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  • Una hermandad a prueba de terremotos
    ¡Despertad! 2001 | 22 de octubre
    • Una hermandad a prueba de terremotos

      DE NUESTRO CORRESPONSAL EN EL SALVADOR

      El 13 de enero de 2001, a las once y treinta y cuatro de la mañana, un sismo de 7,6 grados en la escala de Richter sacudió todo El Salvador, y se sintieron sus efectos desde Panamá hasta México. Pocos olvidarán jamás lo que estaban haciendo en ese momento.

      “CUANDO cesó la sacudida más fuerte, miramos hacia arriba y vimos partirse la cima de la montaña y quedarse como congelada por unos segundos —recuerda Míriam Quezada—. Entonces mi hija gritó: ‘¡Mamá! ¡Corre! ¡Corre!’.” Al instante, la ladera se derrumbó y se precipitó hacia donde ellas estaban. Unas quinientas personas murieron en Las Colinas —comunidad de Nueva San Salvador, o Santa Tecla—, y alrededor de trescientos hogares quedaron sepultados.

      “En el momento del terremoto, yo acababa de salir de mi casa y estaba esperando en la parada del autobús —relata Roxana Sánchez—. Cuando el suelo dejó de temblar, ayudé a una señora a recoger las bolsas que llevaba y pensé: ‘Mejor regreso a la casa porque deben estar preocupados por mí’.” Al doblar la esquina, vio que su calle acababa abruptamente a los pies de una montaña de tierra. Su hogar había desaparecido.

      Ayuda inmediata

      El Salvador cuenta con más de veintiocho mil testigos de Jehová. De hecho, en la zona de la catástrofe, que se extiende a lo largo de la costa salvadoreña, viven miles de ellos, muchos de los cuales se centraron enseguida en socorrer a los demás, a pesar de que aún estaban afectados por lo sucedido. Mario Suárez, superintendente viajante de los testigos de Jehová que sirve en Santa Tecla, dice: “Aproximadamente una hora después del sismo, recibí una llamada de auxilio. Me comunicaron que unos hermanos cristianos se habían quedado atrapados en sus casas. De modo que organizamos de inmediato un grupo de voluntarios.

      ”Pensamos que tal vez se habrían derrumbado algunas paredes y que solo tendríamos que quitar escombros y abrir una vía para que pudieran salir. Ninguno de nosotros podía imaginarse la magnitud del desastre. De hecho, cuando llegamos al lugar del siniestro, preguntamos dónde estaban las viviendas. La respuesta nos dejó horrorizados: estábamos sobre ellas. Casas de dos plantas se encontraban sepultadas bajo tres metros de tierra. Era desolador.”

      En el transcurso de la tarde llegaron unos doscientos cincuenta Testigos de congregaciones vecinas para ayudar. Trataron desesperadamente de encontrar a los sobrevivientes cavando con picos, palas, cuencos de plástico y hasta con las manos. Sin embargo, muy poca gente fue rescatada con vida en Santa Tecla. Entre los cientos de personas que perecieron —asfixiadas o aplastadas bajo toneladas de tierra—, se encontraban cinco testigos de Jehová.

  • Una hermandad a prueba de terremotos
    ¡Despertad! 2001 | 22 de octubre
    • Un segundo sismo de importancia

      A las ocho y veintidós de la mañana del 13 de febrero de 2001, un mes después del primer terremoto, sacudió el centro de El Salvador un segundo sismo, de intensidad 6,6 en la escala de Richter. De nuevo, los testigos de Jehová llevaron a cabo rápidamente las labores de rescate y socorro. Un anciano de congregación llamado Noé Iraheta cuenta: “Cada conductor de Estudio de Libro de Congregación buscó a los Testigos asignados a su grupo para asegurarse de que se encontraban bien”.

      Las ciudades de San Vicente y Cojutepeque, así como sus alrededores, sufrieron muchos daños. Las localidades de San Pedro Nonualco, San Miguel Tepezontes y San Juan Tepezontes quedaron en ruinas. En Candelaria, departamento de Cuscatlán, donde la destrucción fue casi total, más de veinte niños murieron al derrumbarse una escuela parroquial. Salvador Trejo, un Testigo de la localidad, relata: “Como una hora después escuché una voz que me llamaba desde la calle: ‘¡Hermano Trejo!’. Al principio no podía ver nada a causa del polvo. Entonces, de repente, aparecieron ante mis ojos los hermanos de Cojutepeque. Habían venido a ver cómo estábamos”.

      Las congregaciones vecinas se reorganizaron para cubrir las necesidades de las víctimas de este segundo desastre. Siguieron el ejemplo de los cristianos macedonios del siglo primero que suplicaron tener el privilegio de contribuir, pese a su propia indigencia. Por ejemplo, las congregaciones de Santiago Texacuangos, que habían sufrido grandes pérdidas a causa del primer terremoto, prepararon comida caliente para los hermanos de la cercana población de San Miguel Tepezontes.

      Se calcula que, a consecuencia de los sismos, más de mil doscientas personas murieron en El Salvador y, según informes, otras ocho fallecieron en la vecina Guatemala.

  • Una hermandad a prueba de terremotos
    ¡Despertad! 2001 | 22 de octubre
    • [Ilustración de la página 23]

      El derrumbe causado por el terremoto sepultó más de trescientas casas de Las Colinas

      [Reconocimiento]

      Parte inferior de las págs. 23-25: por gentileza de El Diario de Hoy

      [Ilustración de la página 24]

      Los habitantes de la localidad utilizaron picos, palas y cubos en las labores de rescate

      [Reconocimiento]

      Por gentileza de La Prensa Gráfica (fotografía de Milton Flores/Alberto Morales/Félix Amaya)

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