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  • Cónyuges... superen las desavenencias con la comunicación
    ¡Despertad! 1986 | 8 de enero
    • EL MATRIMONIO de Joan y Paul, según muchas personas, era “perfecto”. Pero Paul llegó a verse emocionalmente afectado por su trabajo. ‘Cuando llegaba a casa, solo quería hablar de los desafíos emocionantes de mi trabajo. Aunque al llegar le daba un beso y un abrazo a Joan a la ligera, mi mente estaba en otras cosas’, reconoció Paul. El trabajo de Paul no entusiasmaba a Joan de la misma manera. Mientras ella luchaba como joven madre, se sentía abandonada y excluida. Esto alimentó en ella resentimiento, pues Paul era insensible hacia sus emociones.

      Después de un tiempo, a Joan ya no le importaba nada. Cuando Paul le contaba sus problemas, ella respondía con gran indiferencia. En sentido emocional, ella se había ‘desconectado’. Aunque él era un buen proveedor y ella una madre capaz, se habían privado mutuamente de una necesidad básica y de un don muy importante: la intimidad de corazón. Desde el punto de vista emocional llegaron a ser extraños, y dicha falta de comunicación personal estaba poco a poco destruyendo su matrimonio.

      Una necesidad del corazón

      Una “función fundamental del matrimonio”, de acuerdo con los consejeros Marcia Lasswell y Norman Lobsenz, tal vez sea la de “recibir y dar [...] apoyo [emocional] mutuamente”. Debido a las agresiones del mundo que nos rodea, es vital recibir tal apoyo de quienes amamos. El no tenerlo nos duele profundamente, y “a causa del dolor del corazón hay un espíritu herido”. (Proverbios 15:13.) Tanto la confianza en uno mismo como nuestro ánimo pueden quedar destruidos.

      Cuando el corazón está resentido debido a la insensibilidad del cónyuge, frecuentemente estalla la ira. “Cuando él simplemente se sienta y empieza a decirme que soy demasiado emocional, me enfurezco —declaró cierta esposa—. Termino por llorar y sentirme terriblemente mal.” En cambio, Paul expresó lo siguiente: ‘Notaba que cuando estábamos a solas, Joan mostraba poco entusiasmo, pero tan pronto como alguien llamaba o nos visitaba, ella se entusiasmaba y no me hacía ningún caso. Me sentía herido y a la misma vez molesto porque me parecía que ella se estaba valiendo de mí. Yo la mantenía, y sin embargo ella parecía preferir la compañía de otros’.

      Algunos matrimonios escogen sufrir en silencio, de modo que se convierten, de hecho, en “grandes simuladores”, como si todo marchara bien en su matrimonio. Pero el cuerpo acusa lo que el cerebro opta por pasar por alto. Personas con problemas maritales no resueltos, según sus médicos, se quejan de dolores crónicos, dolor de cabeza, nervios al estómago, depresión, frigidez e impotencia. En muchos casos la hostilidad va aumentando y termina en separación. Los investigadores calculan que en los Estados Unidos la mitad de los que en este momento celebren su primer matrimonio terminarán por divorciarse.

      Pero ¿qué se puede hacer para vencer los desacuerdos y cultivar intimidad? El secreto es el siguiente: poner en práctica los principios bíblicos. Dios, quien hizo el corazón y la mente, conoce nuestras necesidades emocionales. Por lo tanto, la Biblia, que contiene sus consejos, proporciona guía excelente. El marido y la mujer no solo deben conocer este consejo inspirado, sino también deben esforzarse sinceramente por ponerlo en práctica. Si se pone en práctica, la Biblia puede ayudar al matrimonio a satisfacer adecuadamente las necesidades emocionales mutuas. (Efesios 5:22-33.)

      “No sé lo que ella quiere”

      No es fácil reconocer las necesidades emocionales del cónyuge. La persona tal vez vacile en manifestarlas a otros por temor a ser rechazada, que se le hiera aún más o quedar desilusionada... o quizás no sepa cuáles son sus propias necesidades. “Tengo que reconocer que no sé lo que ella quiere —admite cierto esposo—. Ella dice que tenemos que hablar, y cuando lo hacemos, siempre termino diciendo lo que no debo. [...] Esto me preocupa y por eso no digo nada.”

