BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • Ecuador
    Anuario de los testigos de Jehová para 1989
    • En un lugar de impresionante belleza ubicado en las laderas occidentales de los Andes, se encuentra la pequeña aldea de Pallatanga. Fue allí donde Maruja Granizo tuvo su primer contacto con la verdad hace veinticuatro años, cuando recibió la visita de su hermana. Lo que esta le habló sobre ‘el fin del mundo’ le llamó la atención, pero no reaccionó tan favorablemente cuando le dijo que el nombre de Dios es Jehová. De todas formas, ella quería saber más cosas acerca de temas espirituales. De modo que le preguntó al sacerdote de su localidad sobre la condición de los muertos y la resurrección. Despectivamente, el sacerdote dio de lado su pregunta, y le respondió que las únicas personas que creían en la resurrección eran las que tenían pesadillas por la noche debido a haber comido demasiado. Pero aquella observación sarcástica no apagó su interés.

      Posteriormente, su hermana regresó con Nancy Dávila, una hermana joven de Machala. Nancy era tan amable y cariñosa que Maruja se sintió motivada a pensar: “Esta es la clase de amistad que quiero para mis hijos”. Entre las primeras preguntas que Maruja formuló, estuvieron: “¿Dónde están los muertos?, ¿hay una resurrección?”. Ella recuerda que cuando le dieron la respuesta de que los muertos están inconscientes en la sepultura a la espera de ser resucitados, su alegría fue tal que deseaba compartir esta verdad recién hallada con todo el mundo. (Ecl. 9:5; Juan 5:28, 29.) Así que le pidió a Nancy que la acompañase a visitar a sus vecinos de las montañas.

      Pero como sucedía en otras zonas, en estas aldeas se veía al sacerdote como si fuese un rey. Así que cuando llegaron a la aldea natal de Maruja, una aldea perdida entre las montañas, no les quedó ninguna duda de que las órdenes del sacerdote habían llegado antes que ellas. En una casa fueron recibidas con un gran letrero en el que se habían garabateado palabras obscenas.

      En otra, un pariente les dijo: “El sacerdote dice que a los que van por ahí predicando habría que matarlos a palos y a pedradas”. Maruja respondió: “Si ustedes nos matan, ¿quiénes irán a la cárcel: ustedes o el sacerdote?”.

      “Nosotros”, respondió el pariente.

      “Pero piensen en sus hijos —razonó Maruja⁠—. ¿Quién cuidará de ellos cuando los metan en la cárcel? Al sacerdote no le preocupa quiénes son aquellos a los que ordena matar, pues él no es quien tendrá que responder por ello. Nosotros no somos perros. Si se nos mata, alguien va a presentar cargos, y ustedes tendrán que responder por ello.”

      Un registro de aguante

      Después de pasar dos meses en Pallatanga, Nancy tuvo que regresar a Machala, y Maruja de nuevo se quedó sola con sus cuatro hijos y su anciana madre. Pero sentía una urgente necesidad de asociarse con el pueblo de Jehová. De modo que fue a Riobamba en busca de los Testigos. Allí pudo asistir a una asamblea de circuito y bautizarse.

      Durante un tiempo, siempre que disponía del dinero para hacerlo, viajaba a Riobamba a fin de tener asociación con los hermanos. Después, a pesar de las amenazas de los vecinos de hacer daño a los Testigos o hasta de darles muerte, los hermanos empezaron a ayudarla a predicar en Pallatanga.

      La situación llegó al límite un día que los hermanos de Riobamba proyectaron presentar una de las películas de la Sociedad en la plaza de Pallatanga. Todo estuvo tranquilo hasta que se mencionó por primera vez el nombre de Jehová. De repente, las personas empezaron a gritar: “Maruja Granizo haría bien en salir de aquí o no respondemos por su vida”. Alguien rasgó la sábana que se había colgado como pantalla para la proyección. Las campanas de la iglesia empezaron a sonar frenéticamente, y las personas comenzaron a salir de sus casas armadas con palos y piedras. Así que los hermanos recogieron rápidamente su equipo y subieron al autobús para salir del pueblo. Cuando el autobús se puso en marcha, se pasó lista y se vio que uno de los Testigos, Julio Santos, no estaba. ¿Habría caído en manos de la chusma?

      Entonces vieron a un hombre corpulento que encabezaba la chusma y que corría hacia el autobús mientras arrojaba piedras y gritaba: “¡Vamos a darles una buena con palos y piedras!”. ¡Era Julio! De alguna manera la chusma le había cerrado el paso hacia el autobús, y al ver su vida en peligro, su instinto de conservación hizo que se valiera de la treta de hacerse pasar por uno de ellos. Cuando alcanzó el autobús, subió de un salto y se fueron a toda marcha hacia Riobamba.

      Maruja y su familia también habían subido al autobús en busca de protección. Pero una vez fuera de la aldea, bajaron y se dirigieron a su casa. ¿Cómo lograrían llegar? La chusma les estaba buscando. Varias veces tuvieron que esconderse para que no los vieran. Pero finalmente, a altas horas de la noche llegaron a su casa sanos y salvos.

      ¿En qué han resultado estos veinticuatro años de aguante en este territorio aislado? En primer lugar, veinte años después, el sacerdote que había provocado tantos problemas en Pallatanga fue echado del pueblo por los mismos habitantes bajo la acusación de inmoralidad y robo. Poco a poco la gente se ha ido haciendo muy receptiva al mensaje de la Biblia. Aunque en ese pueblo aún no hay más que un pequeño grupo aislado, Maruja conduce personalmente once estudios bíblicos.

  • Ecuador
    Anuario de los testigos de Jehová para 1989
    • [Ilustración de la página 227]

      Maruja Granizo (a la izquierda), con sus nietos y su nuera

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • Español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir