones o devaluarse la moneda. Ambas medidas provocan una subida considerable del precio de las mercancías importadas, muchas de las cuales posiblemente sean artículos de primera necesidad tanto para la industria como para los consumidores.

      Los países del Tercer Mundo, en particular, tienen problemas con la balanza de pagos porque en casi todos los casos el valor de las mercancías que exportan ha disminuido de modo radical. Por ejemplo: en 1960 una tonelada de café podía comprar 37 toneladas de fertilizante, mientras que en 1982 solo podía comprar 16 toneladas. Se podrían citar cifras similares para el cacao, el té, el algodón, el cobre, el estaño y otros productos básicos que constituyen las principales exportaciones de los países menos desarrollados. En gran parte como resultado de estas adversas relaciones reales de intercambio, sobre las que tienen poco control, los países en desarrollo debían para el año 1987 la alarmante cantidad de un billón de dólares. Esta piedra de molino que llevan alrededor del cuello estorba gravemente la recuperación económica y hasta amenaza la estabilidad de algunos gobiernos.

      The New York Times comentó recientemente: “La única cuestión que une a América Latina es la deuda [...]. Los gobiernos ven este problema como el responsable del desmoronamiento de su popularidad y lo consideran como la principal variable política que afecta su futuro inmediato”.

  • Qué esperanza hay de una recuperación económica
    ¡Despertad! 1989 | 8 de mayo
    • Qué esperanza hay de una recuperación económica

      Se cuenta que en cierta ocasión, durante el reinado de Luis XVI de Francia, la reina María Antonieta preguntó al ministro de Hacienda de la Corona: “¿Qué hará usted con el déficit, Monsieur le Ministre?”. Su respuesta fue: “Nada, Madame. Es un problema demasiado grave”.

      AUNQUE los tiempos han cambiado, esta filosofía parece seguir en boga. Tanto estadistas como economistas se lamentan por la enorme deuda exterior, el grave desequilibrio económico entre los países pobres y ricos y la desesperante pobreza que reina en tantos países. Sin embargo, es poco lo que se hace, si acaso algo: los problemas son demasiado graves. ¿Tiene esto sentido en el ámbito económico?

      El concepto “economía” se deriva del término griego oikonomos, que significa mayordomo o administrador de una casa. La economía mundial es, por lo tanto, el estudio de cómo se administra la “casa” del mundo. Pues bien, ¿cómo se está haciendo esto?

      Para ilustrarlo, imaginémonos que la Tierra es un vecindario y las naciones individuales, los vecinos. Uno de los vecinos ricos es un malgastador empedernido que debe dinero a casi todos, pero como es el mejor cliente que tienen, sus acreedores no se atreven a presionarle para que les pague. Algunas de las familias pobres tienen tantas deudas, que se ven obligadas a pedir dinero prestado tan solo para poder pagar los elevados intereses de los préstamos que han recibido. Entre tanto, el padre de la familia más indigente del vecindario acaba de permitirse el lujo de celebrar un espléndido banquete para sí mismo y sus amistades, a pesar de que varios de sus hijos están pasando hambre.

      Las familias ricas comen muy bien y acaban tirando un montón de comida a la basura. Es más, gastan en sus animales de compañía más de lo que las familias pobres pueden gastar en sus propios hijos. De vez en cuando celebran reuniones de vecinos para hablar sobre todos los problemas de la zona, pero parece que no se hace nada. Como consecuencia, aumenta la tensión entre las familias ricas y las pobres. Es obvio que hay algo en la manera de administrar el vecindario que falla de raíz.

      Alguien que administre la economía mundial

      No se puede conseguir una buena administración si no se acatan las normas de la moralidad. Como hemos visto, el egoísmo y la avaricia —ya sea a nivel nacional, empresarial o individual— contribuyen de manera significativa a la crisis del coste de la vida, especialmente en los países pobres. En realidad, la injusticia económica no es más que un reflejo de un sistema de cosas injusto.

      Hay que admitir que no existen soluciones sencillas, pues las dificultades son demasiado grandes para un solo país, y no existe ningún organismo internacional que tenga el poder necesario para resolverlas. Además, se critica a los líderes del mundo por carecer de la voluntad política que se necesita para enfrentarse a dichas dificultades.