      Pero la Biblia muestra que en vez de quedarse callado como este esposo, es necesario mostrar discernimiento. “Con sabiduría se edifica la casa, y con discernimiento resulta firmemente establecida”, declara Proverbios 24:3. Por eso, trate de discernir lo que subyace tras las acciones o comentarios de su cónyuge. Pregúntese: ¿Por qué me dice esto? ¿Qué es lo que realmente quiere o necesita?

      A veces, puede que la esposa, por ser de emociones volubles, deje al esposo perplejo. Pero “un hombre de discernimiento es sereno de espíritu” y procura ‘sacar’ de ella cuál es el verdadero problema. (Proverbios 17:27; 20:5.) ¿Está ella luchando con algún peso emocional que le oprime? (Compárese con Eclesiastés 7:7.) Cuando se muestra hostil porque usted regresa tarde del trabajo, ¿no será en realidad una queja por su indiferencia y falta de afecto? O, ¿quizás la ha herido al haber hecho o dicho algo irreflexivamente? ¿Se necesita un esfuerzo adicional —y dedicar más tiempo— para allanar la situación? Sin embargo, el discernir la necesidad es solo el primer paso. (Proverbios 12:18; 18:19.)

      Edifique intimidad

      En la Biblia, Job declaró que las palabras de su boca fortalecerían al que las escuchaba. (Job 16:5.) Esto aplica también al matrimonio. Expresiones sinceras que aumenten el sentido de dignidad de su cónyuge son fortalecedoras. “Ustedes, esposos —manda la Biblia—, continúen morando con [sus esposas] de igual manera, de acuerdo con conocimiento, asignándoles honra [considerándolas valiosas [...] de especial estima] como a un vaso más débil, el femenino.” (1 Pedro 3:7.) Si usted hace que su esposa se sienta valiosa, la hostilidad de ella se desvanecerá.

      Claro, dependiendo de las costumbres, en algunos países los matrimonios se sienten emocionalmente más allegados que en otros. Sin embargo, sean cuales sean las tradiciones de la localidad, los esposos que aplican a su matrimonio lo que la Biblia dice ven provechoso el estrechar los lazos afectivos que le unen a su esposa. A esta se le hace más fácil revelarle a su esposo lo que hay en lo más íntimo de su corazón al saberse amada; y esto aumenta la felicidad de ambos.

      “El buen oyente —declara el libro The Individual, Marriage, and the Family— tiene la capacidad de hacer sentir a la otra persona que la aprecia de manera especial y que lo que dice es de interés e importancia.” Por eso las parejas que desean cultivar intimidad deben prestar atención a cómo escuchan. El buen oyente da a su cónyuge toda su atención y se esfuerza por comprender lo que este le dice sin interrumpir, argüir o cambiar de tema. El ser un oyente que sabe ponerse en el lugar de su interlocutor y que cultiva una atención personal y desinteresada en las cosas que son del interés de su cónyuge es el fluido vital de la intimidad. (Filipenses 2:3, 4.)

      Para mejorar la intimidad, los consejeros matrimoniales también aconsejan: 1) Aprenda a confiar en su cónyuge más bien que en otra persona. 2) Aparte momentos convenientes cada día o, por lo menos, semanalmente, sin que interfieran otras distracciones, para desahogar mutuamente su corazón y mente. 3) Compartan los pequeños sucesos cotidianos. 4) Muéstrense afecto regularmente con cosas pequeñas... un regalito inesperado, haciendo alguna tarea que al otro no le gusta hacer (sin que se le pida), una notita amorosa en un momento oportuno, o un abrazo o toque inesperado.

  • Cónyuges... superen las desavenencias con la comunicación
    ¡Despertad! 1986 | 8 de enero
    • [Recuadro en la página 4]

      El apoyo emocional... ¿cuán importante es?

      “La mayor parte de las parejas que tienen un matrimonio duradero aprecian profundamente la seguridad emocional de dicho matrimonio.”—Dra. April Westfall, Consejo Matrimonial de Filadelfia.

      “Esta capacidad de comprender la lógica de las emociones es la raíz de gran parte del descontento entre los sexos, y contribuye a que el matrimonio sea la relación más difícil de todas.”—Worlds of Pain—Life in the Working-Class Family, por Lillian Rubin.

      “La confusión de los hombres y el que, por consiguiente, no respondan a las necesidades emocionales de su esposa es tanto la causa como el efecto de la infelicidad de muchos matrimonios.”—Psychology Today, octubre de 1982.

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