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  • El acoso sexual: un problema mundial
    ¡Despertad! 1996 | 22 de mayo
    • El acoso sexual: un problema mundial

      PARA la joven secretaria Rena Weeks, el empleo se había convertido en una pesadilla. Es cierto que trabajaba para una prestigiosa compañía de abogados con sucursales en más de veinticuatro países, pero —según sus declaraciones— su jefe no dejaba de agarrarla y tocarla. Aquellos episodios humillantes iban acompañados de lenguaje grosero e insinuante.

      Años atrás, la mujer que se hallaba en tal situación no tenía más opción que renunciar. La administración de la empresa no resolvía el asunto por disponer tan solo de ‘la palabra de ella contra la de él’, y hasta era posible que quienes creyeran en su versión minimizaran los hechos diciendo: ‘No es para tanto’. Hoy, sin embargo, la situación es distinta. Rena Weeks no se conformó con sentir coraje y renunciar. Interpuso una demanda.

      Un jurado estadounidense ordenó que el jefe pagara 50.000 dólares por daños psicológicos y 225.000 por concepto de daños punitivos. Además, emitió un veredicto que captaría la atención de las empresas y compañías de todo el mundo: multó a la empresa con la enorme suma de 6.900.000 dólares en concepto de daños punitivos por no haber corregido la situación.

      El caso Weeks de ningún modo es único. Recientemente se entabló una demanda contra una cadena estadounidense de tiendas de descuento. Peggy Kimzey, una empleada, acusó a su supervisor de hacerle continuos comentarios insolentes de índole sexual. En 1993, renunció a su empleo y entabló la demanda. Fue indemnizada con 35.000 dólares por las humillaciones y el sufrimiento mental, y recibió la simbólica compensación de un dólar por pérdidas salariales. El jurado también determinó que su ex jefe había creado un ambiente hostil de trabajo al tolerar el acoso sexual. ¿A cuánto ascendió la multa? A 50.000.000 de dólares por daños y perjuicios.

      La revista Men’s Health comentó: “Los casos de hostigamiento sexual están proliferando como las bacterias. En 1990, la EEOC [siglas en inglés para la Comisión para la Igualdad de Oportunidades en el Empleo] atendió 6.127 quejas por este motivo; a finales del año pasado [1993], la cantidad anual casi se había duplicado: 11.908”.

      Abuso del poder

      Aunque las cifras astronómicas de los veredictos acaparen los titulares, la realidad es que muy pocos casos llegan a los tribunales. La mayoría de las víctimas soportan en silencio la humillación, como marionetas de un ruin espectáculo de poder e intimidación que lo abarca todo: oficinas, calles, autobuses, fábricas y comedores de las empresas. En ocasiones, la coacción para que se presten a tener relaciones íntimas es explícita; no obstante, la mayoría de las veces el asedio consiste en acciones más sutiles, pero sumamente desvergonzadas: tocamientos molestos e impropios, comentarios lascivos y miradas libidinosas.

      Algunos se niegan a reconocer como acoso dicho comportamiento, y aducen que sencillamente son torpes intentos de captar la atención femenina. Sin embargo, muchas personas, como la escritora Martha Langelan, opinan que tal argumento no es más que una excusa para la conducta indecente. Esta autora escribe: “No se trata de galanteos torpes, burdos, chistosos o ‘malinterpretados’. No son intentos de captar la atención femenina, sino un comportamiento que tiene un motivo completamente distinto. Al igual que la violación, el acoso sexual se practica para coaccionar a la mujer, no para atraerla. [...] Es una exhibición de poder”. Sí, a menudo este trato abusivo no es más que otra demostración de que “el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo”. (Eclesiastés 8:9; compárese con Eclesiastés 4:1.)