      Sin embargo, la historia nos habla de un gobernante que estaba muy interesado en la situación de los económicamente oprimidos, por lo que promulgó leyes específicas para su protección y manutención.

      Este gobernante fue aquel que hace unos tres mil quinientos años libertó de Egipto a los israelitas y los alimentó milagrosamente con maná durante los cuarenta años que vagaron por el desierto. Este rey invisible se aseguró de que todos tuviesen lo suficiente. (Éxodo 16:18; compárese con 2 Corintios 8:15.)

      Posteriormente, cuando los israelitas llegaron a la Tierra Prometida, las leyes de Dios protegieron a los necesitados. Los que atravesaban tiempos difíciles podían pedir dinero prestado sin tener que pagar interés. Los pobres podían espigar en los campos y rebuscar en los huertos y en las viñas, mientras que los propietarios, por su parte, debían dejar algo para ellos. Además, Dios mandó a los israelitas más favorecidos que ‘abriesen generosamente su mano a los afligidos de su tierra’. (Deuteronomio 15:7-11.)

      Dios administraba de tal manera la casa de Israel, que toda la nación podía prosperar, siempre y cuando obedeciesen sus instrucciones. Se requería que los representantes de Dios, como el rey Salomón, imitasen su ejemplo. Con respecto a este rey, el salmista escribe: “Él dará a los humildes sus derechos, socorrerá a los hijos de los pobres [...]. Él habrá de liberar al pobre que suplica, al afligido y al que carece de socorro; [...] pues su sangre es preciosa ante sus ojos”. (Salmo 72:4, 12-14, Serafín de Ausejo.)

      No obstante, Dios más tarde predijo en su Palabra que surgiría una severa crisis del coste de la vida. Al hablar sobre las crueles realidades económicas que con el tiempo plagarían a la humanidad, la Biblia predijo: “Solamente un kilo de trigo por el salario de un día”. (Apocalipsis 6:6, Versión Popular.) En la actualidad, esta es exactamente la situación en la que se encuentran muchos de los pobres del mundo: con los ingresos de todo un día de trabajo ni siquiera se puede pagar una sola comida.

      Se acerca una verdadera recuperación económica

      La única solución para esta deplorable situación la puso de relieve Willy Brandt, ganador del premio Nobel de la Paz. Él dijo: “Tiene que haber una mayor comprensión de que los países pobres y ricos [...] están unidos por su interés común en la supervivencia, y de que las soluciones únicamente se lograrán si se adopta un planteamiento de largo alcance y a nivel mundial”.

      Esto es precisamente lo que Dios va a adoptar: un planteamiento de largo alcance y a nivel mundial. A diferencia de los gobernantes humanos, Dios tiene la voluntad y los medios para llevar a cabo una recuperación económica mundial.

      En esa misma profecía sobre las dificultades económicas, Dios hizo referencia al gobernante que Él ha nombrado, un gobernante capaz de remediar la situación. Se dice que va sentado sobre un caballo “blanco” y que ‘sale venciendo’. Dicho gobernante no es sino Jesucristo, quien pronto ‘vencerá’ y extenderá sobre toda la humanidad el gobierno del Reino de Dios, el medio por el cual Dios resolverá, entre otras cosas, la crisis del coste de la vida. (Revelación 6:2; compárese con Daniel 2:44.)

      Dios promete que bajo este Reino —al que se hace referencia en la profecía de Isaías como “nuevos cielos”— “no se fatigarán en vano, no engendrarán hijos para la catástrofe”. “Mis siervos comerán [...]; mis siervos beberán [...]; mis siervos estarán alegres.” (Isaías 65:13, 14, 17, 23, Nueva Biblia Española, edición Latinoamericana.)

      Millones de personas que hoy día se fatigan en vano pueden cobrar ánimo de estas palabras. En el nuevo mundo de Dios, sus hijos no se verán privados de las necesidades básicas por culpa de dificultades económicas. La preocupación por el coste de la vida será reemplazada por el gozo de la vida.

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