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EcuadorAnuario de los testigos de Jehová para 1989
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Un día, mientras testificaba en Riobamba, Jack dejó el libro “Sea Dios Veraz” a César Santos, un joven casado. Cuando este empezó a leer el libro, disfrutó tanto de su lectura, que no pudo dejarlo en toda aquella noche hasta que terminó de leerlo entero. El capítulo que le motivó a tomar acción inmediata fue “El uso de imágenes en la adoración”. Leyó lo siguiente: “No tendrás otros dioses delante de mí. No harás para ti escultura [...]: no te inclinarás a ellas ni les darás culto”. (Éxo. 20:3-5, Mod.) Ahora bien, César era muy devoto de San Antonio, un santo católico, y tenía una imagen de él en su casa. Pero durante la lectura, echó una mirada ceñuda a la imagen de aquel santo que había sido de su devoción y dijo: “Dentro de nada te voy a quitar de ahí”. Terminó de leer el capítulo, tomó la imagen, la sacó afuera y la tiró.
Cuando empezó a decir a sus parientes y amigos lo que había aprendido, pensaron que se había vuelto loco. Pero a la semana siguiente, visitó a Jorge, su hermano menor, y le pidió que leyese el libro. Jorge quedó impresionado por la lógica de los razonamientos expuestos en él y se sintió profundamente conmovido ante la perspectiva de una Tierra paradisiaca. Al cabo de un mes ya estaba participando en el servicio del campo con los misioneros.
Pero Jorge todavía tenía que aprender algunas cosas. Un día recibió la visita de Jack Hall a la hora de comer. Su madre le estaba sirviendo sangre frita, un plato común en aquella parte del país. Cuando preguntó a Jack si gustaba, este rechazó cortésmente la invitación y aprovechó la oportunidad para explicar lo que la Biblia dice sobre la sangre. (Gén. 9:4; Hech. 15:28, 29.) Jorge lo tomó a pecho inmediatamente. Ante la sorpresa de su madre, rehusó terminar lo que le quedaba en el plato.
Pronto iban a beneficiarse de la verdad aún más miembros de esta familia.
Decidida a servir a Dios
En cierta ocasión, Orffa, una joven de dieciocho años que era cuñada de César, había pedido a un sacerdote católico que le dijese quién creó a Dios. Como no lo sabía, ella se lo preguntó al pastor evangélico. Este tampoco le pudo dar una respuesta. Entonces ella le planteó la pregunta a César, y él le explicó con la Biblia que Jehová no tiene ni principio ni fin. (Sal. 90:2.) Esta sencilla verdad fue suficiente para despertar el interés de Orffa, un interés que también se despertó en sus dos hermanas.
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EcuadorAnuario de los testigos de Jehová para 1989
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[Ilustración de la página 210]
César Santos dejó la adoración de ídolos para hacerse Testigo
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