      Las mujeres, por lo general, no reaccionan con agrado ante el acoso sexual, sino con sentimientos que van desde la indignación y la rabia hasta la depresión y la humillación. Una víctima comentó: “La situación me destrozó. Perdí la confianza, el amor propio y mis aspiraciones profesionales. Mi personalidad cambió de la noche a la mañana. Yo, que veía la vida con optimismo, me convertí en una mujer amargada, retraída y llena de vergüenza”. Además, cuando el acosador es el jefe o alguien con autoridad, el asedio adquiere matices más repugnantes.

      No sorprende, por tanto, que los tribunales hayan comenzado a castigar a los culpables y a compensar a las víctimas. Desde que el Tribunal Supremo de Estados Unidos definió tales abusos como una violación de los derechos civiles, se considera responsabilidad de los empleadores crear un ambiente laboral que no sea “hostil u ofensivo”.

      Las empresas que toleren el hostigamiento sexual podrían pagarlo con la decadencia moral de sus empleados, el absentismo, la baja productividad y el frecuente cambio de personal, sin mencionar el golpe económico que podrían causar las víctimas que decidan demandar a la empresa.

      ¿Es común?

      ¿Se da con frecuencia el acoso sexual? Las encuestas revelan que en Estados Unidos más de la mitad de las empleadas lo han experimentado. Un libro afirma que “el acoso sexual es un problema omnipresente, que afecta por igual a mujeres de toda profesión, desde camareras hasta ejecutivas; se observa en todo escalafón empresarial e industrial”. Por lo demás, el problema difícilmente se circunscribe a Estados Unidos. El libro Shockwaves: The Global Impact of Sexual Harassment (Ondas de choque: el impacto mundial del acoso sexual), de Susan L. Webb, presenta los siguientes datos:a

      CANADÁ: “Un estudio reveló que 4 de cada 10 mujeres han sido asediadas sexualmente en el empleo”.

      JAPÓN: “Una encuesta realizada en agosto de 1991 indicó que el 70% de las entrevistadas habían sido” acosadas en el trabajo. “El 90% afirmó que eran asediadas en el trayecto de ida y vuelta al empleo.”

      AUSTRIA: “Un sondeo llevado a cabo en 1986 mostró que el 31% de las mujeres se había quejado de situaciones graves de asedio sexual”.

      FRANCIA: “Un estudio que fue realizado en 1991 [...] reveló que el 21% de las 1.300 encuestadas había sufrido acoso sexual”.

      PAÍSES BAJOS: Un estudio mostró que “el 58% de las mujeres habían sido víctimas de hostigamiento sexual”.

      Señal de los tiempos

      De ningún modo puede decirse que el hostigamiento y el acoso sexual en el empleo son problemas recientes. Las mujeres —y a veces los hombres— han sufrido esta clase de abusos desde tiempos bíblicos. (Génesis 39:7, 8; Rut 2:8, 9, 15.) Pero parece que este proceder deplorable se ha generalizado en la actualidad. ¿Por qué?

      En primer lugar, las mujeres han ingresado recientemente en el mercado laboral en cantidades nunca antes vistas. Por consiguiente, más mujeres entran en situaciones en las que puede presentarse el acoso sexual. Pero un factor más significativo es lo que la Biblia predijo hace mucho: “Debes saber que en los últimos días habrá momentos difíciles. Los hombres se volverán egoístas, codiciosos, orgullosos, soberbios, difamadores, [...] insensibles, implacables, calumniadores, desenfrenados, inhumanos”. (2 Timoteo 3:1-3, Biblia de América.) La generalización del acoso sexual es solo una de las irrefutables pruebas del cumplimiento actual de estas palabras. Es interesante que la revista Men’s Health haya dicho que “el aumento de quejas de acoso sexual ha ido acompañado de una sorprendente decadencia generalizada de las normas de urbanidad. En todas partes se observan malos modales”.

      La extensión del acoso sexual refleja también la “nueva moralidad” que se difundió por todo el mundo en los años sesenta. El desprecio de los valores tradicionales llevó aparejada una terrible falta de consideración por los derechos y sentimientos ajenos. Prescindiendo de su origen, el acoso sexual es una lamentable realidad en el empleo. ¿Qué pueden hacer, tanto hombres como mujeres, para protegerse? ¿Llegará el día en que este tipo de hostigamiento ya no exista en el lugar de trabajo?

