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  • “Continuó creciendo con Jehová”
    La Atalaya 2010 | 1 de octubre
    • Conserva la pureza en un ambiente inmoral

      Desde muy joven, Samuel tuvo que presenciar terribles actos de maldad y corrupción. En el libro de Samuel leemos que los dos hijos de Elí —Hofní y Finehás— “eran hombres que no servían para nada; [que] no reconocían a Jehová” (1 Samuel 2:12). Estas dos ideas van de la mano. Hofní y Finehás eran “hombres que no servían para nada” (literalmente, “hijos de la inutilidad”) porque “no reconocían”, o respetaban, a Jehová. Su desprecio por las justas normas de Dios los llevó a cometer graves pecados.

      La Ley de Dios regulaba las tareas de los sacerdotes y la manera en que debían ofrecerse los sacrificios. Y con razón: aquellos sacrificios representaban los medios que Dios dispuso para perdonar los pecados de las personas a fin de que estuvieran limpias ante él y pudieran recibir su guía y bendición. El mal ejemplo de Hofní y Finehás hizo que otros sacerdotes trataran con falta de respeto las ofrendas del pueblo.c

      Imaginemos lo conmocionado que debió de sentirse el joven Samuel al ver que en el tabernáculo ocurrían tales abusos sin que nadie hiciera nada. ¡A cuántas personas habrá visto salir de allí desmoralizadas y humilladas! Entre ellas se contaba gente pobre, humilde y oprimida que había ido en busca de alivio y fortaleza espiritual. Y para colmo, más tarde se enteró de que Hofní y Finehás se burlaban de las leyes divinas sobre la moralidad sexual teniendo relaciones con las mujeres que servían a la entrada del tabernáculo (1 Samuel 2:22). ¿Cómo cree que se sintió entonces? Tal vez esperaba que Elí hiciera algo al respecto.

      De hecho, Elí era la persona indicada para atender este problema, que iba de mal en peor. Como sumo sacerdote, era responsable por lo que sucedía en el tabernáculo. Y como padre, tenía la obligación de corregir a sus hijos. Después de todo, no solo se estaban perjudicando a sí mismos, sino también a un sinnúmero de habitantes del país. Pero Elí fracasó como sumo sacerdote y como padre, pues se limitó a darles una leve reprimenda a sus hijos (1 Samuel 2:23-25). Ellos necesitaban una disciplina mucho más severa. Por sus pecados, se merecían la muerte.

      Tanto se agravó la situación que Jehová envió a “un hombre de Dios”, un profeta cuyo nombre no se menciona, para transmitir a Elí una fuerte condena. Primero, Jehová le dijo a Elí: “Sigues honrando a tus hijos más que a mí”. Luego le informó que sus perversos hijos morirían en un mismo día y que su familia sufriría intensamente y hasta perdería su privilegiada posición en la clase sacerdotal. ¿Tuvo algún efecto este contundente aviso? El relato muestra que no (1 Samuel 2:27–3:1).

  • “Continuó creciendo con Jehová”
    La Atalaya 2010 | 1 de octubre
    • c El relato nos proporciona dos ejemplos. Por un lado, la Ley dejaba claro cuáles eran las porciones del sacrificio que le correspondían al sacerdote (Deuteronomio 18:3). Pero los sacerdotes corruptos instituyeron una práctica muy diferente: hacían que sus servidores metieran un tenedor grande en la olla hirviendo y tomaran cualquier porción de carne que saliera. Por otro lado, cuando la gente llevaba sus ofrendas, los servidores —siguiendo las órdenes de los sacerdotes— exigían que se les entregara la carne cruda, incluso antes de que la grasa se ofreciera a Jehová sobre el altar (Levítico 3:3-5; 1 Samuel 2:13-17).

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