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EcuadorAnuario de los testigos de Jehová para 1989
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Con el tiempo, en 1946 llegaron a la ciudad portuaria de Guayaquil unos misioneros de la Escuela de Galaad que habían sido asignados a servir en este país. Se trataba de Walter y Willmetta Pemberton y Thomas y Mary Klingensmith.
Tan pronto como cumplieron con las formalidades legales necesarias, estos primeros misioneros se pusieron en camino hacia Quito, la capital, ubicada sobre una meseta de cenizas volcánicas a más de dos mil ochocientos metros sobre el nivel del mar. Como no había carreteras transitables que condujesen hasta esa altitud, tomaron el tren que va de Guayaquil a Quito. Recordando aquel viaje, ellos contaron: “Tuvimos la suerte de no tener que viajar sobre el techo o colgando de los laterales, como fue el caso de muchos. Bastantes personas llevaban plátanos, piñas y pollos para venderlos durante el viaje”.
A fin de salvar el abrupto desnivel creado por lo que recibía el nombre de La Nariz del Diablo, las vías del tren iban en zigzag. Daba la impresión de que el tren circulaba por un estrecho saliente excavado en la ladera de un peñasco. El tren subía en ángulo por la empinada ladera en una dirección, se detenía y empezaba a subir marcha atrás otro trecho del zigzag en el otro sentido. Esta maniobra se repetía hasta que se alcanzaba la cima. Después de dos días, cuando empezaba a caer la noche, llegaron a las cercanías de su destino. Llenos de admiración, contemplaron ante sí cimas volcánicas coronadas de nieve, siendo Cotopaxi —que con sus 5.897 metros es uno de los volcanes activos más altos del mundo— la que más se destacaba.
Ahora iba a empezar la verdadera vida misional. Tenían que alquilar una vivienda. Compraban la comida todos los días porque no había frigoríficos. Para cocinar, utilizaban una cocina de leña. ¿Cómo lavaban la ropa? No usaban una lavadora automática; la lavaban a mano, pieza por pieza, frotándola contra una tabla de lavar. Pero como dijo uno de los misioneros: “No recuerdo que nos quejásemos mucho. Simplemente nos concentramos en la obra de predicar”.
Esto también representaba un desafío para ellos, pues su español era muy limitado. No obstante, con fe en Jehová empezaron a ir de casa en casa, para lo que utilizaban una tarjeta de testimonio, discos fonográficos y un montón de señas inventadas por ellos mismos. Al poco tiempo se empezó a ver el fruto.
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EcuadorAnuario de los testigos de Jehová para 1989
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[Ilustración de la página 202]
Thomas y Mary Klingensmith (a la izquierda), junto con Willmetta y Walter Pemberton, fueron los primeros misioneros de la Escuela de Galaad asignados a Ecuador (año 1946)
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