      [Nota a pie de página]

      a Las cifras varían según el sistema de encuestas y la definición que se dé al acoso sexual.

      [Recuadro de la página 4]

      Mitos y realidades del acoso sexual

      Mito: Se informan más casos de acoso sexual de los que realmente suceden. Solo es una manía alimentada por los medios publicitarios y la histeria colectiva.

      Realidad: Es obvio que una mujer tiene muy poco que ganar —y mucho que perder— cuando informa que es víctima de acoso sexual. En realidad, solo una minoría (el 22%, según las encuestas) se atreve a decirle a alguien que la están hostigando. El temor, la vergüenza, el sentimiento de culpa, la confusión y la ignorancia de sus derechos mantienen en silencio a una gran cantidad de mujeres. Muchos expertos creen que se informan muy pocos casos.

      Mito: A las mujeres les gustan las atenciones. Las que dicen que sufren acoso sencillamente son hipersensibles.

      Realidad: Las encuestas revelan consecuentemente que a las mujeres les molesta el trato vulgar. Un sondeo indicó que “más de dos quintas partes se sentían ofendidas, y una tercera parte, furiosas”. Otras expresaron que se sentían nerviosas, lastimadas y deprimidas.

      Mito: A los hombres se los acosa tanto como a las mujeres.

      Realidad: Investigadores de la Asociación Nacional de Mujeres Trabajadoras (E.U.A.) informan que “según cálculos, el 90% de los casos de hostigamiento sexual tiene que ver con hombres que asedian a mujeres, el 9% se da entre personas del mismo sexo [...], y solo el 1% tiene que ver con mujeres que asedian a hombres”.

  • Cómo protegerse del acoso sexual
    ¡Despertad! 1996 | 22 de mayo
    • Cómo protegerse del acoso sexual

      “NINGUNA mujer tiene por qué soportar una sarta cotidiana de insinuaciones sexuales —comenta Gretchen Morgenson, editora de una revista—, pero tampoco sería razonable esperar un ambiente de trabajo inmaculado y libre de todo comportamiento vulgar.” Los esfuerzos dignos de encomio de empresarios y tribunales por hacer del empleo un lugar más seguro, han dado cierto resultado. Por ejemplo, la probabilidad de enfrentarse a una demanda ha movido a patronos de todo el mundo a mejorar el ambiente laboral. Muchas compañías han creado una política interna para tratar los casos de hostigamiento. Se efectúan reuniones y seminarios para enseñar a los empleados el comportamiento correcto en el trabajo.

      La sensatez dicta conocer y obedecer las normas corporativas y las leyes locales. (Romanos 13:1; Tito 2:9.) Los cristianos también ven la utilidad de guiarse por los principios bíblicos. Seguir tales directrices inspiradas en las relaciones con los compañeros de trabajo puede ser muy útil para no convertirse en víctima ni, por supuesto, perpetrador del acoso sexual.

      El comportamiento apropiado del hombre

      Piense por un momento en el trato que el hombre debe dar a la mujer. Muchos expertos recomiendan no tocar a las personas del sexo opuesto. Dicen en tono de advertencia que una palmadita en la espalda puede prestarse fácilmente a malas interpretaciones. “Los jurados toman muy en serio el contacto físico”, comenta Frank Harty, abogado laboralista. ¿Qué recomienda? “Si se le ocurre algo más que saludar con la mano, no lo haga.” Es cierto que la Biblia misma no presenta una regla inflexible al respecto, pero en vista del clima legal y moral que impera en nuestros tiempos se recomienda ejercer cautela, sobre todo a los que inconscientemente tienden a tocar a las personas con quienes hablan.a

      Debe admitirse que no siempre es fácil seguir este consejo. Por ejemplo, Glen, quien procede de una cultura hispana, comenta: “En mi lugar de origen, la gente es más propensa a abrazarse que aquí en Estados Unidos. En mi familia, a menudo saludamos a los amigos con un abrazo, pero aquí se nos ha dicho que tengamos cuidado al respecto”. En estos casos, los principios bíblicos son útiles. El apóstol Pablo le dijo al joven Timoteo: “Trata a los jóvenes como a hermanos; a las ancianas, como a madres; y a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza”. (1 Timoteo 5:1, 2. Nueva Versión Internacional.) ¿No es cierto que eso excluye todo contacto físico de naturaleza promiscua, seductora o desagradable?

      El mismo principio puede aplicarse a la manera de hablar. La Biblia dice correctamente: “Que la fornicación y la inmundicia de toda clase, o la avidez, ni siquiera se mencionen entre ustedes, tal como es propio de personas santas; tampoco comportamiento vergonzoso, ni habla necia, ni bromear obsceno, cosas que no son decorosas”. (Efesios 5:3, 4.) Kathy Chinoy, abogada especializada en casos de hostigamiento sexual, recomienda que antes de hablar uno se pregunte: “¿Me gustaría que mi madre, mi hermana o mi hija escucharan este lenguaje?”. El habla obscena y sugerente degrada a quien la expresa y a quienes la escuchan.

      Prevenga el asedio sexual

      ¿Cómo evitar el hostigamiento sexual? Dentro de sus circunstancias, tal vez pueda seguir el consejo que Jesús dio a sus discípulos cuando los envió a predicar por primera vez: “¡Miren! Los estoy enviando como ovejas en medio de lobos; por lo tanto, demuestren ser cautelosos como serpientes, y, sin embargo, inocentes como palomas”. (Mateo 10:16.) El cristiano nunca se queda sin saber qué hacer. La Biblia afirma: “Cuando la sabiduría entre en tu corazón [...], la capacidad de pensar misma te vigilará, el discernimiento mismo te salvaguardará”. (Proverbios 2:10, 11.) Repasemos, pues, algunos principios bíblicos que pueden ayudarle a protegerse.

      1. Cuide su conducta con los compañeros de trabajo. Esto no significa que tenga que ser frío u hostil, pues la Biblia nos exhorta a ‘seguir tras la paz con todos’. (Hebreos 12:14; Romanos 12:18.) Sin embargo, ya que la Biblia exhorta a los cristianos a ‘seguir andando en sabiduría para con los de afuera’, es razonable mantener con ellos una relación estrictamente laboral, especialmente con las personas del sexo contrario. (Colosenses 4:5.) En su libro Talking Back to Sexual Pressure (Cómo reaccionar a la presión sexual), Elizabeth Powell recomienda a los empleados que “aprendan a ver la línea clara que separa el trato amable apropiado de la afectuosidad que indica disponibilidad para el galanteo amoroso”.

      2. Vista con modestia. Su forma de vestir transmite un mensaje a los demás. En tiempos bíblicos, cierta indumentaria indicaba que la persona era inmoral o promiscua. (Proverbios 7:10.) En nuestro tiempo, con frecuencia sucede lo mismo: los vestidos ajustados, llamativos o atrevidos podrían atraer la clase de atención que no se desea. Es cierto, algunas personas piensan que tienen derecho a vestir como les plazca, pero como lo expresa la escritora Elizabeth Powell, “si usted trabajara entre personas capaces de robar sin el menor escrúpulo, le recomendaría que no llevara la billetera en el bolsillo trasero. [...] Debemos reconocer las aberraciones [...] de la sociedad y tratar de protegernos de ellas”. Así pues, el consejo bíblico está al día; la Escritura recomienda a las mujeres que “se adornen en vestido bien arreglado, con modestia y buen juicio”. (1 Timoteo 2:9.) Vista con modestia y probablemente disminuyan los comentarios y actos abusivos que le ofenden.

      3. Cuide sus compañías. La Biblia habla de Dina, una joven que fue ultrajada. Está claro que ella captó la atención del perpetrador, pues se dice que “solía salir [...] para ver a las hijas del país” de Canaán, mujeres de proverbial promiscuidad. (Génesis 34:1, 2.) En nuestros días sucede algo parecido. Si usted habla con sus compañeros de trabajo, o los escucha hablar, de temas lascivos, alguien podría pensar que le gustan las insinuaciones de tipo sexual.

      Ello no significa que deba desairarlos, pero si la conversación sube de tono, ¿no cree que es mejor retirarse? Es interesante que muchos testigos de Jehová han comprobado que labrarse la reputación de ser una persona de principios morales los ha protegido del acoso sexual. (1 Pedro 2:12.)

      4. Evite las situaciones comprometedoras. La Biblia habla de un joven llamado Amnón que tramó quedarse a solas con la joven Tamar para abusar sexualmente de ella. (2 Samuel 13:1-14.) En la actualidad hay hombres abusivos que obran de la misma manera; quizás inviten a tomar un trago a una empleada subordinada o le pidan que se quede en el trabajo después de la jornada sin un motivo razonable. ¡Tenga cuidado con esas peticiones! La Biblia dice: “Sagaz es el que ha visto la calamidad y procede a ocultarse”. (Proverbios 22:3.)

      Si usted es víctima del acoso

      Es cierto que algunos hombres harán insinuaciones aunque la conducta de la mujer sea irreprochable. ¿Cómo debe reaccionarse en tales casos? Algunos recomiendan no dar mucha importancia al asunto. ‘Las insinuaciones sexuales en la oficina son la salsa de la vida’, dice cierta mujer. Los cristianos, por el contrario, en vez de considerar graciosas o halagadoras las insinuaciones impropias, las detestan. ‘Aborrecen lo que es inicuo’, y comprenden que tales requiebros, por lo general, tienen la intención de inducir a participar en actos inmorales. (Romanos 12:9; compárese con 2 Timoteo 3:6.) En el mejor de los casos, el comportamiento vulgar no deja de ser una afrenta a la dignidad del cristiano. (Compárese con 1 Tesalonicenses 4:7, 8.) ¿Qué puede hacerse en tales situaciones?

      1. Sea firme. La Biblia explica cómo actuó José, un hombre temeroso de Dios, ante las proposiciones inmorales: “Ahora bien, después de estas cosas aconteció que la esposa de su amo empezó a alzar los ojos hacia José y a decir: ‘Acuéstate conmigo’”. ¿Se hizo el desentendido José, esperando que el problema desapareciera por sí mismo? Al contrario, la Biblia dice que rechazó con firmeza las proposiciones diciendo: “¿Cómo podría yo cometer esta gran maldad y realmente pecar contra Dios?”. (Génesis 39:7-9.)

      La reacción de José es un excelente ejemplo tanto para hombres como para mujeres. Hacerse el desentendido ante el habla sugerente o el comportamiento agresivo —o peor aún, dejarse intimidar por estas cosas— rara vez pone fin al problema; por el contrario, el temor y la falta de seguridad pueden alimentarlo. Martha Langelan, consejera que previene contra la violación, afirma que los violadores a menudo se valen del acoso sexual para “determinar hasta qué grado resistirá una mujer un intento de violación; si actúa con pasividad o se deja intimidar, deducen que no hará nada y se aterrará en el momento del ataque”. De modo que es muy importante que muestre firmeza ante las primeras señales de asedio sexual. Una escritora comenta: “Por lo general, basta decir no de inmediato y sin ambages para poner coto al comportamiento ofensivo del hostigador”.

      2. Que su no sea no. Jesús enunció este principio en el Sermón del Monte. (Mateo 5:37.) Su exhortación viene al caso, pues los acosadores a menudo son muy persistentes. ¿Hasta qué grado se debe ser firme? Eso depende de las circunstancias y la reacción del acosador. Manifieste la firmeza necesaria para dejar claro el asunto. En algunos casos basta con aclarar directamente las cosas en un tono calmado. Mire a la persona a los ojos. Los expertos recomiendan lo siguiente: a) Explique cómo se siente (“No me gusta ni en lo más mínimo que usted...”). b) Mencione específicamente la conducta que le ofende (“... me hable con lenguaje grosero o vulgar...”). c) Dígale claramente lo que espera que haga (“Espero que no vuelva a hablarme de esa manera”).

      “Sin embargo —advierte Langelan—, en ningún caso debe pasarse de la aclaración a la agresión. Las respuestas agresivas (insultar, amenazar, ofender, golpear o escupir al acosador) son contraproducentes. El ataque verbal es peligroso, y no es preciso recurrir a la violencia física, a menos que una sea agredida físicamente y tenga que defenderse.” Este consejo coincide con las palabras de Romanos 12:17: “No devuelvan mal por mal a nadie”.

      ¿Qué puede hacer si el hostigamiento persiste a pesar de hacer todo lo posible por detenerlo? Algunas compañías cuentan con medidas para tratar casos de acoso sexual. En ocasiones bastará con que usted advierta al acosador de que presentará una queja para que este la deje en paz. Pero quizás eso no suceda. Es triste decirlo, pero hallar un supervisor comprensivo no es fácil, ni para los hombres ni para las mujeres. Glen explica que cuando estaba siendo asediado por una empleada intentó quejarse. “Cuando hablé con el jefe sobre el asunto —recuerda— de nada sirvió. Es más, le pareció gracioso. No me quedó más recurso que vigilar a la mujer y evitarla.”

      Algunos han entablado demandas, pero los veredictos sorprendentes que se mencionan en la prensa de ningún modo son habituales. Por otra parte, el libro Talking Back to Sexual Pressure advierte: “Las soluciones legales al acoso sexual consumen gran cantidad de energía moral y tiempo, y ocasionan un enorme desgaste físico y mental”. Con buena razón la Biblia exhorta: “No salgas a conducir una causa judicial apresuradamente”. (Proverbios 25:8.) Después de sopesar el costo emocional y espiritual de una acción legal, algunos han optado por buscar otro empleo.

      El fin del acoso sexual

      El hostigamiento sexual no es nuevo. Es tan universal como el corazón imperfecto, intrigante y codicioso del ser humano. Las comisiones y los tribunales jamás erradicarán de la sociedad el acoso sexual. Para eliminarlo es preciso efectuar un cambio en el corazón de la gente.

      Hoy, la Palabra de Dios y su espíritu están realizando ese cambio en personas de todo el mundo. Es como si lobos y leones estuviesen aprendiendo a convivir con corderos y becerros, tal como lo predijo el profeta Isaías. (Isaías 11:6-9.) Con estudios de la Biblia, los testigos de Jehová han ayudado cada año a millares de ‘ex lobos’ a efectuar cambios profundos y duraderos en su personalidad. Una vez que han cambiado, obedecen el consejo bíblico de “desechar la vieja personalidad que se conforma a su manera de proceder anterior” y reemplazarla con “la nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad”. (Efesios 4:22-24.)

      Algún día la Tierra estará llena de hombres y mujeres que se ajusten a las normas de la Biblia. Las personas temerosas de Dios anhelan que llegue el momento en que se pondrá fin a todas las formas de abuso, mientras tanto, afrontan las terribles realidades de nuestro tiempo como mejor pueden.

      [Nota a pie de página]

      a La exhortación de Pablo en 1 Corintios 7:1 con relación a “que el hombre no toque mujer” se refiere claramente a las relaciones sexuales, no al contacto físico casual. (Compárese con Proverbios 6:29.) En el contexto, Pablo recomienda la soltería y advierte del peligro de incurrir en la inmoralidad sexual. (Véase la sección “Preguntas de los lectores” de La Atalaya del 1 de julio de 1973.)

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